S olía aplicarse la denominación de cobertizo a los lugares a cubierto por los salientes de los tejados; a las calles generalmente estrechas y cubiertas por estos aleros; a esos pasadizos que unían dos casas de un mismo propietario salvando una calle o, incluso a los portales, como lo emplea Cervantes, cuando en Rinconete y Cortadillo dice aquello de: "saliéronse a sestear los dos (Rincón y Cortado) en un portal o cobertizo…"
Granada, como heredera de un pasado urbanístico medieval, era rica en cobertizos, callejones, callejuelas, casas de paso y hasta postigos o calles con puertas. Eso ha dejado una rica huella en la toponimia de la ciudad.
Cuando hace veinte años Julio Belza y Ruiz de la Fuente publicaron su precioso libro sobre las calles de Granada ya citaban los nombres de Cobertizo de Gadeo, por la calle Elvira; el de Santa Inés con su bonito Carmen, por la Carrera del Darro, junto al Bañuelo; el interesante Cobertizo de Santo Domingo, que también existe y sobre el que está el camarín de la Virgen del Rosario, junto a la Iglesia del santo dominico.
También citaban el Cobertizo de Zárate, por Horno de Marina, cerca del palacio de los Vargas (s. XVI) y donde vivió la noble familia de los Zárate de origen vasco.
Yo no sé desde cuando data el nombre de esta otra calle llamada Cobertizo y Faltriquera, ni quién la bautizó, pero puedo asegurar que en el noventa por ciento de los casos tienen una lógica explicación; y cuando no se sabe, el pueblo se la inventa.
Pasar casi a diario por las céntricas calles de Ganivet o San Matías; darse una vuelta por la Plaza de la Mariana o la de los Campos; tomarse algo en los numerosos bares de la calle Navas antes de ir a pagar algún impuesto al Ayuntamiento y no saber dónde está la modesta calle de Cobertizo y Faltriquera demuestra que somos granadinos distraídos.
También refleja que no nos fijamos mucho en el nombre de nuestras calles y que, además, ni siquiera sabemos dónde llevamos guardado el dinero de la multa.
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