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Cada vez son más los padres que recurren a los abuelos para que cuiden a los niños · Por este motivo Cruz Roja ha creado un programa en el que los mayores aprenden a educar a los pequeños
Todos hemos escuchado alguna vez el dicho de que 'los abuelos están para maleducar y los padres para educar' pero en la sociedad actual estos papeles han cambiando. Cada vez son más los abuelos que esperan a la salida de los colegios para recoger a sus nietos.
La conciliación entre el trabajo y la vida familiar es una ardua tarea. Siempre ha sido difícil, pero desde que la mujer se incorporó al mundo laboral esta situación es más complicada puesto que pocas son las ayudas efectivas que las instituciones les ofrecen. Y parece ser que los padres han encontrado una solución más cercana que las instituciones, más amable y que responden siempre con una sonrisa, los abuelos. Especialmente las abuelas.
Por este motivo Cruz Roja Española ha creado un servicio de apoyo psicosocial para personas mayores que ejercen la función de padres en la educación y crianza de los menores de edad, las escuelas de abuelos y abuelas educadores.
Estas abuelas pasan gran parte de su tiempo con sus nietos. Principalmente porque sus hijos, padres de los niños, están trabajando o buscando un empleo. Los talleres de la Cruz Roja les ayudan a conocer mejor a la juventud actual, a sentirse mejor consigo mismo y saber decir 'no' a los caprichos de los más pequeños.
El objetivo principal de esta escuela es que los mayores se sientan mejor para que esto repercuta positivamente en la educación de los nietos, puesto que como indica Lourdes Reinoso, una de las técnicas que imparten este taller, "cuidamos al cuidador porque esta tarea puede causar dolencias en los mayores, y si se sienten mal harán peor la labor de cuidadores. Trabajamos principalmente en beneficio de los menores y de la familia". Las principales actividades que se realizan son los talleres de autoestima y gestión del estrés, y módulos relacionados con el crecimiento del niño, hábitos de salud, higiene y nutrición de los menores.
Entre las abuelas que participan en este taller destaca Loli Ovalle, una abuela atípica de 48 años con una gran jovialidad y dos nietos. Loli llegó al barrio de Almanjáyar cuando no había ni luz ni agua porque recibió una VPO, "tenía todos los puntos, no tenía trabajo, tenía una hija y vivía en casa de mis padres" recuerda ahora. Sabe que es muy importante ayudar a sus hijos "esto siempre se ha hecho, aunque con menos ayudas pero los abuelos siempre han cuidado a los nietos". Esta joven abuela está muy implicada en las actividades que se realizan en la Asociación Almanjáyar en Familia, ALFA, donde también se realiza el taller de abuelos educadores. Esta vecina de la zona Norte sabe que "es importante que no influyamos en la educación de los niños, si la madre les regaña los niños me miran a mí para que les salve, pero yo tengo que apoyar a mi hija". En este momento recuerda que ella 'odiaba' que su madre se interpusiera en la educación de sus hijos y se ríe, las mismas circunstancias se repiten en las distintas generaciones.
En el barrio de La Paz, en la zona Norte, Dolores Fuentes y Paqui Iglesias acuden a este taller que organiza la Cruz Roja en el Centro de Día de La Paz, antes del comienzo de la escuela de educadores estas dos amigas acuden a taichi. Paqui reconoce que las enseñanzas que reciben en el taller "nos sirven para tener los ojillos más abiertos con los nietos". Paqui y Dolores cuentan su experiencia por el taller mientras bromean con Lourdes Reinoso, la profesional que imparte estos talleres, sobre las actividades que realizan.
A casa de Dolores suelen ir a comer ocho de sus nietos, si le preguntas cuántos nietos tiene responde riendo "no sabría decirte, tendría que contarlos uno a uno", pero se pierde en el cálculo cuando va por el 15 y bromeando dice "Paqui échame una mano que tú tienes menos". Estas dos abuelas están contentas de tener a sus nietos en casa y agradecen el rato que pasan en la escuela de abuelos porque afirman que les da tiempo para ellas mismas.
Si se remontan al pasado reconocen que su familia también les ayudó a criar a sus hijos. Paqui agradece que su suegra contribuyese en la educación de los menores, mientras que Dolores admite que su madre, que vivió con ella porque estaba enferma, también le ayudó con algunos de sus hijos. Ella es madre de ocho hijos y recuerda que los hermanos mayores cuidaban de los pequeños.
Estas dos abuelas, que bromean mientras intercalan algunas de las historias de su vida, confiesan que el principal conflicto que les enfrenta con sus nietos es la comida. "Yo tengo una nieta que lo primero que hace cuando ve el plato de comida es decir qué asco", dice Paqui. Dolores se suma a esta afirmación, "siempre me dicen que la comida de su madre está más buena, que no lleva esas cosas que no le gustan". Pero en la escuela les enseñan como actuar ante estas situaciones. Hace poco hicieron una actividad en el Centro de Día del barrio en la que Paqui hacía de nieta y Dolores tenía que practicar cómo afrontar los almuerzos con los niños. Ambas comentan entre risas esta actividad cuando recuerdan que Paqui era una nieta muy caprichosa.
Dolores tiene claro que si los niños no tienen hambre para la comida tampoco la tendrán para el postre, y que ella no va a hacer una comida para cada uno de los nietos, "yo les digo: si no comes ahora, más hambre tendrás por la noche". Paqui, por su parte, dice contundente "en mi casa hay sólo una comida, y si no les gusta se lo tienen que comer." Todas estas nociones las han aprendido gracias al taller que imparte la Cruz Roja respecto a esta situación cada vez más frecuente.
Antes de irnos le preguntamos a Dolores cuántos nietos van a ir hoy a comer a su casa, a lo que responde cómplice "hoy ninguno porque les he dicho a mis hijos que no iba a estar". Dolores admite que ella no puede negarse a cuidar a sis nietos, porque "mis niños son los primero y no les puedo decir que no".
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