Los Cármenes se llama el estadio del Granada
¿Quién le iba a decir al escritor Armando Palacio Valdés, autor de Los Cármenes de Granada, en 1927, que así se llamaría nuestro Estadio? Esperemos que no sea el Carmen de los Mártires
Uno de los escritores más leídos en las primeras décadas del siglo XX, junto a Pérez Galdós, Blasco Ibáñez y Azorín, fue el representante del Realismo en España, el asturiano Armando Palacio Valdés, nacido a 30 kilómetros de Gijón.
Entusiasmado con Andalucía escribió tres novelas que le dieron gran popularidad y en las que pretendió recoger algo de la esencia alegre y pintoresca del paisaje ambiental, con recuerdos nostálgicos de nuestro pasado morisco más o menos idealizado: La hermana San Sulpicio (1889), ambientada en Sevilla; Los majos de Cádiz (1896) y Los Cármenes de Granada (1927).
No resulta extraño que el paisaje granadino, salpicado de cármenes desde la época musulmana, llamara la atención de los escritores, como lo hizo de los pintores, músicos y poetas. Sabemos lo que son nuestros cármenes, cuál es su etimología y su estructura paisajística porque nos han llegado docenas de referencias. Y aún todavía podemos observarlos dándonos un bonito paseo por el Albaicín. Pero no conviene tardar mucho.
Aunque quedan en Granada todavía. Carmen de la Victoria, del Chapiz, de Las Maravillas. Carmen de los Rodríguez Acosta, de las Tres Estrellas, de los Chapiteles, de los Cipreses, de la Antequeruela, de la Media Luna, de los Geranios. Cármenes unidos a nombres ilustres: al Gran Capitán, Nebrija, Soto de Rojas, José de Mora, Manuel de Falla, Apperley, Max Moreau, Enrique Morente...
Dicen los que saben que la palabra viene del término árabe karm que significa viñedo o lugar pequeño ajardinado en bancales con huerto, arboleda y alberca en torno a la vivienda y en el que nunca suelen faltar ni las parras ni las flores. Residencia ideal que busca las laderas para disfrutar las vistas desde distintos niveles y cuya riqueza depende de la del propietario.
Una de las definiciones más bonitas la dio Pérez de Ayala cuando dijo: el carmen es un jardín cerrado, un gigante escalonado en terrazas, como las de Babilonia. Tiene algo de convento y de harem; en ellos se compendia la paz, el amor y la belleza.
Mucho antes Andrea Navaggiero, cuando vino con Carlos V en 1526, se sorprendió de aquellas "muchas casas y jardines, todas con sus fuentes, arrayanes y bosquecillos. Todo placentero a maravilla, todo con abundante agua; todo tan lleno de frutales que apenas se puede ver el cielo por la espesura de los árboles".
Otro de nuestros sabios, el granadino Bermúdez de Pedraza, ilustre escritor y abogado del siglo XVII, describe los cármenes como moradas "de grande recreación, labradas de varias labores damasquinadas, con patios y huertos hermoseados de estanques y pilas de agua corriente".
Uno de los muchos visitantes extranjeros entusiasmado con lo nuestro, René de Chateaubriand, en su obra Las aventuras del último Abencerraje, llama a los cármenes "verdaderas ermitas de los placeres, asilos de la cansada vida, jardines eternos, muestra y vestigio que aún nos queda del paraíso".
Y el cordobés Luis de Góngora calificó al carmen de su amigo Soto de Rojas, el luego llamado Casa de los Mascarones, como "monte de las Musas y jardín de amores".
Es por todo lo dicho muy justo y razonable que el terreno de juego de nuestro primer equipo de fútbol se llamara Estadio de los Cármenes, siendo Granada rica en ellos.
El nuevo estadio goza de buenas vistas, pues, como los del Albaicín, también está dispuesto en gradas o paratas y no le falta el agua. De lo que ya no estoy muy seguro es de que sea lugar poético, de bonitas flores, jardín de amores, muestra y vestigio del paraíso por su incomparable paz y tranquilidad.
Ni falta que le hace; hablamos de un campo de fútbol, campo de rivalidades, pasiones e ilusiones; pero, quiera el santo mártir español San Fabriciano que no se convierta este año el estadio en el Carmen de los Mártires.
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