La Cenicienta se llama Santa Adela
Los propietarios de la primera fase de viviendas miran al futuro con optimismo, dos meses después de ocupar su casa sienten "que nos ha tocado la lotería"
Las humedades han dado paso a modernos cuartos de baño, la hornilla de butano se ha convertido en una reluciente vitrocerámica y los antiguos suelos de barro son ahora flamantes solerías de mármol. No es el cuento de la Cenicienta pero a los propietarios de las 142 antiguas casas de Santa Adela se lo parece. El plan de transformación del barrio ha permitido que desde hace dos meses más de cien vecinos adscritos a la primera fase del proyecto hayan estrenado una vivienda nueva.
El nombre de la nueva plaza sobre la que se alza el majestuoso edificio -Nuevo Zaidín- es una muestra del espíritu que se ha instalado en el barrio. La media de edad de los nuevos propietarios supera los 75 años pero la ilusión con la que muchas parejas de abuelos han estrenado su casa es la misma que cuando se casaron. Ahora sólo le piden a la vida salud para poder disfrutar durante algunos años de las comodidades que están conociendo en su nueva vivienda y que nunca antes habían visto.
"Hay una mujer que viene una vez a la semana y nos limpia la escalera y, fíjate, no se escucha el ruido de la calle ni de ningún vecino", explican con sorpresa los propietarios.
El proceso de la primera fase, que ahora está en su fase final con la firma de las últimas escrituras no ha sido fácil, como tampoco lo serán las cuatro fases restantes. El coordinador de la oficina técnica de Santa Adela, Ernesto Rodríguez, asegura que en un principio la gente fue muy reacia a asumir esta expropiación. "Tenían la idea de que les estábamos quitando su casa, aunque fuera para darles otra nueva", recuerda.
Una vez aceptado el proyecto llegó la mudanza. La oficina técnica tuvo que recurrir a jóvenes voluntarios para que ayudaran a las personas con más dificultades a empaquetar sus propiedades y desplazarse a la vivienda de realojo. De esta fase ni Juan José Fernández ni su hija guardan buenos recuerdos. "Fue mucho trabajo de la noche a la mañana y además sufrimos otro desalojo, esta vez forzoso, al quemarse el piso de una vecina con un brasero", explica María Celia Fernández. Su padre dice que el realojo le ha quitado dos años de su vida y que ahora que ha vuelto a su casa tiene que darse prisa para que no se le escape ni un minuto más.
A sus 78 años Jesús del Pico sólo lamenta que a ningún alcalde se le ocurriera esta propuesta cuando él tenía 50 años. Lo que más le gusta de su nueva casa es la luz que tiene, pese a ser un bajo. "Todas las habitaciones tienen ventanas al exterior, nunca pensé que pudieramos llegar a tener un piso como éste", explica entusiasmado. Jesús vive ahora en un bajo, la misma planta que tenía en su antigua vivienda, y con la misma orientación. Su vivenda tiene algunos metros cuadrados más que la anterior porque él ha decidido comprar algo más de suelo y una plaza de garaje.
"Se les han respetado los metros cuadrados útiles de sus antiguas viviendas (en torno a 40) aunque en vez de tres habitaciones ahora tienen dos más grandes, y se les ha dado la misma planta y la misma orientación siempre que ha sido posible; es más, hasta están con sus mismos vecinos", argumenta el coordinador de la oficina técnica y trabajador social del proyecto.
Las aportaciones económicas para sufragar su nueva vivienda se han hecho en función de la situación de cada vecino, de forma que han pagado entre 600 y 6.000 euros por su nueva vivienda. No ha sido el único desembolso, también han tenido que costear las cocinas de las viviendas y los muebles que han querido poner.
Pero además de duplicar el bienestar de sus propietarios las nuevas viviendas han duplicado sus facturas, especialmente la de la luz al ser toda la casa eléctrica. La comunidad ha pasado de 9 a 20 euros y la factura del agua también ha engordado su fila de ceros.
La actuación en Santa Adela no sólo ha girado en torno a la inversión económica. Los propietarios han tenido que asistir a varios programas socioeducativos en los que se les ha ilustrado sobre la recuperación de la memoria histórica del barrio, la organización comunitaria, hábitos de pago o resolución de conflictos entre vecinos.
Los 142 vecinos se han convertido en el espejo en el que se miran los cientos de propietarios de las fases posteriores de actuación del barrio de Santa Adela. La degradada zona empieza a mirar al futuro. Debajo del edificio hay cada día numerosos vecinos que miran el bloque intentando vislumbrar cómo será su nueva vida. Dicen que se acostaron pobres y se han levantado ricos... al menos en ilusiones.
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