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'El Chato', del 'New York Times' a la Barraca de Lorca

  • Jaime Menéndez es el primer español que logró fichar para el prestigioso diario norteamericano El que fuera director de 'El Sol' cubrió en septiembre las noticias sobre el frente de Granada

UN luchador revolucionario", así calificó a Federico García Lorca el periodista asturiano Jaime Menéndez 'El Chato', el primer español que formó parte de la redacción de The New York Times. Conoció al poeta de Fuente Vaqueros en Nueva York, en la Universidad de Columbia allá por 1929, pero tuvo varios encuentros más antes de convertirse en director del diario El Sol, el más prestigioso de los periódicos españoles durante la República. El Romancero gitano fue, según señala el nieto de este personaje olvidado de la intelectualidad republicana, Juan Manuel Menéndez, "un libro que le marcó para siempre".

La epopeya del 'Chato'. Del New York Times al campo de concentración de los Almendros (Ed. Agencia Febus) es el título del libro escrito por Juan Manuel en el que relata la impresionante y silenciada historia de su abuelo. Jaime Menéndez Fernández 'El Chato' (Sobrerriba, 1901-Madrid, 1969) fue una de esas mentes privilegiadas de la Generación del 27. Con 12 años sustituía en ocasiones a su padre, maestro de escuela en la localidad asturiana de Láneo, actividad que desarrollaba con inusitado talento teniendo en cuenta su corta edad. Un día, una de sus compañeras de escuela le puso la zancadilla, haciéndole chocar brutalmente con la esquina de un pupitre, con lo que se produjo el aplastamiento total de su nariz. Desde ese día dio la impresión de ser un boxeador profesional, adquiriendo el apodo de 'El Chato'.

La aventura americana comienza en 1919 en La Habana para evadir el servicio militar y perseguir el sueño de trabajar como periodista en Nueva York. Durante toda su vida es un lector empedernido y un gran bibliófilo, además de autodidacta en lo que al aprendizaje de idiomas se refiere. En Cuba trabaja por las mañanas como contable en los almacenes de un paisano asturiano, y por las noches se dedica de pleno al estudio del periodismo y del inglés, francés, alemán e italiano. Adquiere la famosa enciclopedia británica y se la lee varias veces al completo para enriquecer su léxico en inglés. En 1923 decide dar el salto a Nueva York para completar sus estudios en la City University. Comienza su carrera periodística en el diario La Prensa, el primero en español de la metrópolis estadounidense, del que llega a ser director en 1925, el mismo año en el que, siempre según Juan Manuel Menéndez, ingresa en la logia masónica The Universal con el grado 33. Su pertenencia la masonería será de especial relevancia para explicar sus futuros contactos con destacados intelectuales y activistas políticos españoles.

Llegó el día. Lee un anuncio en The New York Times en el que se pide cubrir una vacante en la sección de deportes, lo que no era ni mucho menos la especialidad de 'El Chato'. Se pone manos a la obra, a empaparse de la prensa deportiva y especialmente de beisbol. Más de un centenar de aspirantes y la pregunta: "Mr. Lou Gehrig".

De memoria y de corrido suelta todo lo que sabe sobre el jugador. Nueve días más tarde se convierte en el primer español que ingresa en la plantilla de uno de los periódicos más prestigiosos del mundo. Poco tiempo estuvo en deportes. Tras una excelente crónica sobre los 'Yanquees', el redactor jefe del diario, Herbert Lionel Matthews, lo ficha para política internacional, y al mismo tiempo empieza a colaborar con El Universal de Venezuela. Es en Nueva York donde conoce a Federico García Lorca, a Tennessee Williams, Claude Bowers y al intelectual George Wright, además de Ernest Hemingway y Scott Fitzgerald, entre otros.

Comienza la labor en pro de la república al ser uno de los socios fundadores de la Alianza Republicana Española de Nueva York, colaborando en la publicación España Republicana, donde también escribían personajes como Ortega y Gasset, Madariaga, Azaña y Marañón. En 1932 la North American Newspaper Alliance le envió a Madrid para realizar una serie de reportajes sobre la República y el Gobierno le seleccionó para viajar a la Alemania de Hitler. Asistió al mitin del líder nazi, el uno de mayo de 1933, conoció a los mandos, entre ellos a Joseph Paul Goebbles, "y no olvidó jamás el escalofrío que sintió en todo su cuerpo al estrecharle la mano", escribe Juan Manuel Menéndez.

A su regreso a Madrid se incorpora y codea con el esplendor cultural republicano del 27, con personajes como: Rafael Alberti, Ramón del Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Luis Buñuel, José Ortega y Gasset, Fernando Sánchez Monreal, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Victoria Kent, María Zambrano, Dolores Ibárruri, Manuel Navarro Ballesteros, Javier Bueno, Jesús Izcaray, Antonio Mije, Eduardo de Guzmán Espinosa, Bibiano Fernández-Osorio Tafall, Paulio Masip, Mariano Perla, Fabián Vidal, Enrique Sánchez Cabezas, Miguel San Andrés, José Bergamín, Miguel Hernández, Manuel Azaña, Juan Negrín, Benjamín Jarnés, Santiago Carrillo...

En esa época se implica de pleno en el proyecto del teatro universitario La Barraca, que fuera auspiciado por el titular del Ministerio de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, y que dirigiera García Lorca y Eduardo Ugarte. "También por aquel entonces colaboré con unos cuantos artículos para la divulgación de La Barraca, la compañía de teatro y cultura de Federico García Lorca que, además de ser un gran poeta y dramaturgo, era también un gran actor. Tuve el honor de verle actuar en una de sus representaciones, interpretando un papel femenino con gran talento y oficio. Tenía una enorme sensibilidad y la desplegaba en todas sus facetas. Además, como ya dije, estaba comprometido hasta la médula con la causa republicana. Con la política cultural y social", relató 'El Chato'.

En estos mismos años publicó su primer libro, Vísperas de la catástrofe, de notable éxito y en el que adelantó los terribles acontecimientos posteriores. Comenzó a colaborar con regularidad en las más importantes publicaciones de la época como Leviatán, Cruz y Raya, Ahora, La Voz, Mundo obrero, La Voz' y las agencias Febus, Fabr, United Press, y The Spanish Revue, de la Universidad de Nueva York. Por aquel entonces abandonó la logia masónica Mantua y comenzó su colaboración con el Partido Comunista de España, "luchando de forma continuada por la democracia y las libertades hasta su muerte", según comenta su nieto Juan Manuel.

Los meses previos al 'prendido de la mecha' de la Guerra Civil, en mayo del 36, Jaime Menéndez vuelve a compartir un acto cultural con García Lorca, la última ocasión en la que coincidirían. "El 22 de mayo de 1936 me invitaron a una conferencia en el Ateneo de Madrid, y tuve el honor de conocer a su protagonista. Nada más y nada menos que el insigne intelectual André Malraux. Entre los asistentes estaban Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Ricardo Baeza, Luis Araquistáin, Federico García Lorca, María Teresa León, Wenceslao Roces, José Bergamín y Antonio Espina, entre otros muchos", rememora La epopeya de 'El Chato'. "Por la noche nos invitaron a un cena en el Restaurante Lucky's. Magnífico mesón. Se incorporaron también los escritores franceses Jean Cassou y H. R. Lenormand, que curiosamente acababa de estrenar la representación Asia, en el Teatro Español", añade el periodista.

Son tiempos de amor y de guerra. 'El Chato' contrae matrimonio con Avelina Ruiz Conde, con quien en 1937 tuvo a su único hijo, Jaime, padre del ahora biógrafo Juan Manuel Menéndez. Gracias al panorama político se reencuentra con viejos amigos, periodistas en su mayoría, que fueron enviados a Madrid como corresponsales de guerra por sus respectivos rotativos. Entre ellos, John T. Whitaker, del New York Herald Tribune, y Herbert Lionel Mathews. Los corresponsales extranjeros se hospedaban en el Hotel Florida, situado en la plaza de Callao. Ahí conoce al escritor John Dos Passos, que se encontraba en Madrid para rodar un documental, a Pierre Van Paassen, enviado por la Nana (National American News Agency) y el Toronto Daily Star, al escritor Antoine de Saint-Exupéry, del Paris Soir, y a la pareja formada por Martha Gellhorn y Ernest Hemingway. Éste último se convirtió en un gran amigo y camarada del periodista asturiano.

"Era un hombre que derrochaba un gran sentido del humor, especialmente con su compañero de fatigas, el Sr.'Johnny Walker': no sé cómo se las arreglaba, pero siempre tenía en el hotel una caja reservada. Compartí con él momentos memorables en el Callejón de la Ternera, donde tenía su propio rincón, 'El rincón de Hemingway'", escribió Jaime Menéndez. Fue un momento en el que, como se decía, los mejores periodistas del mundo se encontraban al sur de los Pirineos. Hay muchos más nombres con los que se relaciona el periodista-activista, entre ellos unos tales Indro Montanelli y George Orwell.

Empieza su labor como cronista de guerra para el diario Política. "El 18 de agosto fue asesinado el insigne Federico García Lorca. Como dicen los americanos: no coment", escribe en su diario. Aunque en realidad la muerte, según las últimas revelaciones hechas por el investigador Miguel Caballero, se produjo en la madrugada del 17, tras ser detenido a mediodía del 16 de agosto y conducido a La Colonia de Víznar, antesala de la muerte, para posteriormente ser asesinado. Menéndez fue también uno de los primeros periodistas en ser enviados al frente de Granada, en los primeros días de septiembre de 1936, cuando aún gran parte de la provincia permanecía en manos de los leales a la República. Incluso llegó a dibujar un mapa con la situación del frente.

"Nuestro siguiente destino: el frente de Granada, uno de los más extensos. Las circunstancias, muy similares a Córdoba. La capital estaba tomada por los facciosos, y los aledaños por las fuerzas leales. Curiosamente, la mayoría de los milicianos y de los soldados de Infantería de Marina eran levantinos. Al mando de las operaciones, el combativo comandante Rivadulla. La falta de víveres en la capital obligaba a los rebeldes a realizar incursiones en los ricos cortijos cercanos en busca de ellos. En una de esas incursiones al cortijo de 'El Buco', las fuerzas de Cartagena mandadas por el teniente Torres, y milicianos de Baza mandados por el teniente Campano, atacaron el convoy. Tras una lucha breve, el enemigo se preocupó de incendiar el material, quedando aún dos camiones, de los que se apoderaron los atacantes. El enemigo huyó como pudo dejando veinticuatro cadáveres. Debido a la gran actuación del brigada Espinosa, éste fue ascendido. En todo momento estábamos acompañados de otro ejército, el de los campesinos, que a parte de luchar, si era menester, se encargaba de que no se perdiera ni una sola espiga de trigo, de recoger los garbanzos y de cuidar los olivos", escribió Menéndez.

En 1938 Juan Negrín lo nombra comisario político y al año siguiente se convierte en director del diario El Sol. Encarcelado al finalizar la guerra, escribió a escondidas, de noche, bajo la manta, su tercer libro, esta vez en inglés. Las hojas las sacaban a escondidas su hijo y su mujer, que le apoyó en todo su periplo carcelario. En la cárcel Jaime Mernéndez impartió, clandestinamente, clases de cultura, política y marxismo, llegando a crear una verdadera universidad entre rejas.

En 1944 salió en libertad y, gracias a sus contactos, le consiguieron un trabajo en la embajada de Estados Unidos en Madrid, donde fue secretario personal del departamento de prensa, con Emmet John Hughes. Debido a la presión política que siente, decide exiliarse con su familia a Tánger y acepta la oferta de Gregrorio Corrochano de trabajar en calidad de redactor y posteriormente subdirector del diario España. Allí conoció a Aladino Cuetos, padre de la actriz Concha Cuetos, director de Radio Tánger, preso político, capitán del ejército republicano y héroe en Brunete y el Ebro; también al escritor Alberto España, a la familia Ventura, a los periodistas Antonio Colón, Patricia de Pereda, René Piñero, Samuel Cohen, Juan Estelrich, Luis Grajales y Manolo Cerezales, entre otros. Se reencontró con el escritor Herbert Southworth, y con Fernando García Vela, disicípulo de Ortega y Gasset, José Luis Moreno y Juan Antonio Cabezas, estos tres últimos compañeros en El Sol. Ocupó las corresponsalías de La Vanguardia y las agencias Reuters, Associated Press y United Press International. Empezó a colaborar con la revista Mundo, que se encontraba dirigida por Vicente Gállego, un hombre muy influyente en el régimen franquista y se ocupó de arreglar todos los papeles para que Menéndez pudiese regresar a Madrid, lo que hizo en 1957 de la mano de Gállego, que le encargó la tarea de escribir prácticamente toda la revista.

Paradojas de la vida, Manuel Fraga le contrata para la revista Política internacional. Asiduo a tertulias antifraquistas, principalmente en Casa Labra y en una lechería de la calle Infantas, coincide en ellas con antiguos y jóvenes republicanos. "Utilizó numerosos seudónimos, entre ellos Juan Nadie, Kim, Jacinto Mercadal y Arturo Fernández, nombre con el que homenajeaba a su paisano actor", comenta Juan Manuel.

Jaime Menéndez 'El Chato' falleció de cáncer en Madrid, en 1969. Han tenido que pasar más de cuarenta años para que su nieto, Juan Manuel, recupere la historia de uno de los más brillantes periodistas españoles que, como tantos muchos, fue silenciado y 'encarcelado' por la censura del franquismo.

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