Entrevista | Alberto Bueno | Experto en geoestrategia UGR

"China y Rusia aspiran a romper alianzas y cambiar el tablero hacia la multipolaridad"

  • La crisis del Covid-19 está poniendo en discusión las relaciones entre grandes potencias, países emergentes y entidades supranacionales como la UE: ¿qué mundo saldrá tras el virus?

Alberto Bueno, en su despacho

Alberto Bueno, en su despacho / G. H.

Médicos cubanos llegando a Italia portando su bandera, aviones llegados desde China cargados de material médico, camiones militares del Ejército ruso desplegándose en la Lombardía, la Unión Europea discutiendo lanzar o no los 'coronabonos', y Donald Trump y Jair Bolsonaro minimizando el impacto del Covid-19. Si todos los analistas coinciden en que cambiará la forma de vida conocida hasta ahora en lo más cotidiano, en el siempre complicado equilibrio de fuerzas internacional, hay países que están aprovechando esta crisis para ganar presencia e importancia. Analizarla es lo que hace Alberto Bueno (Granada, 26 de febrero de 1990), miembro del Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI), del departamento de Ciencia Política de la UGR, y creador de la publicación digital Global Estrategy, que ha colaborado con medios como The Times, Cadena SER o Radio France International.

–¿Se puede hablar ya de nuevo orden mundial?

–Todavía es pronto. Esta situación no cambia nada que no tuviéramos ayer. Sí es verdad que estamos viendo tendencias de los últimos años que se están haciendo más visibles. Incluso la opinión pública lo está viendo. Estas ayudas desde Rusia o desde China forman parte de una estrategia premeditada para enseñar, si no músculo, sí solidaridad, hacer diplomacia para ganar el favor de otra opinión pública y sus gobiernos. Esta crisis abre una ventana de oportunidad para que se puedan mostrar.

–¿Entonces es más bien una operación propagandística?

–Sin duda. 'Estamos aquí, somos importantes, y si vuestros aliados no lo hacen, nosotros sí'. Ese es el vector de todo esto.

–¿Qué mundo va a salir de esta crisis?

–Voy a ser prudente, pero estamos viendo un mundo donde potencias como China o Rusia quieren demostrar que son un actor fundamental clave, y aspiran a romper alianzas que estaban consolidadas con esas ayudas a España o Italia. El tablero se va a cambiar hacia la multipolaridad, con diversos polos de poder, se va a hacer más presente que nunca y nos va a llevar a cuestionar entonces si dar pasos hacia unidades políticas como la Union Europea tiene sentido o no. Estamos recurriendo a los mecanismos clásicos del Estado: cerrar fronteras, movilizar todos los recursos, nacionalizaciones, estados de alarma... Sí puede haber una reivindicación del Estado-Nación, que parecía que se estaba diluyendo. Son factores que se pueden acentuar.

–¿Esto se parece a una guerra biológica?

–No, en tanto que falta un aspecto clave, que es un actor que lo ponga en marcha, que hubiera lanzado en ataque. Esas dos voluntades que se enfrentan no existe como en una guerra, como concepto 'clásico'. Ahora bien, sí tenemos ese aspecto, como sociedades occidentales, de ver cómo las cifras de muertes ascienden dramáticamente día a día, ese sacrificio de exigir responsabilidad y disciplina a la población, de restringir sus movimientos, que es la libertad fundamental de cada democracia. El contexto puede evocar a lo que es una guerra.

Material médico enviado desde Rusia a Italia Material médico enviado desde Rusia a Italia

Material médico enviado desde Rusia a Italia / Ministerio de Defensa de Rusia (Efe)

–Se está aludiendo mucho, sobre todo en el ámbito político, a terminología bélica para mantener la moral de la ciudadanía levantada. ¿Es correcto?

–Admito que hay ese debate y también las voces que dicen que este tipo de terminología puede crear un estado de pensamiento que acentúe derivas totalitarias, restricción de libertades o uso de fuerza. Puedo comprender el fondo, pero no lo comparto. Creo que en un contexto como el actual y en una democracia como la española, este tipo de vocabulario solo trata de crear resiliencia, la capacidad de soportar un golpe brutal para la sociedad. Llamamos héroes a ese personal sanitario porque están exponiendo su vida. No creo que haya que preocuparse por otras derivadas.

–¿También la guerra es de cifras? Es decir, ¿son creíbles los números que dan los países, como por ejemplo China o Rusia, donde hasta hace poco no había muertes?

–Creo que las cifras no son claras ni precisas, y que hay un ocultamiento. Se ha dicho que se ha superado el número de muertos de China, pero dudo que haya un asesor político, científico o experto que dé crédito a sus cifras. Se ha hablado mucho del ejemplo chino, pero la realidad es que durante los primeros meses, por proteger la imagen del partido, no alertar a la población, o proteger sus mercados, por distintas cuestiones, China tuvo una política opaca, de no decir nada a la comunidad internacional, y esto, como el caso de Rusia y demás, a mí me invitan a pensar que sus cifras no son exactas. Tampoco perdamos de vista una cosa: los regímenes autoritarios, por definición, por pura estrategia de supervivencia, son opacos, por eso nunca van a contar la verdad. El prestigio, el mantener la imagen de que es una dictadura pero mirad cómo funciona, les va la vida en ello.

–Ha habido un clima reinante en las últimas semanas en el que se tiende a alabar la gestión de China con el coronavirus, obviando en todos los casos, que se trata de una dictadura autoritaria.

–Me parece crucial. Cuando esto pase y nos replanteemos qué queremos ser de mayores, si se permite la expresión, qué sociedad queremos, qué tenemos que cambiar, en qué se ha fracasado, esto va a estar ahí. Es un error porque, precisamente en Asia, estamos viendo países que son democracias como Corea del Sur, Japón o Taiwan, han demostrado contener la enfermedad muchísimo mejor que China, con políticas transparentes, colaborando con la comunidad internacional. Las pandemias en las últimas dos décadas han tenido su foco en China, y eso nos dice que su sistema de control sanitario no ha funcionado bien. Es una pulsión que un análisis detenido de la realidad, de cómo ha ocurrido y se está gestionando, no aguanta ese argumento.

Avión con material médico chino aterrizado en Varsovia (Polonia) esta semana Avión con material médico chino aterrizado en Varsovia (Polonia) esta semana

Avión con material médico chino aterrizado en Varsovia (Polonia) esta semana / Andrzej Lange (Efe)

–¿Los populismos se van a alimentar o se van a debilitar tras esta crisis?

Esto depende de cómo se acabe. Si esto es una vuelta a ese discurso del cierre de fronteras y del control, y si los expertos acaban desacreditados porque se contradicen entre ellos y la población no entendemos su debate, que han fracasado y los gobiernos no han hecho caso, sí se puede crear un caldo de cultivo para que ese tipo de perfiles se puedan aprovechar. Ahora es una cuestión demasiado abierta.

–¿En qué papel se quedan en esta crisis la OTAN y la UE?

–La OTAN va a depender de la propaganda y la ayuda. Si es capaz de demostrar que es capaz de articular respuestas a los países y así lo percibe la población, puede ser una institución que demuestre que puede ser útil. Pero la UE es crucial. Me temo que con este recibimiento de ayuda de Rusia o China, y que la población tenga la idea de que la UE no lo hace entre sus miembros, va a perjudicarla. Y luego la percepción. Aquellas instituciones que siguen una lógica comunitaria (comisión, BCE...) vemos que están funcionando como la ayuda de 750 millones de euros como respaldo a las economías nacionales. Eso se está movilizando. Pero son instituciones como el Consejo, que es donde los Estados están representados, y que es donde deciden, es donde no están haciendo nada. La UE no tiene competencias sanitarias, ni siquiera de armonización. Puede promover la cooperación entre los socios, pero poco más. Son los Estados quienes tienen que hacerlo. Puede ser muy fácil para posiciones populistas culpar a la UE de los fracasos, pero en estos aspectos críticos, no es la UE, si no los Estados los que deben dar respuesta. Entonces, de cómo se perciba ese juego de matices críticos va a ser muy importante.

–¿En qué posición se queda España en este juego geoestratégico?

–España, aunque nos cueste reconocerlo, no deja de ser un actor de segunda fila. No estamos en las decisiones críticas. Ahora bien, España es muy europeísta, y yo díria que se reforzaría esa condición. Ahora bien, si percibimos que no se ha gestionado bien, que no hay solidaridad entre los socios, que los mecanismos europeos no funcionan, y que un actor como China nos ayude, lógicamente esa 'mayoría social' se puede resquebrajar. Pero es demasiado pronto. Si la sociedad empieza a percibir otras cosas y ciertos partidos políticos alientan otras posiciones, esas alternativas hay que considerarlas.

–¿Es posible entender esta crisis del coronavirus sin la geopolítica, o geoestrategia?

–Es una crisis que, al ser global, que supone un shock absoluto para todos los Estados, sí puede dar lugar a que la política internacional reafirme potencias, y que instituciones consolidadas, pero que venían debilitadas con la crisis de 2008 o la migratoria, como es la Unión Europea, se resientan aún más. Sin duda alguna, la crisis va a tener una derivada de política internacional condicionada por este juego geopolítico entre los distintos actores. El resultado está por ver.

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