Chocolate y churros a los más limpios
El instituto de Secundaria Francisco Ayala promueve el civismo en las aulas con un concurso en el que se premia a los alumnos que mejor mantienen su clase
Inculcar el valor por el trabajo bien hecho, el respeto por la comunidad, la confianza de saberse útil son propósitos bellos, hermosísimas palabras, que, sin embargo, puede que resulte complicado llevar del papel a la vida real. Sin embargo, siempre hay maneras de hacer que la obligación sea menos pesada e, incluso, se convierta en un motivo de alegría. Así se lo toman en el Instituto de Educación Secundaria Francisco Ayala de la capital granadina, donde, por segundo curso consecutivo, organizan un particular concurso en el que se premia a los alumnos que cuidan con más esmero su aula.
En uno de los tablones de anuncios a la entrada del centro educativo está la tabla clasificatoria de esta singular competición. Cada quince días, las limpiadoras del centro puntúan de 0 a 5 el trabajo de los alumnos para mantener en condiciones su aula. No se trata de hacer el trabajo de limpieza, sino de cuidar el bien común. Al final del trimestre, la clase que haya obtenido más puntos recibe como recompensa un desayuno -que suele consistir en chocolate con churros- y el reconocimiento público de su buen hacer a través de la web del instituto. Además, si ese aula consigue el reto ser la más limpia durante todo el curso, los alumnos serán recompensados con una jornada en el parque acuático Aquaola.
"El servicio de limpieza está ahí, pero cuando menos trabajo se le dé, mejor para todos", explica la directora del centro, Pilar González, que señala que esta medida de premiar a los mejores da mejor resultado que otras medidas que se han intentado. Una iniciativa anterior repartía el trabajo de adecentar el patio por turnos después del recreo, pero aquello no funcionó del todo. No se creaba conciencia de que aquello era responsabilidad de todos, y los que no tenían que limpiar ensuciaban igual que antes porque, total, había alguien que se encargaba de recoger.
Por ello surgió la idea de la recompensa, un premio a corto plazo y otro de más entidad al final del curso. La implicación en los meses que esta iniciativa lleva en pie ha sido mayor. "Premiarles ha surtido efecto", reconoce la directora, que incide en que el objetivo de esta iniciativa es "educarles, concienciarles, de que hay que responsabilizarse un poco más", y que deben actuar como en su propia casa, donde "no llenan de basura su cuarto". La cosa funciona tanto en ESO como el Bachillerato. Los primeros se dan cuenta así de que ya no están en el colegio, y que tienen que asumir más responsabilidades. Los grandes, por su parte, tienen en aliciente de dar ejemplo a los más pequeños.
Los chavales responden y los padres, además, están conformes con la idea. Pilar González relata que la de los premios a las aulas más limpias no es la única iniciativa en este sentido que ha tomado el centro. "Otros años, cuando hemos visto conductas inapropiadas, una forma de corregirlas ha sido sugerir a las familias que traigan a los chicos por la tarde para que colaboraran, por ejemplo, en la recogida de hojas en el patio", una especie de tarea comunitaria que, más que un castigo, se emplea como medida correctora. "Los padres no lo ven como una acción humillante, sino que hay un acuerdo y lo ven adecuado", destaca la directora.
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