Comer en el paraíso
THAI ELEPHANT
Naranjos, naranjos y más naranjos esparciendo al aire su perfume de azahar. El Valle de Lecrín es la viva imagen del jardín del Edén. Almendros en flor, ciruelos, flores silvestres coloreando caminos y praderas, trinos de pájaros… es imposible no enamorarse de esta comarca y eso fue lo que le ocurrió a la tailandesa Dao Greenhalgh y a su familia. De ese amor surgió uno de mis restaurantes favoritos de la provincia de Granada, el Thai Elephant, en el camino de Restábal a Pinos del Valle. Comida típica tailandesa hecha por la propia Dao, una mujer con el don de inspirar paz, tranquilidad y buenos sentimientos a su alrededor, además de cocinar divinamente. Su hija Natasha y ella forman un tándem fantástico, entre las dos consiguen que almorzar o cenar se convierta en toda una experiencia. Una buena idea para estos días de Semana Santa, a sólo 25 minutos de Granada capital. Muy fácil de localizar gracias a las esculturas de elefantes (símbolos de buena suerte) que arropan todo el cortijo. Los amantes de lo oriental encontrarán aquí su paraíso. No sólo por la cocina, también por el lugar rodeado de jardines, agua, silencio.
Recomiendo empezar con unos aperitivos de gambas, pollo y pescado, acompañados de salsa de cacahuete y de chili dulce. Me resultaron muy originales y refrescantes las hojas de lechuga rellenas de carne picada. A continuación me gustaron los fideos con marisco, muy ligeros, y el sutil gusto final a coco del curri verde con pollo. José Ramón Ortega, responsable de servir los platos, no se cansa de explicar las características de cada receta a quienes no están acostumbrados a la cocina oriental. El pato con naranja también es muy recomendable, sobre todo por la fusión de sabores con la piña que lo acompaña. Como postre es delicioso el mousse de mango y menta y el plátano frito bañado en chocolate caliente.
En vez de pedir café sugiero probar la infusión de hierbabuena, jengibre y miel. Beberla mientras se contempla el maravilloso paisaje que se cuela por las ventanas del Restaurante provoca una agradable sensación de sosiego. Dan ganas de decir 'Om', uno de los mantras sagrados del budismo. El comedor interior tiene capacidad para 25 personas, aproximadamente. Con buen tiempo es muy agradable comer en los jardines disfrutando de los pavos reales y de los caballos que viven en la finca. Muchas de las frutas y verduras proceden de la huerta del cortijo, también los huevos. Una cocina muy auténtica, sensible y respetuosa cuya filosofía reside en la famosa frase de Buda: "Miles de velas pueden ser encendidas por una sola vela y la vida de la misma no disminuirá. La felicidad nunca disminuye por ser compartida".
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