Conserjes de la Universidad
Ramallo, Olivencia, Robles: tres señores de Vera, Guadix y Béznar. Nada tiene que ver el respeto y la educación con el servilismo. Ser amable no es arrastrar el uniformeSon tres ejemplos de todos los que han ejercido esta labor en la institución académica granadina
Mientras los ilustres catedráticos preparan a conciencia sus clases; mientras otros dirimen sus cuitas en los juzgados en vez de en los foros científicos y los alumnos pretenden despejar su natural ignorancia aprendiendo de los sabios, el personal de administración y servicios vela por la institución universitaria entre bastidores, sin fotos y muchos de manera ejemplar.
No puedo ocultar mi cariño especial hacia los conserjes en general y hacia los de la Universidad de Granada en particular, tal vez porque mi abuelo paterno lo fue, aunque yo no lo llegué a conocer.
Son frecuentes los que han dejado huella. Es el caso de este almeriense de Vera que trabajó en la Biblioteca General de la Universidad cuando estaba en la Facultad de Derecho. Alguien se debe acordar; se llamaba Juan Antonio Ramallo Ortiz, modesto, callado, diligente y muy educado; era soltero, no tenía título académico alguno y se pasó la infancia junto a su padre, medio ciego y también conserje. No desaprovechó el tiempo; le dio por catalogar legajos, ordenar registros y confeccionar con ellos el libro hoy conocido como 'el Ramallo': un catálogo del profesorado de la Universidad.
Va prologado por el catedrático Rafael Gisbert. Dicen que la primera historia de nuestra Universidad la hizo un catalán que además era químico y llegó a rector; se llamó Francisco de P. Montells y Nadal (1870). Otra escribieron juntos los profesores Orozco y Bermúdez Pareja en 1958, y luego muchas más.
La obra de Ramallo es más modesta, pero sigue teniendo hoy importancia para los que nos dedicamos a la investigación. Recibió un Diploma en el que reza 'Medalla del Premio a la Constancia y Ejemplaridad' en 1981. La medalla era de bronce porque parece ser que el oro no lo merece un conserje.
Una moto acabó con su vida
Un desgraciado accidente acabó con la vida de uno de los personajes más entrañables de la Facultad de Derecho, Francisco Olivencia. Miles de alumnos, hoy abogados, jueces, notarios, lo recordarán; lo que le faltaba de talla física le sobraba de altura moral. Una sola esquela del Comité de Empresa del Personal Laboral recogía su muerte en septiembre de 1986. Fue en el Camino de Ronda y apenas tuvo eco a pesar de haber trabajado casi cuarenta años en Derecho y en Trabajo Social. Olivencia hacía favores a todo el mundo; eran los días de profesores emblemáticos de nuestra Universidad que le mostraron su especial cariño: Mesa Moles, De la Higuera, Cazorla, etc. Todos los testimonios coinciden en su amabilidad, en su espíritu de servicio y en su sentido del respeto, desde el primer catedrático al último alumno.
El Sr. Olivencia había nacido en Guadix, hijo de bedel y padre de tres hijos que hoy lo recuerdan con orgullo desde sus dignos puestos de abogada, médico y psicólogo y archivero del Histórico de la Universidad. En 1982 recibió la medalla de plata y fue condecorado por el entonces Ministro de Educación Mayor Zaragoza.
Del bellísimo pueblo de los limones dorados, de Béznar, llegó a Granada Nicolás Robles. Toda una institución como conserje mayor en la Facultad de Medicina. Era el año 1944, recién abierto el edificio apareció el joven Nicolás con su característica amabilidad y el hondo sentido de la responsabilidad que mantuvo hasta su jubilación, dejando fecunda huella en sus tres hijos: Carlos, conserje de la misma Facultad, la Doctora Robles, pediatra, y la tercera, técnico en el Laboratorio de Histología. Cuenta Nicolás con 89 estupendos años y se mantiene orgulloso de las numerosas felicitaciones recibidas con motivo de su jubilación; desde la del Ministro a la de la Asociación de Antiguos Alumnos, profesores y compañeros. Recuerda los días convividos con tantos ilustres maestros: Pareja Yébenes, Guirao, Escobar, Ciges... Pero nunca olvida los calurosos recuerdos de los miles de alumnos que él conoció. Para el Sr. Robles la palabra portero viene de porte, de elegancia, de saber estar.
No son los únicos y aquí no cabrían todos, pero resultaron ejemplares y los buenos ejemplos están para imitarlos. Nada tiene que ver el respeto y la educación con el servilismo. No es bueno confundirse y pensar que atender al prójimo con amabilidad es arrastrar el uniforme.
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