Distintas generaciones y un mismo camino a la vendimia francesa
Cantaba Carlos Cano en 1977 que "los jornaleros se van pa' la vendimia francesa". 40 años después, los andaluces siguen partiendo al norte cuando la uva está madura y queda para recogerse. Desde Montejícar salen los primeros granadinos dirección a tierras galas. El municipio colinda con Jaén, y a él se llega a través de campos dorados cubiertos por un verde color olivar.
En la parte sur del mapa francés la temperatura es similar a la de Granada. Hace calor de día y las noches son suaves. También el color de la tierra y el de la flora se parecen. La principal diferencia es que allí dan vino y aquí aceite. Y el líquido morado se paga mejor.
Un autobús, 30 trabajadores y 25 horas de viaje. Son los números previos a 40 días de trabajo entre parras, por unos 2.000 euros. En el sur de Francia encontrarán una finca a la que los temporeros de este pueblo llevan yendo desde hace 50 años, donde los espera la dueña y los patrones, algunos españoles, otros nativos. Hay trabajadores que chapurrean francés, lo justo para entenderse en el campo, y ayudan a los que no. Ayer sábado se fue el primer grupo y en los próximos días harán lo propio otras 270 personas en coches particulares y en microbuses.
"Lo que peor llevamos es la vivienda. Nos quedamos más de 20 en una nave con habitáculos en los que ponen hasta siete camas. Tenemos que atarlas con cuerdas para que no se caiga", cuenta Antonio García, joven de 21 años que ayer partió hacia Francia. Lleva desde los 16 yendo, aunque un año lo hizo para limpiar las hojas de las parras. No tiene estudios y su alternativa el resto del año pasa por recoger aceitunas y el paro. Como la mayoría del pueblo. Atrás, Antonio deja a Rocío, su novia. Aunque lleve cinco años partiendo al norte, a ella le cuesta despedirse cada agosto como el primer día. A Francia se llevan en cajas y maletas lo indispensable para sentirse como en casa. Otra vecina, Carmen Castillo, lo explica: "Sobre todo comida y cacharros de cocina, sábanas también llevamos. Aunque donde nos quedamos no es lo mejor del mundo, al menos tiene una cocina grande".
Carmen tiene un hijo con Síndrome de Down y no recibe la ayuda para la dependencia. "La he pedido dos veces y me la han denegado, en la asociación de Granada no se lo explican". Dos veces a la semana lleva a su niño a la Asociación de Síndrome de Down de la capital, donde recibe cinco horas de clase. Sin ningún tipo de ayuda del Estado, a Carmen no le queda otra que dejar su pueblo durante los próximos 40 días.
A Francia se va dos veces al año: una ahora y otra en abril, para aprovechar la temporada de otras frutas como la manzana. Con el 'boom' de la construcción iba menos gente al país de la Torre Eiffel, así que los que lo hacían trabajaban más horas, lo que suponía más dinero. "Ahora no, con suerte echamos seis, pero lo normal son cuatro o cinco", se lamenta un familiar de Carmen mientras descarga sus enseres de la furgoneta.
En los próximos días saldrán de Andalucía 11.000 trabajadores para recoger la uva francesa, 3.000 de Granada, a la que solo supera Jaén (3.300). Montejícar es el primer pueblo que se queda vacío en la provincia por la vendimia. Otros que lo acompañarán son Zújar, Moclín, Iznalloz, Baza, Benamaurel, Deifontes, y Guadahortuna. Los trabajadores se repartirán por diferentes zonas del sur de Francia, como por ejemplo Perpignan, Montpellier, Burdeos, Estrasburgo, Lyon, Marsella, Pau y Toulouse. Desde UGT Granada se advierte que todas las plazas están ocupadas y aconsejan no ir a la aventura en busca de trabajo porque el campo francés se encuentra saturado.
Los 'afortunados' que se dirijan a Francia con trabajo cobrarán lo estipulado por el salario mínimo interprofesional de crecimiento, que asegura 9,67 euros a la hora, un 0,6% más que en 2015. Un sueldo impensable en España donde la hora trabajada en el campo ronda los 6,20 euros.
La coordinación previa es fundamental. Para trabajar en la vendimia francesa hay que contactar directamente con los empresarios y agricultores interesados en contratar gente e incluso algunas veces ya existen vínculos establecidos de años anteriores.
En el primer grupo que sale de Montejícar el encargado se llama Diego García. Tiene 41 años, lleva acudiendo a la cita de la vendimia desde los 17, y ahora lo hace con su familia. "Con ellos es más fácil que hacerlo solo. Nos apoyamos mucho". Cuando era joven se sacó el título de electricista de Formación Profesional y ahora el resto del año trabaja en el mantenimiento del Ayuntamiento del pueblo. "En agosto no hay faena [en el Consistorio] pero a fin de mes hay que seguir llegando". No suelta el móvil de la mano porque el autobús lleva retraso. Tendría que haber llegado sobre las 12:30 y es casi la una.
Muchos de los habitantes del municipio parten a Francia como hicieron sus abuelos. Ahora, con una crisis que siempre estuvo en el campo andaluz, padres e hijos tienen que ir juntos para sacar a la familia adelante. "Esto es algo que se hereda. Al final se convierte en un círculo vicioso, porque cuando vuelves no hay trabajo, cobras el paro, sigue sin haberlo, te metes en la aceituna y terminas yéndote de nuevo con los franceses", dice José Luis. Él ya no va porque ha encontrado trabajo en la cooperativa agrícola del pueblo, pero hizo las maletas durante 30 años. Lleva sin hacerlo dos. "Y que sean muchos más". También se acuerda de cómo eran los viajes antes, con autobuses mucho más antiguos. "Casi dos días tardabas en llegar allí, y tenías que trabajar nada más hacerlo".
Algunos como José Luis ya no acuden a la cita francesa porque encontró trabajo. Otras, como Ana Cañizares, lo hacen por otros motivos. "No es plan que en mi estado vaya a recoger uvas". Ana ríe, y es que la granadina está embarazada de ocho meses. El problema es que si ella no va, en su casa solo entrará lo que gane su marido. "Lo bueno es que aquí en el pueblo somos casi todos familia y nos ayudamos", dice.
Junto a los más veteranos parten también jóvenes parados, que quieren pagarse los estudios o que tienen que echar una mano en la economía familiar. Es el caso de José Luis García. Cumplirá 19 años el próximo día 7 en suelo francés.
Es el pupilo de la expedición y va acompañado de su madre. Su abuelo, de Barcelona, los despide a los dos grabándolo todo con una cámara de vídeo. José Luis conduce la furgoneta que transporta sus cosas y la de su progenitora, y es diligente a la hora de bajarlas del vehículo. A pesar de su corta edad no es nobel en recoger uvas. Este es el segundo año que va a la vendimia. "El año pasado firmé un contrato de 32 días, pero trabajé menos porque llovió. Hice 1.600 euros". Viste camiseta blanca, pantalón corto y usa gafas. Quiere ser informático. "Hace un año eché los papeles para estudiar en Granada pero no me cogieron, y este año me he equivocado con el sello de los papeles". Lleva internet en su teléfono móvil para intentar solucionarlo y entrar en la segunda convocatoria. "Si lo cogen habrá que pagar el piso en la capital", espeta su madre, como dando a entender por qué marchan al sur francés.
Ir a las campiñas francesas no entiende de edades, sexo, condición social ni nivel de estudios. Es el caso de David Ramos. El joven de 31 años es licenciado en arquitectura técnica. Colaboró poco tiempo con un estudio de arquitectura, estuvo seis meses en el Ayuntamiento de Almería en obra civil y lo último que ha hecho es trabajar como peón en Ibiza. "Esto no distingue entre si tienes una carrera universitaria o no", apunta un vecino que se despide de él. David explica que al menos los dos viajes en autobús lo paga el patrón francés, y que el cortijo donde se queda está amueblado y en perfectas condiciones. "Depende mucho de la parcela que te toque cada año, pero yo no me puedo quejar". Es el segundo ejercicio en el que se traslada hasta los viñedos.
Adelino Liebana lleva en la vendimia desde 1987, y este año viaja con su hijo por primera vez. No quiere la vida que él ha llevado para alguien de su misma sangre. "A ver si hacen algo los políticos, porque las nuevas generaciones no se merecen esto, son gente mucho más formada", comenta.
Ya lo pedía, en el año 1976, el granadino Carlos Cano en La murga de los currelantes: "El mecanismo tira palante/de la manera más bonita, y popular/sacabe el paro y haiga trabajo/escuela gratis, medicina y hospital/pan y alegría nunca nos falten/que vuelvan pronto los emigrantes/haiga cultura y prosperidad".
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