Encaje de bolillos, retales de tradición

Unas quinientas personas se dan cita en Puerta Real en el segundo encuentro de artesanos de los hilos

Los mundillos son los soportes donde se coloca el patrón.
Los mundillos son los soportes donde se coloca el patrón.
Ester Araúzo / Granada

06 de octubre 2008 - 01:00

La cháchara y la charla no dejaban ayer oír ese sonidito típico del chocar de los bolillos. Hacía falta acercarse a las manos para percibir el tintineo de la madera. "Esto es el imperio de los sentidos", asegura Mariluz Villa, una encajera de Huétor Vega que lleva ya 13 años dibujando con sus hilos. "Tocas la madera, que tiene un tacto suave, oyes ese sonido de los bolillos, que te relaja, y por supuesto, es agradable a la vista porque ves que haces cosas muy bonitas", cuenta esta artista, que asegura que sigue siempre aprendiendo y que hace poco estuvo en un congreso en Holanda para ver otras técnicas y otros estilos.

Una infinidad de curvas y rectas, de formas y puntos diferentes salieron ayer de los salones y de los cuartos de estar de cada casa y se dejaron ver en el Encuentro de Encaje de Bolillos organizado por la asociación La Sabika. Puerta Real se llenó toda la mañana con la magia de una tradición que echa sus raíces en la infancia, donde muchas de las encajeras recuerdan que aprendieron este arte de enredar los hilos con tino y acierto.

"Aprendí de pequeña, pero luego me casé y tuve hijos y lo dejé. Ahora que ya soy abuela y tengo más tiempo es cuando lo he retomado. Y me encanta. Me dan las dos y las tres de la mañana haciendo encaje". La que habla es Carmen Cruz. Viene al encuentro desde un pueblo de Jaén, Garciel, y cuenta que antes se hacía el encaje sobre todo para embellecer el ajuar. Entre sus manos dio forma a unos preciosos guantes blancos de novia, que llevó su hija en su boda, recuerda con cariño. "Además de entretener, esto hace trabajar la mente y las manos, que es muy importante", añade.

En otra mesa hay varios mundillos de distintos tamaños. Los vende Pilar Arenas y los hacen ella y su marido, explica: "Son el apoyo para el picado, que es el patrón". Es decir, sobre el mundillo, se pone el picado y luego se va a girando a medida que se avanza en el dibujo. Pero también se pueden hacer bolillos con la torta, que es una almohadilla circular y sirve, por ejemplo, para hacer encaje ruso.

De las quinientas personas que se reunieron ayer bajo el sol teje que te teje, sólo tres o cuatro eran hombres. Pero haberlos los hay. Manolo Ramón, de Benalmádena, defiende sus derechos. "Estamos batallando con los ayuntamientos por el tema de la igualdad, porque sólo se habla de encajeras, como si nosotros no existiéramos", reivindica Manolo, que desvela uno de los encantos del encaje: "Aunque se use el mismo patrón, no sale igual, porque cada uno tiene sus manos". Con una muestra de encaje en las manos afirma: "¿Sabes cuándo un hombre o quien sea puede hacer encaje? Cuando esto lo ve como lo que es, una maravilla. A partir de ahí, todo es ponerse".

Llegados desde el municipio almeriense de Urracal, Jesús Noguera y su hija Laura, de 10 años, también rompen moldes. Él, por ser uno de los pocos encajeros que hay, y ella, por su corta edad, porque a muchos jóvenes eso del encaje de bolillos les suena al siglo pasado. "Normalmente lo hacían las mujeres porque tenían más tiempo y se tiende a seguir las tradiciones, pero a mí me gustan los trabajos manuales -y se le dan bien, todo hay que decirlo- y esto es uno más", se encoge de hombros Jesús, que le hizo a su ahijada la liga para la boda y que rescató algunos patrones de hace décadas de casa de su abuela.

Laura muestra uno de sus trabajos. "Éste lo he cogido rápido, pero algunas veces me cuesta más tiempo", confiesa. Entre su obra terminada, tres pañuelos, dos abanicos y dos puntos de libro para separar las páginas. Es en manos como las suyas donde está la clave para que esta tradición sobreviva al paso del tiempo.

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