Granada

Encarna Rodríguez pregona las ferias de los años 60 y 70

  • La abogada da el pistoletazo de salida a la Feria de 2013 con el Pregón de los Caseteros, que se celebra en el Carmen de los Mártires

Encarnación Rodríguez, casetera hija de caseteros, fue la elegida ayer para ofrecer el pregón de la Feria del Corpus 2013. Casada y madre de dos varones, esta abogada tiene una larga trayectoria en el mundo del asociacionismo, en el ámbito de las ciencias jurídicas. El Carmen de los Mártires fue el escenario del pregón "lleno de nostalgia" que ofreció ayer.

"Lo primero que me viene a la cabeza al recordar las fiestas del Corpus son los años de mi infancia, personas que ya no están y feriales que no existen", comenzaba la pregonera.

Aunque es socia de la caseta la Alboreá empezó a acudir a la feria a otras casetas de la mano de su padre, que era socio de Viva la Pepa.

En concreto, Encarna hizo retroceder ayer a los asistentes hasta los años 60 o 70. "Mi abuela, María, como tantas de nuestras abuelas, que nos llevaba a ver los Chacolines en la Plaza de Bibarambla. ¿A que os suena...? ¡Que viene la bruja! Y los gritos de ¡Chacolín, Chacolín!", comentaba.

"Por entonces, nos daban las vacaciones el miércoles a las 12 para ir a ver la Tarasca y entonces … ¡Empezaba la jarana! Reconozco que me daba miedo el Dragón y, sobre todo, los Cabezudos, por los vejigazos que daban. Me gustaban los Gigantes, tan majestuosos. Me hechizaba su danza. ¿Quién no ha comentado si el estilista de turno había acertado con el vestuario de la estrella principal de la fiesta y si verdaderamente esa sería la moda que se llevaría en la temporada?", evocaba Encarnación Rodríguez.

En aquellos años en los que "la Feria duraba doce días, de miércoles a domingo y de lunes a domingo". "Los caseteros que conocí en ese tiempo eran jóvenes inagotables. Hombres que trabajaban y montaban su caseta. Mujeres que limpiaban, compraban claveles y abalorios. Niños que abrían flores. El primer domingo se oía: ¡Catetos a su pueblo! Y la fiesta para los niños también terminaba ese domingo", señaló ayer Encarna Rodríguez, quien rememoró también las jornadas interminables de los padres: "Iban a comer a la caseta, echaban la siesta en la casa, volvían a cenar en la caseta, les daba el alba y seguían a la mañana siguiente trabajando y limpiando".

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