Encarna, medalla al mérito en el trabajo

ayer y hoy

Trabajaba de sol a sol, de luna a luna y de norte a sur. Ora en La Romanilla, ora junto al bingo de Puerta Real. ¿Para quiénes son las medallas al mérito en el trabajo?

Encarna, medalla al mérito en el trabajo
Encarna, medalla al mérito en el trabajo
José Luis Delgado

02 de mayo 2017 - 03:00

Desde que tengo uso de razón estoy viendo en la esquina a esta simpática mujer de sonrisa eterna, moño en lo alto y delantal recién planchado. Hoy paso y la echo de menos. Ya no viene Encarna al puesto de la Romanilla frente al Caramelo. Encarna trabajaba de sol a sol, de luna a luna y de norte a sur; porque por la mañana la veíamos en la esquina de la calle Capuchinas, luego se arreglaba el moño y aparecía hecha una rosa en la Acera del Casino manteniendo una eterna sonrisa que le duraba hasta el amanecer, pero cambiando el género de su angarillas rodante.

Era su puesto como un micromercadona bien puesto; de día y con sol y según la estación fueron pascueros, nardos, higos chumbos o membrillos; luego a la caída de la tarde y hasta bien entrada la noche pueden ser frambuesas, chicles y tabaquillo. Lo mismo te vende una maceta de geranios en la Romanilla que un paquete de Winston en el bingo de Puerta Real.

Aún tuvo tiempo de tener 12 hijos y, como la puerta de Alcalá, ahí está (estaba, porque aunque aún vive y sea por muchos años, ya no la veo). Hora es de descansar cuando sobrepasa los 90, de procurar el cariño de los suyos y el reconocimiento público a esta granadina que pasó su vida entera trabajando y, que yo sepa, ni está imputada, ni investigada, ni tiene que dimitir de nada. Trabajadora y además honrada.

Hablé con ella más de una vez; a duras penas pude sacarle algunos recuerdos y a poco que quiso evocar algo de su penosa infancia, se produjo ante mi asombro lo nunca visto. Jamás pude sospechar que una mujer pudiera reír y llorar al mismo tiempo. Sin perder la sonrisa me contó entre tímidas lágrimas algo de su intimidad familiar que prometí no reproducir nunca, porque al final de cada frase me repetía "…aunque de eso… es mejor no hablar".

Yo no sé cuáles son los méritos necesarios para la obtención de estas condecoraciones de carácter civil que según veo se vienen dando a porrillo y, en algunos casos, al primero que pasa aunque haya estado tres meses en un despacho, haya sido elegido a dedo y no siempre le hayan salido las cosas bien.

Da la impresión de que se conceden medallas según apellido, amistad, agradecimiento a la militancia política, voces exaltadas en alguna manifestación o peso de los palos de la pancarta reivindicativa.

Pero yo creía que era al que, como dice el reglamento, se destaca por el desempeño de cualquier trabajo, profesión, oficio o servicio útil habitualmente ejercido. Creía que esos reconocimientos públicos eran realmente por "mérito en el trabajo" no por el número de veces que sales en el telediario o porque algunos escriban tu nombre con letra negrita en la prensa local (ilusión apasionante de muchos granadinos). Creía que no era necesario ser importante hombre de empresa o político de relumbrón; creía que podría conseguirlo alguien que se pasa la vida trabajando honradamente, aunque jamás hubiera disfrutado de una comida de trabajo.

Hay sin embargo muchas "encarnas" que sin saber que la palabra "trabajo" viene del "tripalium" latino, aquellos tres palos en los que sufrían castigo de azotes los reos, sí conocen y muy bien lo que significa trabajar. Encarnas trabajadoras hay muchas, lo que pasa es que a veces las tenemos tan cerca que no nos percatamos. ¿Para quiénes se inventaron las medallas al mérito en el trabajo?

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