Granada

"Encontrar a Lorca era importante cuando negaban su muerte, no hoy"

  • Marta Osorio conoció a Agustín Penón en 1955 cuando el investigador norteamericano vino a Granada siguiendo el rastro de García Lorca · Terminó convirtiéndose en la depositaria de su valioso legado

Marta Osorio es una mujer con una trayectoria singular. Empezó a hacer teatro en una modesta compañía de cámara en Granada, después se trasladó a Madrid con la intención de hacerse actriz profesional, y allí empezó a escribir. Es conocida por sus cuentos para niños, que han sido traducidos a varios idiomas y por los que ha recibido varios premios nacionales e internacionales. Conoció al investigador Agustín Penón en el año 1955, cuando éste vino a Granada siguiendo el rastro de un poeta al que admiraba, Federico García Lorca y, pasados los años, ha acabado siendo única depositaria del legado de Penón, que contiene todo el precioso material que este investigador descubrió en tiempos tan difíciles. Marta Osorio ha editado la crónica de aquella búsqueda bajo el título Miedo, olvido y fantasía (Editorial Comares), una pieza indispensable en el complejo laberinto lorquiano.

-¿Cómo era la Granada que encontró Agustín Penón?

-Al llegar a Granada, Penón se encontró con una ciudad aún conmocionada por los hechos ocurridos en 1936 y por la terrible represión que siguió. Bajo una aparente normalidad, existía un régimen policial y una censura implacable que habían construido una muralla de silencio alrededor de Federico García Lorca y de su obra. Y fue el descubrir, a los pocos días de su estancia en Granada, que a Federico no lo habían matado inmediatamente después de ser detenido, como se había publicado fuera de España, y que entre su detención y su muerte transcurrieron varios días -por lo que hubo tiempo para salvarlo, pero no se hizo-, lo que llevó a Penón a cambiar sus planes de un viaje en vacaciones por Europa para quedarse en Granada y emprender, venciendo su propio miedo, una investigación quijotesca y apasionada que se prolongaría durante casi dos años y que a él personalmente lo marcaría para siempre.

-¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de él?

-Primero conocí a William Layton, el amigo que lo acompañaba. Layton apareció una tarde por el Palacio de Carlos V, en la Alhambra, donde tenían lugar los ensayos de La Celestina, en la que yo tomaba parte; una obra cuya representación fue prohibida la noche antes del estreno por tratarse de una obra excomulgada. Layton estuvo todo el tiempo mirando atentamente lo que ocurría sobre el escenario. Se me acercó y, en un español plagado de dificultades, me dijo que estaba muy interesado en conocer dónde había aprendido mi manera de actuar, pues utilizaba la misma técnica que él enseñaba en sus clases de teatro en Nueva York. Le contesté que yo no había aprendido nada, y no porque no me hubiera gustado hacerlo, sino porque no tenía a mi alcance ningún sitio donde aprender. Al día siguiente, Agustín vino acompañando a Layton a otro de los ensayos, que por la noche tenían lugar en los bajos del Centro Artístico. Y después, los dos amigos me acompañaron hasta mi casa.

-¿Cuándo supo que investigaba la muerte de García Lorca?

-Realmente, el que estuviera buscando la tumba de Lorca, no lo supe hasta un tiempo después. Lo único que me dijeron cuando lo conocí es que era norteamericano, un enamorado de la poesía de García Lorca, y que quería escribir un libro sobre él. Fue cuando ya me había trasladado a Madrid, dos años después, y de nuevo me encontré con William Layton, cuando supe que lo que Agustín realmente había estado buscando tan secretamente en Granada era la tumba de Lorca.

-¿Cree que corrió peligro su vida en algún momento?

-No creo que la vida de Penón corriera peligro, porque estaba bien protegido por su pasaporte norteamericano. Lo que sí temió muchísimas veces es que lo pusieran en la frontera y, sobre todo, que le arrebataran todos los documentos y notas de la investigación que realizó durante algo más de año y medio.

-Penón hizo un trabajo de campo impresionante. Las diferencias con respecto a otros investigadores es que él se preocupó, ante todo, por reunir la mayor información posible, no "sentar cátedra" a ultranza…

-¡Estoy completamente de acuerdo! Agustín Penón llegó a Granada en 1955, después de haberlo hecho Gerald Brenan en los años 40 -que fue el primero en señalar que a Lorca lo habían asesinado en el camino entre Víznar y Alfacar- y después del investigador Couffon que estuvo a principios de los 50, y al que le señalaron una de las grandes fosas cercanas al barranco de Víznar, que él mismo fotografió. A él le debemos algunos hallazgos importantísimos, como haber encontrado el certificado de defunción de Lorca, hasta entonces perdido. Penón lo encontró tras una larga búsqueda en los sótanos del Juzgado y el auto o matriz del único documento que existe en el que las autoridades de los sublevados reconocen la muerte de Lorca, que se conserva actualmente en el Museo Casa Natal de Fuente Vaqueros.

-¿Por qué cree que Penón abandonó la investigación y no publicó los resultados? El material es magnífico…

-Después de haber abandonado el proyecto de escribir su libro, no permitió que nadie indagara en las causas de su abandono; tardó en regresar a España y nunca volvió a Granada. Yo creo que no fue una sola causa, sino un conjunto de razones las que lo llevaron a tomar esa determinación, pues siempre reconoció que le faltaban datos que no había podido encontrar y, desde luego, en esta decisión estuvo en primer lugar el daño que pudiera causar a todos los que le habían ayudado y seguían viviendo bajo el régimen de Franco. Creo que también influyó el cansancio acumulado en un año y medio de trabajo tan intenso y en el que gastó todo el dinero que tenía, por lo que tuvo que hacer frente a problemas económicos a su vuelta a Nueva York. Es muy revelador de esta su manera de pensar lo que le confesó al poeta Jorge Guillén al conocerlo en Granada, contestando a su pregunta: "¿Así que está escribiendo un libro sobre Federico?". "Bueno, es un trabajo difícil y no sé si seré capaz de terminarlo". "¿Qué quiere decir?". "Quiero decir que escribiré ese libro sólo si tengo la suerte de encontrar toda la información que quiero. Si soy capaz de perseverar, y cuando haya terminado la búsqueda puedo probar los datos encontrados y además, si me es posible, escribir un libro que el propio Federico aprobaría".

-Este material se puso en manos del historiador Ian Gibson. ¿Cómo lo gestionó?

-Creo que Ian Gibson nunca reconoció el auténtico valor de una investigación como ésta. Más bien, lo consideró sólo "material de trabajo"; Gibson solía llamarlos "los papeles de Penón". Me parece que nunca ha valorado suficientemente la importancia y la profundidad del trabajo realizado anteriormente por Agustín, aunque estuviese en notas y borradores.

-¿Qué falta por hacer, según usted, en el campo de la investigación?

-Lo que se ha dejado de hacer durante estos setenta años. Después de acabada la guerra, durante la dictadura, no se hizo nada por reconciliar las partes enfrentadas y conceder los mismos derechos a vencedores y vencidos.

-Hace unas semanas se publicó un documento inédito sobre la investigación que Franco ordenó para conocer el lugar exacto donde yacen los restos del poeta. ¿Esto aclara las cosas o las complica aún más?

-De ese documento yo no conozco más que las referencias que han salido publicadas en la prensa, y no puedo, por lo tanto, decir si es válido o no.

-Cuando heredó la famosa maleta de Agustín Penón, ¿cuál fue su primera reacción? ¿Tuvo claro desde el principio que debía publicarlo?

-Yo no busqué encargarme del legado de Penón. Fue William Layton quien me lo pidió, posiblemente porque me conocía muy bien a través de nuestra larga amistad, y porque sabía mi admiración por Agustín, al que me parecía que se había tratado injustamente al no reconocer su trabajo. También porque mi oficio es escribir y además soy granadina y conozco muy bien los entresijos de esta ciudad.

-¿No pensó que era demasiada responsabilidad?

-No cuando lo acepté. Sí tuve después todas las dudas que surgen al realizar un trabajo tan apasionante del que te sientes responsable.

-Las recientes excavaciones en Alfacar en busca del lugar donde fue enterrado Lorca han devuelto los sucesos a la primera línea "de actualidad". ¿La cobertura mediática ha sido siempre la adecuada? ¿Ha habido más espectáculo que información?

-Creo que ha habido de todo, y que la cantidad de intereses surgidos a su alrededor no han beneficiado esta búsqueda para nada.

-¿Es tan importante encontrar el cadáver de Lorca?

-Ahora, ya no. Lo fue cuando las autoridades de los sublevados se negaban a reconocer que lo habían matado y lo convirtieron en un desaparecido. También hay que respetar que la familia del poeta siempre ha mantenido que no quería que se moviera el cuerpo del lugar en donde estaba y que son los familiares de las víctimas los únicos que tienen derecho a pedir su exhumación.

-¿Qué lección debería sacarse de este continuo "escarbar" en la memoria?

-Es que yo no lo considero "escarbar", sino "limpiar" la memoria. Es algo que se debería haber hecho hace mucho tiempo, y aún está por hacerse ese largo trabajo que en manos de historiadores, sin prisas ni pausas, nos permita conocer ya, sin lagunas, los acontecimientos desde el terrible enfrentamiento del 36 que en parte nos fueron ocultados. Y en cuanto al camino entre Víznar y Alfacar que tan de cerca nos toca a los granadinos y que nunca acabamos de resolver, sería el momento de hacerlo y decidir todos de acuerdo, proteger para siempre este lugar entre Fuente Grande y el Barranco de Víznar, aceptando lo que allí ocurrió, devolviendo nombre y dignidad a tantas víctimas desaparecidas, entre las que también sigue Federico García Lorca.

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