Fermín Camacho, el último humanista
Hoy 7 de julio, día de San Fermín, queremos recordar a uno de los granadinos más preparados intelectual y culturalmente, con más personalidad y humanidad, de esta ciudad
"Señor periodista", así me llamaba mi estimado amigo y maestro Fermín Camacho Evangelista, catedrático de Derecho Romano y Derecho Mercantil de la Universidad de Granada. Su pérdida irreparable, en el último suspiro del mes de noviembre, allá cuando las hojas caducas de los árboles caen y deciden descansar para siempre en la perfecta y fiel comunión de las estaciones. Fue un sobresalto que hizo brotar muchas lágrimas a quienes lo conocieron y supieron que se iba una de las personas más preparadas intelectual y culturalmente, más humana y servicial que se puedan conocer en nuestra sociedad. Hoy 7 de julio día de San Fermín queremos recordarlo y dedicarle estas palabras In Memorian. Para él, para su familia, sus alumnos, sus amigos, para la ciudad de Granada a la que tanto amó y sintió.
El 30 de noviembre de 2015, el corazón de Don Fermín se paró para siempre, al igual que el de muchos granadinos que sentían que se iba una parte insustituible de un señor querido por muchísima gente. Un hombre de bien. Nos dejó aquí en la tierra pero nunca nos dejará en el recuerdo más profundo de nuestras almas. Fui alumno de Don Fermín en primero de carrera, en la asignatura de Derecho Romano, hace ya más de 20 años pero lo recuerdo como si fuera ayer. La asignatura conocida como "El Romanillo", libro escrito por él, rememora mi etapa inicial en la Universidad. En los recuerdos de muchos alumnos están las magistrales clases que nos impartía Don Fermín, que siempre le hablaba de usted a sus alumnos, algo muy llamativo para alguien que, recién aterrizado en las aulas de la facultad y con tan sólo 17 años, le hacía pensar y reflexionar el grado de cortesía y tacto que utilizaba el profesor. Propio de un hombre formado y cualificado y con un trato exquisito en ese sentido. Un ser muy cercano, que te hacía sentir cómodo en el diálogo y partícipe del mismo sin distancias ni escudos. Esa actitud me empezó a llamar la atención de un catedrático que no se daba importancia y que interactuaba con el alumno prácticamente como de tú a tú. Rasgos que definían la personalidad y el carácter de un hombre próximo y muy cercano que sabía escuchar y oír a los discentes.
Él decía y comentaba en más de una ocasión que "el Derecho se creó para no llegar a las manos". Poner orden sin utilizar la fuerza. Sus clases eran muy interesantes y con un gran número de alumnos. En una de ellas recuerdo el día en el que, explicando la llamada "Ley de las XII tablas", hizo que dicha clase no quedara en el olvido de los estudiantes ya que recogía entre su articulado una de las penas -por cierto muy llamativa y que no se olvidaran a los que hemos estudiado dicha ley- que se le imponía al infractor de la época o al que cometía un delito determinado y de naturaleza importante como era la imposición por parte de la Magistratura romana de introducir al reo en un saco atado junto con un mono, una serpiente y su posterior lanzamiento al río. Esa clase mostraba cómo eran las penas de la época romana y cómo han ido evolucionando hasta nuestros días.
Sus explicaciones eran fáciles ante un contenido a veces árido pero que siempre mantenían la atención del alumno sabedor de que estaba aprendiendo de un maestro. Su carácter afable, cercano y campechano -unido a su predisposición a escuchar y atender a los demás- propició que me llamase la atención un hombre de la talla intelectual como él. Recuerdo muchas anécdotas, pero la que me llamo la atención de forma extraordinaria fue cuando se brindaba a los alumnos y los acompañaba a la Secretaría de la Facultad de Derecho para aclarar los problemas de su matriculación. La imagen de Don Fermín con su traje y corbata por los pasillos de la facultad acompañando y cogiendo del brazo a más de un novato e inocente estudiante de primer curso para resolverles el papeleo, me hizo pensar 'este catedrático es especial, humano y sin clasismo". Miraba a todo el mundo por igual. Sin distinción de clases. Un personaje único, sabio en su materia, con sentido del humor, irónico y siempre con un espíritu feliz. Él mismo me lo comentaba: hay que ser optimista. Él siempre lo fue en su vida, como así me lo manifestó su hijo Fermín al darle el más sentido y póstumo pésame.
Se nos fue y se apagó unas de las personas que marcan y dejan sello para la eternidad en la ciudad de la Alhambra. Vivía en el Albaicín, declarado por la Unesco patrimonio universal de la humanidad. El encanto y el embrujo del barrio fue testigo del paso del tiempo de un señor solidario, de ayuda y entrega a muchas personas de toda índole y capa social. Ayudó a todo el que se lo pidió de una u otra forma. Su corazón, su voluntad se implicaba para ayudar a los demás. Me comentaba en unas de sus visitas a su casa, ya jubilado y con la salud deteriorada que hay que ayudar a los demás, en la medida que uno pueda. El mundo del Derecho, juristas, abogados, catedráticos, y gentes de todos los estratos sociales, se unían al dolor de la familia para dar el pésame a una de las figuras más importantes de la Facultad de Derecho de los últimos 50 años.
Lector empedernido era capaz de devorar más de 50 libros seguidos y de todos ellos mantener y recordar el hilo argumental. También fue un escritor de memorias y artículos para diversos diarios y me decía que se lo pasaba muy bien. Publicó muchos artículos, de diferente contenido y temática, desde la prospectiva hasta la situación demográfica y económica de Europa.
También fue miembro del Consejo Consultivo de Andalucía. Previamente concejal de Cultura y teniente alcalde en la etapa de Gabriel Díaz Berbel. Su forma de ser, sencilla y colaboradora, hizo que pusiese incluso el "rugido" del dragón de la Tarasca en las fiestas del Corpus. En una de las entrevistas que le realicé, manifestó claramente la idea de dejar la política, que iba en contra de sus principios como persona pero, como independiente, sin tener el carnet en la boca, aceptó el cargo de Díaz Berbel reconociendo su debilidad como un verdadero "servidor público". En el Ayuntamiento atendía a todo el mundo sin cita previa, con mucha humildad: "Yo la humildad la tengo asumida, eso está claro, porque la humildad es realismo y porque además tiene que ser así y saber quién es quién. Uno es producto de la voluntad de otros, de tal forma que primero hay que respetarlo, agradecerlo y ser humilde porque los que tienen la capacidad de crear un político son personas individuales, que tienen la capacidad de elegir y nombrar (…) Desconfío mucho de los políticos que luego no tienen una profesión a la que volver. Lo que daña a la política es la ignorancia", decía.
La ciudad de Granada está en deuda con Don Fermín. Hay que proponer a quien competa un nombre en su honor de una calle, una escultura en Granada, a su buen hacer por esta tierra. La propia Facultad de Derecho ya le ha puesto una placa con su nombre en el Departamento de Derecho Romano en su recuerdo.
Su biblioteca llena de recuerdos, fotos, títulos, diplomas y cuadros recogen toda una vida plena dedicada a la docencia y enseñanza. En su Carmen del Albaicín aparece en la planta baja una urna de cristal con un Niño Jesús en su interior, de ahí que también se le conociera en su círculo más cercano, personal y de la sociedad granadina como el "Niño Jesús".
Siempre en nuestro más profundo corazón. Estés donde estés, dejaste tu huella y tu voluntad humanista aquí en la tierra. Siempre en mi recuerdo. Hasta siempre amigo y querido maestro.
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