Historias de Granada
  • El apellido Morales va indiscutiblemente asociado a la cerámica de Fajalauza, que ha cumplido 500 años de historia

  • 'Los cabezones' nacieron en un taller de la Cuesta Alhacaba

Granada en la edad del barro

Cacharros de cerámica de Fajalauza Cacharros de cerámica de Fajalauza

Cacharros de cerámica de Fajalauza / A. C.

Escrito por

Andrés Cárdenas

Yo de chico era muy hábil con el barro. Dado que en mi infancia no se había inventado aún la plastilina, cuando los niños queríamos hacer toricos o caballicos acudíamos al alfarero Alfonso Lendínez para que nos diera una pella de barro. La alfarería de Alfonso estaba muy cerca de mi casa y cada dos por tres estaba allí implorando un poco de arcilla para jugar a ser Dios. En las paredes de la alfarería había muchos almanaques de tías medio desnudas y un letrero con una quintilla que decía: Oficio noble y bizarro/de entre todos el primero/pues en el arte del barro/Dios fue el primer alfarero/y el hombre el primer cacharro. Esa misma quintilla estaba en muchos establecimientos de Bailén. Y es que mis paisanos se sentían (y se sienten) orgullosos de vivir en un lugar con una larga y profunda tradición ceramista. Allí se dice que se trabaja con el barro desde el tiempo de los moros y que al igual que hay una edad de piedra, otra de bronce y otra de hierro, debería haber una edad del barro, esa mezcla semilíquida de agua y tierra que los humanos han aprovechado desde tiempos inmemoriales para hacer sus utensilios.

Había días en que iba demasiadas veces a la alfarería y me extasiaba viendo cómo Alfonso convertía una masa de barro en una maceta, un cántaro o un botijo. Era como magia.

–¿Tú a qué vienes tanto? A que te dé barro o para ver las tías de los almanaques –me decía con una sonrisa picarona que hacía inclinarse ese cigarro que siempre tenía en la boca.

Piezas de cerámica de Fajalauza en espera para ser pintadas Piezas de cerámica de Fajalauza en espera para ser pintadas

Piezas de cerámica de Fajalauza en espera para ser pintadas / A. C.

Pero les juro por Dios que no iba a la alfarería de Alfonso a ver las chicas de los almanaques, iba porque me gustaba ver trabajar a los alfareros. Homero les recita a los alfareros de la isla de Samos, considerada la cuna de la alfarería, un poema: "Apresúrate, Atenea, y con tu mano protege este horno, que tomen el color negro los vasos y los cuencos, y se cuezan hermosamente…". Si yo hubiera sido poeta, seguro que algo se me hubiera ocurrido al ver como aquellos brazos moldeaban con una habilidad increíble la masa de arcilla que había sobre sus tornos hasta convertirla en un vistoso cacharro.

Valga este recuerdo de infancia para decir que siempre me he interesado por la arcilla y lo que se hace con ella. Yo creo que por eso me decía mi madre que tenía el alma de cántaro. Al establecerme en Granada veía en muchos escaparates y tiendas de souvenir preciosos cacharros con fondo blanco y con una decoración con motivos sencillos, piezas vegetales y con una granada como símbolo de la ciudad. Una vez en uno de esos establecimientos vi junto a esos objetos de loza un cartel: "Auténtica cerámica de Fajalauza". Fue la primera vez que vi ese nombre, a la vez tan atractivo como misterioso. De ahí a saber más sobre ese tipo de cerámica, todo era cuestión de tiempo.

Tres momentos

Granada también ha tenido su edad del barro, aunque repartida en varias épocas y civilizaciones. Los ceramistas Carlos Cano Piedra y José Luis Garzón Cardenete dicen en su libro La cerámica en Granada que entre los restos neolíticos de la cueva de la Carigüela y la actual cerámica de autor, tres momentos caracterizan la producción esta tierra como referente obligado en el arte de la alfarería: la terra sigillata romana, la cerámica nazarí, que de manera tan singular extendió su uso a la arquitectura, y la conocida como de Fajalauza, de origen morisco, de la que se describe el proceso artesanal de elaboración y se reproducen siluetas y motivos decorativos. Los romanos tenían sus alfares cerca de lo que es hoy el Cercado Alto de Cartuja, donde los arqueólogos han encontrado tejas planas (las conocidas como tégulas) y restos de vajilla fina de mesa romana.

O sea, que los romanos hacían buenas vasijas de barro, pero fueron los árabes los que consiguieron unos cacharros de calidad, especialmente en los ambientes palaciegos. Estos últimos utilizaron de manera especial el barro policromado para los revestimientos. En esos menesteres los alfares de Granada eran muy buenos. El color y el vidriado que imprimían a sus obras hacía que sus productos fuesen muy valorados. En el Museo Arqueológico Provincial podemos ver hornillos, cazuelas, platos y cuencos vidriados de plomo del siglo IX que fueron encontrados en la llamada Medinat Ilbira, que era lo que es hoy Atarfe. Entre todas las dinastías que hubo en Granada durante la ocupación musulmana fue la de los almohades las que se llevaron la palma en cuanto a creatividad, aunque los nazaríes consiguieron hacer dibujos dorados sobre la loza que asombraron a propios y extraños. Como muestra está ese Jarrón de las gacelas que se encuentra en el museo de la Alhambra.

Los mejores alfareros del siglo XVI estaban en el Realejo, que era el barrio ceramista por antonomasia. Tener una vajilla policromada hecha en ese barrio era un signo de poderío y riqueza. Pero muchos se tuvieron que ir de allí debido a las protestas de los vecinos, que se quejaban de los humos que echaban los hornos. Los que se establecieron cerca de la llamada puerta de Fajalauza (una de las seis entradas que tenía Granada) comenzaron a tener un estilo propio. Aunque el término 'cerámica de Fajaluza' no apareció hasta el siglo XIX, pues así se llamó a toda la cacharrería que se hacía en Granada a partir de esa fecha, convirtiéndose de esa manera en el estilo de cerámica más representativo de la ciudad de la Alhambra.

Según Gabriel Pozo, la primera persona que habló y escribió sobre la 'Loza de Fajalauza' (refiriéndose a un estilo y no a un lugar físico) fue el erudito Manuel Gómez-Moreno. Lo hizo en una conferencia en el Ateneo de Madrid, en marzo de 1917. La elevó a categoría de arte. "A partir de entonces, el periodista Luis Seco de Lucena y el omnipresente Natalio Rivas propusieron a los Morales que cambiaran el nombre a su empresa: ni Morales ni San Antonio, mejor llamarse Cerámica Fajalauza", dice Pozo.

Las técnicas de trabajo de la cerámica de Fajalauza han sido mantenidas desde comienzos del siglo XVI hasta el siglo XIX, momento en el que comenzaron a verse afectadas por la industrialización y la fabricación destinada al mercado turístico. Aun así, no deja de ser una cerámica popular que no nació para nobles o palacios, sino para viviendas corrientes y que, cinco siglos después, se mantiene prácticamente igual que en su origen.

Sin duda un momento estelar de la historia de este tipo de cerámica fue cuando el NO-DO sacó al príncipe Rainiero de Mónaco y a Grace Kelly comprando dos cuencos en una tienda de la Alcaicería. Desde entonces todo turista que venía por Granada quería llevarse un cacharro de Fajalauza.

Cecilio cumple cien años

Si oyes el apellido Morales en Granada inmediatamente lo asocias con la cerámica de Fajalauza. Diferentes sagas (Morales Alguacil, Morales Moreno, Muñoz Morales, Contreras Morales, etc.) han continuado la línea tradicional centenaria, si bien algunos han ido sumando nuevos colores, formas, dibujos y técnicas. Veinte generaciones de Morales se han sucedido desde entonces. Parece ser que un tal Hernando de Morales fue el pionero de todo ya que figura en un pleito entablado en el siglo XVI entre los maestros olleros (así se llamaban a los alfareros) de Granada con el arrendador de la renta del barro en la ciudad sobre el pago de la alcabala. Los alfareros mantenían un pulso con la autoridad a cuenta de la carestía del agua, tasada con unos impuestos muy elevados. De aquel Hernando descienden infinidad de alfareros que después establecieron talleres en la zona baja de Fajalauza o en otros lugares de la ciudad, incluso en pueblos cercanos a la capital.

Cecilio Morales cumplirá 101 años en noviembre Cecilio Morales cumplirá 101 años en noviembre

Cecilio Morales cumplirá 101 años en noviembre / A. C.

Uno de los artesanos del barro que con su labor han dignificado el oficio es Cecilio Morales, al que fui a entrevistar para un reportaje cuando cumplió noventa y cinco años y le dieron la medalla de oro de la ciudad. Ahora tiene cien. Tenía la intención de escribir sobre la importancia que ha tenido en Granada este tipo de artesanía. Yo sabía que entre algunas familias con apellido Morales ha habido ciertas disputas relacionados con la marca, pero Cecilio quería hablar de todo menos de eso. Todavía no le fallaba la memoria y estuvimos charlando casi más de una hora en el taller que tiene en la carretera de Murcia. Con su porte venerable y casi abacial, Cecilio se mostró como el constructor de puente entre la herencia de una artesanía del barro centenaria y la que ha transmitido a sus contemporáneos. Cecilio cumplirá en noviembre 101 años y un sobrino que se llama como él me dice que ahora está en una fase degenerativa, pero aún con muchas ganas de vivir.

Aquel día me di cuenta de que Cecilio Morales sabe todo los que hay que saber sobre este tipo de cerámica. Me enseñó el horno de tipología hispano-árabe que la Fundación está luchando para restaurarlo y conservarlo. Y esos tornos que son diferentes a los que yo recordaba en mi infancia en los que el alfarero se sentaba sobre un taburete y con el pie hacía que se moviera la rueda. En estos tornos el alfarero se sentaba en el suelo y hacía girar la rueda con los pies debajo de la tierra.

Cecilio me contó en aquella ocasión que la cerámica de Fajalauza estaba en todas las casas de Granada no como piezas de decoración como puede suceder ahora, sino como vajilla habitual que incluso se traspasaba de madres a hijas. Y si se rompía alguna pieza se reparaba con las grapas que le ponía el lañero, un oficio evidentemente desaparecido. En mis oídos aún resuena aquel pregón que daba en mi pueblo el reparador de las piezas de barro: ¡¡Se ponen lañas a lebrillos, orzas, botijos y cazoleeetas!!

Chemi y Cecilio Manuel Madero Morales, dos de los tres sobrinos que han puesto en marcha la Fundación Fajalalauza Chemi y Cecilio Manuel Madero Morales, dos de los tres sobrinos que han puesto en marcha la Fundación Fajalalauza

Chemi y Cecilio Manuel Madero Morales, dos de los tres sobrinos que han puesto en marcha la Fundación Fajalalauza / A. C.

Son tres sobrinos de Cecilio (Cecilio Manuel Madero Morales, José Miguel Márquez Morales y Cecilio Augustín Morales) los que han impulsado la creación de la Fundación Fajalauza, que tiene el objetivo de defender el patrimonio que alberga la fábrica y de dar a conocer la historia de esa cerámica. Hace unos meses se estrenó el documental Fajalauza, 500 años de cerámica granadina. Un trabajo que cuenta el recorrido de una de las mejores muestras de la artesanía popular española y que hoy, tantos años después, apenas se diferencia de aquellas primeras piezas que salieron del horno que hoy se intenta salvar.

El padre de los cabezones

Pero los alfareros granadinos no solo se han limitado a los cacharros y los utensilios de barro. Esta provincia también ha tenido siempre una gran tradición de artesanos dedicados a hacer esculturas o figuras de arcilla.Seguro que tienen ustedes en su casa alguno o están hartos de verlos en los comercios turísticos de la Alcaicería. Son esos muñequitos de unos cinco centímetros de altura vestidos de diferente manera y que llaman 'cabezones'. Granada es la tierra de los 'cabezones' porque aquí se han fabricado (y aún se fabrican) millones de ellos.

José Miranda enseña sus piezas de cerámica José Miranda enseña sus piezas de cerámica

José Miranda enseña sus piezas de cerámica / A. C.

Uno de los padres de los 'cabezones' se llama José Miranda y vive en el barrio de la Cartuja. Unas semanas antes de Navidad fui con Ana Sánchez, la directora de la revista Alhóndiga, a verlo. Ella me había pedido que escribiera para la revista sobre este hombre, que es uno de los artesanos de los llamados belenes de Alborox y el fabricante de millones de 'cabezones'. Al abrirnos la puerta José se sorprendió de que dos periodistas quisiéramos hablar con él de un pasado del que ya ni él mismo se acordaba. Le parecía gravosa nuestra visita, pero después, en esa fase efusiva del ciclotímico, se mostró amable y generoso, como un auténtico anfitrión. El aspecto de José era el de un hombre que está a vueltas de casi todo y al que le entretienen las novelas de Arturo Pérez Reverte. Se quejaba constantemente de su memoria, pero eso no le impedía saberse nombres y fechas que estaban anclados en su retentiva. Me contó que había nacido en Granada en 1939, unos meses antes de que hubiera terminado la Guerra Civil. Su madre le había dicho que su nacimiento coincidió con el día en que los nacionales tomaron Barcelona. La postguerra le había pillado agarrado a la teta de su progenitora. A los ocho años, cuando terminaba la escuela, se iba al taller que su tío José López tenía en la cuesta de la Alhacaba. Fue ahí donde empezó a modelar el barro. Comenzó haciendo peanas de barro para las figuras, pero con no más de doce años ya hacía moldes para figuritas. José me dijo que había hecho 'cabezones' de todo tipo y para todo el mundo.

Colección de 'cabezones' de José Miranda Colección de 'cabezones' de José Miranda

Colección de 'cabezones' de José Miranda / A. C.

Futbolistas, penitentes, toreros, abogados, farmacéuticos… Cualquier profesión puede ser representada en cinco centímetros de barro. Me contó que llegó a tener hasta 30 personas pintando 'cabezones' porque la demanda era muy importante. Pero para él ya todo es pasado. Ahora José Mira el futuro con ojos de ‘cabezón’ asombrado por lo que está pasando en el mundo.

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