La Granada con dos rombos

José Carlos de la Cueva se estrena en el terreno literario con un libro sobre la parte más golfa de la ciudad y su provincia en la que recuerda personajes y anécdotas en una explícita ruta por tabernas y tugurios ilustres

Belén Rico

02 de mayo 2010 - 01:00

La portada del libro de José Carlos de la Cueva tiene dos rombos muy bien elegidos porque la obra, La Granada golfa, destila por sus páginas las resacas de muchas noches canallas por los bares de la ciudad pero los personajes que aparecen sólo se citan por sus nombres de pila, no por sus apellidos. El lector instruido que conozca los entresijos de la vida social granadina de tascas y tugurios podrá poner caras, imaginar escenas, pero nunca se llega a la pornografía explícita del chisme rosa y amarillo.

Por lo demás, La Granada Golfa es un libro tan heterogéneo como su autor, escrito a vuela pluma por un hombre hecho a sí mismo que tiene muchas horas dedicadas al arte pero también a la vida crápula de los bares.

Nacido en Valencia en 1952, llegó a Granada a principios de los años 90 y empezó a estudiar Derecho a la vez que abrió la taberna El Bodegón, cerca del Arco de Elvira. El libro es un diario sui generis de aquellas madrugadas regadas por el alcohol y el placer, pero también un repaso por esos mismos lugares veinte años después para escribir la obra. Por eso en sus líneas se alterna la mirada golfa y la mirada escéptica, la visión del que participa y también del que sólo observa.

Mezclando sociología y costumbrismo, poesía, narración y ensayo, José Carlos de la Cueva va deslizando recuerdos y anécdotas a la vez que realiza una ruta por tabernas, pubs o restaurantes. El autor empieza por el más cercano a su casa, junto a la escuela de pintura y la galería de arte que regentó: El Cebollas, un punto de partida y una línea de mota de via crucis nocturno que llega hasta el Camborio o la Mae West.

Las estrecheces del Arco Iris de Antonio, la alegría del Rey Chico o los caldos de las Bodegas Espadafor son algunos de los primeros hitos de esta crónica en la que se mezclan bares desaparecidos con locales que siguen de moda, pero todos ellos clásicos de la noche granadina.

También habla de "la desinhibición de los profesionales", "la golfería profesional y señorial", de los soldados y los estudiantes o de "la relajación de las costumbres" a la vez que se va adentrando en las salas de lugares tan distintos como El Suizo o el Maneken Pis.

Con un tono que a veces pasa de lo sabiniano al estilo tunero, habla de las residencias femeninas, del camino "del Camborio a Chumbera, o viceversa (entrando a matar)" , un capítulo en el que dedica un apartado a contar al lector como "prepararlas y seducirlas para el acto final".

Mucho más comedido en la charla que en la escritura, José Carlos de la Cueva explica que su primera incursión en el ámbito literario de la mano de la editorial Almuzara ha servido para que le lluevan las ofertas y que trabaja ya en otra novela histórica porque en Granada "ya no queda ningún sitio con morbo: los de mi edad tienen ya todos amantes muy discretas o sólo les queda dirigirse directamente a un puticlub".

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