El parqué
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NO son importantes hombres de empresa; jamás fueron a una comida de trabajo. Seguro que sin saber que la palabra 'trabajo' viene del tripalium latino, aquellos tres palos en los que sufrían azotes los reos, sí conocen y muy bien lo que significa trabajar. Lo hicieron ayer y siguen hoy. ¿Para quiénes se han inventado las medallas al mérito en el trabajo?
Yo sí los conozco porque los estoy viendo desde que nací. Son tres granadinos "de toda la vida". Pero no son los únicos, aunque éstos sirvan de botón de muestra. A nuestro lado hay a miles y no los tenemos en cuenta porque no miramos bien.
Para Encarna el día no tiene horas, ni días la semana, pero sí meses los años. Porque vende según las estaciones. Empezó con los chumbos en la esquina de la plaza de Castillejos acompañando a su madre, viuda del 39. Luego fueron las fresas del valle del Darro. Tal vez alguien recuerde a aquellas vendedoras de la puerta del Hotel Victoria: la 'Lina' (su marido era Lino) y la 'Conejera', aquella que lo primero que se ponía era una flor en la cabeza y si no la encontraba se colocaba cualquier hierba y estaba igual de guapa. Cierro los ojos y la veo, aunque nunca probé sus fresas porque eran sólo aptas para 'los gordos' y yo soy delgado.
Encarna trabaja de sol a sol, de luna a luna y de norte a sur; porque por la mañana la vemos en la calle Capuchinas, frente al Caramelo. Luego se arregla el moño y aparece hecha una rosa en la Acera del Casino manteniendo la sonrisa, pero cambiando el género de sus angarillas rodantes. Antes fueron pascueros, flores y membrillos; luego pueden ser frambuesas, chicles y tabaquillo. Tuvo tiempo de tener doce hijos, y, como la puerta de Alcalá, ahí está. Un beso.
'FELIPES' Y 'APPERLEYS'
Julio Álvarez es el dependiente de una céntrica pastelería que lleva abierta desde 1862. Era un chavea cuando cambió la sotana de monaguillo de Santa Paula por los pasteles y entró a trabajar en la confitería de Gotardo Zennit hasta que lo fichó López Mezquita en el año 1958. Cincuenta años trabajando entre bombones y caramelos. Oficio dulce como su propio carácter; Julio es amable porque vende azúcar de buena calidad. Todavía se acuerda de aquella caja de bombones que se llevó Santiago Bernabéu una vez que vino el Madrid a jugar a Los Cármenes. Pero él vende bizcotelas, 'torcuatos', empanadillas saladas y también curiosos artículos bautizados en Granada: los 'felipes' son unos pasteles que copian la cubierta blanca de la Sierra Nevada y deben el nombre a que eran los preferidos de aquel alcalde del siglo pasado, Felipe de la Chica. Los 'apperleys' redondos, rellenos de mermelada con sus polvos de pistacho arriba quedaron bautizados desde que el pintor inglés, allá por el año 1925, mandó que le subieran a la Plaza de San Nicolás unos pasteles sin nombre que él dibujó exactamente en un papel. Todavía se conserva la 'obra'.
Enriqueta Zafra regenta el quiosco panadería 102 de la Plaza de la Trinidad. Allí, en un metro cuadrado, vende el mejor pan de las tierras de Alhendín. Jamás vi un negocio tan pequeño y unas colas tan largas; para eso habría que irse a Eugenia, la amable panadera de la Plaza de la Mariana. Enriqueta se hizo cargo del quiosco de su hermano Pedro en 1962. Desde entonces, cada mañana arregla su casa, se mira al espejo y aparece impecable con su pelo de plata bañado en oro de los mejores quilates, pendientes de perlas, bata rosita y pañuelo al cuello. Reparte el pan de chapata, las tortas y los nochebuenos que le trae su hija Pilar. Allí, en su castillete de harina y azúcar, atiende a los de la cola como una madre con cientos de hijos. De buena presencia, coqueta y respetuosa, presume sobre todo de su clientela de la que dice "es gloria bendita". Por allí pasaron el gordo Federico, el de los melones de la Trinidad en los años 60; el entonces estudiante de Derecho Antonio Jara, cuando se hospedaba en la Pensión Zurita. Allí compraron ilustres familias granadinas de la esquina a Tablas; pero también mi tío Pepe Lorenzo desde la antigua Farmacia Parada, junto al Bar de Los Pirineos.
La medalla al mérito en el trabajo se la daría yo antes al que arrimó las piedras a la pirámide que al propio faraón Kefrén.
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