Infancia en la mina de oro
barrio de lancha del genil 3 Distrito Genil
Los vecinos de la Lancha se han criado al lado de una explotación minera, el santuario de la Virgen de Fátima y un arco, que dicen, fue de la Alhambra Critican que es un barrio 'abandonado'
Una mina de oro, el santuario de la Virgen de Fátima, pasadizos que llegan -quizás- a la mismísima Alhambra de Granada, árboles, juegos magia y muchas travesuras. Y no. No son los elementos del guión de una película de aventuras. Es la realidad en la que se criaron los niños de la Lancha de Cenes, ahora Lancha del Genil. Un lugar donde la imaginación, con todos estos elementos, volaba cada día en aquel periodo mágico en que los niños salían cada tarde a jugar a la calle cuando los ordenadores y el WhatsApp no formaban parte del entretenimiento diario. Si querían soñar, aquí tenían para rato.
El origen de este barrio se remonta a la época de los árabes y los romanos que ya buscaban oro en el barranco del Sol. Sin embargo, no fue hasta la llegada del francés Jean Baptiste Michel Adolphe Goupil en 1875 cuando se construyó con una inversión de 10.000.000 de francos la factoría de oro de monsieur Goupil según explica Bruno Alcaráz Masats en su blog. El documentalista detalla que "la extracción de oro en el cerro del Sol duró hasta 1877, al liberalizarse el precio del oro en el mercado internacional y por causa de la falta de agua para la factoría". Todavía quedan en este barrio los restos de esta historia dorada después de que el Ayuntamiento de Granada adquiriese el edificio en 1912 y que fue a su vez vendido a Ávila Rojas. El problema es que desde entonces el edificio ha ido cayéndose hasta convertirse en lo que es hoy: un conjunto de paredes pseudoderruidas situado muy cerca de los pasadizos denominados 'bocaminas' para el lavado del oro que todavía existen y a los que se puede acceder sin ninguna medida de seguridad. Pese a los peligros de la existencia de estos agujeros en la tierra, no es de extrañar que los niños de la Lancha hayan soñado de pequeños con encontrar oro en estos pasadizos que ahora los vecinos desean que se rehabiliten junto con la factoría para que los granadinos se acerquen a este barrio desconocido para muchos. "Hay gente que cree que pertenecemos a Cenes de la Vega porque antes se llamaba la Lancha de Cenes", explica Jerónimo Palma, que pertenece a la asociación de vecinos del barrio y que lleva aquí residiendo desde hace 16 años. Lo cuenta en el Centro Municipal en el que cada día se dan cita decenas de vecinos del barrio que participan en los talleres de yoga, inglés, o taracea uno de los más exitosos. La profesora de esta última 'asignatura' es Ángela Vela que imparte los cursos en los centros cívicos granadinos y algunas asociaciones llegando a 147 alumnos. "Hay muy poca gente que conoce esta técnica de la taracea", explica la profesora muy orgullosa del trabajo de sus alumnos. Mientras habla, todos ellos se afanan por realizar los últimos acabados a sus piezas antes de que finalice la clase que se imparte dos veces por semana en este centro. "Yo llevo viviendo en el barrio 64 años, llegué con dos", explicó Antonia García una de las vecinas que asiste a estas clases de taracea y que exige más atenciones a la zona donde reside. Segun remarca, la Lancha "está dividida en dos y nadie hace caso a la parte antigua". En esta zona se erigen también los edificios construidos por el Patronato de la Virgen de las Angustias. A su juicio, el barrio está muy olvidado y no se ha arreglado nada desde hace años. Por eso tanto ella como Francisco Ortega, que lleva 52 años viviendo en el barrio y que llegó a los nueve tras vivir un tiempo en el Albacín, exigen soluciones aunque se muestran felices de vivir en esta zona marcada por la tranquilidad y el trato con los vecinos.
Entre las leyendas que se relatan en el barrio existe el rumor de que la Lancha del Genil cuenta con una de las puertas que daban acceso a la Alhambra. Se trata de un arco por el que cada día pasan decenas de vecinos aunque esta historia no se ha podido confirmar. También se dice que los pasadizos ocultos en las tierras se comunican directamente con el monumento nazarí. Hay diversidad de versiones: Algunos vecinos confirman haber recorrido decenas de metros bajo el suelo mientras que otros cuentan que nada más avanzar, se toparon con un muro.
El barrio está dividido en dos partes, la más antigua, más humilde y donde son necesarias medidas de rehabilitación y de empleo y una parte más moderna que se amplió en los últimos años y donde residen numerosos granadinos deseosos de respirar naturaleza. "Es un barrio muy tranquilo, es una maravilla, es como un pequeño pueblo y por las noches hace fresco", explica la presidenta de la asociación de vecinos, Amalia López, que se mudó hace algunos años al barrio. A su juicio, las medidas más urgentes son la reforma total de la calle Ordesa, pero también la eliminación del cableado aéreo y la integración del cable para la conexión de internet. Según cuenta, hasta la Lancha del Genil no llega ninguna compañía convencional por lo que los vecinos están obligados a pagar una tarifa muy cara por unas conexiones de muy mala calidad que plantean auténticos quebraderos de cabeza a quienes trabajan con internet.
Para López, además, el barrio no ha cambiado prácticamente nada desde que se mudó, por eso cree que el Ayuntamiento debería prestar más atención a la Lancha ahora que otros barrios ya "lucen bonitos". Así, tanto ella, como Jerónimo Palma están expectantes con las nuevas medidas del equipo de gobierno municipal para ver qué logran para la Lancha. "Necesitamos que se invierta en el barrio, el urbanismo está fatal", explica López, que también echa en falta la existencia de un consultorio médico o la creación de una nueva escuela, porque la que hay tiene "aulas prefabricadas"
No obstante, y pese a los inconvenientes que presenta el barrio, los que nacieron aquí se muestran encantados "Este barrio tiene que ser bueno porque yo me he criado aquí", explica José Romero que llegó con dos años a la Lancha y ahora vive en Cenes. Su infancia fue de aventuras. "yo dormía por la noche aquí fuera, al lado de una higuera y salíamos todos los días a la calle a jugar", detalla. Su hermana corrobora sus palabras: "Eso que ves ahí, era una montaña de tierra. Nos salíamos con los plásticos y nos tirábamos como si fuera un tobogán". Echan de menos su ermita que fue derruida hace años donde se casaron y bautizaron sus parientes. Ahora, lo que quieren es que se rehabilite la factoría que forma parte de la historia de la Lancha del Genil".
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