Isabel, 'La iluminada, bruja o santa

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Isabel Campos fue considerada santa "favorecida por celestes y extraordinarias apariciones"l Aseguró ver a "una señora de singular belleza y con el rostro brillante como un lucero"

Isabel, 'La iluminada, bruja o santa
Isabel, 'La iluminada, bruja o santa
José Luis Delgado

Granada, 08 de enero 2018 - 02:39

Unos la tenían por bruja, otros por santa milagrosa y algunos por embaucadora. Venía de Lorca y se instaló junto al cortijo que llaman del Cerrillo, entre Pinos Genil y Cenes, casada con un gitano canastero que aprovechaba las abundantes mimbres del río cercano. Se llamaba Isabel Campos, era madre de cuatro hijos y le pusieron LaIluminada. Vivía de la caridad del cortijo cercano por su amabilidad con los dueños y su carácter afable y humilde. Fue considerada, según la prensa, "favorecida por celestes y extraordinarias apariciones".

Una noche de mayo de 1887 bajaba el río Geníl tan crecido por las impetuosas lluvias que el cortijo quedó anegado y los cortijeros aterrados; refugiados en una habitación quedaron Isabel, Concepción, la mujer del cortijero, y algunos familiares. A todos invitó a rezar Isabel el santo rosario. En medio de algún misterio, Isabel paró el rezo e invitó a sentarse a "una señora" que solo ella veía. Al poco notaron moverse la silla sin nadie que la ocupara, mientras Isabel no apartaba sus ojos de "la señora". Tuvo que explicar que vio a "una señora enlutada de singular belleza y con el rostro brillante como un lucero". Al día siguiente vieron con asombro que la riada se había retirado respetando las tierras del cortijo, mientras anegaba las de alrededor; incluso celebraron después que la cosecha ese año fue superior en cantidad y calidad.

Isabel aprovechó la afluencia de fieles para recaudar dinero destinado a desenterrar un tesoro

Desde entonces aquella habitación, en la que se dice apareció la Virgen, se convirtió en oratorio y lugar de peregrinación y culto para las gentes de los pueblos vecinos. En medio se instaló la silla que ocupó la "señora" y al lado una guitarra; el techo se cubrió con sábana de flores y estrellas de colores; dos testeros servían de altares llenos de estampas de la Virgen y numerosas imágenes de santicos de barro. Era un sancta sanctorum presidido por la silla que "no pueden tocar manos profanas".

Dada la afluencia de fieles, Isabel aprovechó para asegurar que bajo las tierras del cerro cercano se hallaba enterrado un tesoro, para lo cual hay que rezar y cantar, acompañados por la guitarra del gitano, para ablandar la tierra, pero se necesitaba dinero para la excavación, por lo que se le ocurrió abrir una suscripción popular entre los asistentes a las misas que oficiaba en el oratorio un presbítero revestido con los atributos sacerdotales. Negocio a la vista. Por entonces se buscaba oro en los alrededores (la fiebre del oro).

Era esta Isabel un personaje digno de estudio, porque a pesar de su ignorancia y humilde origen, su aspecto físico, de mediana estatura, demacrada y nerviosa; de mirada viva y radiante, tenía un hablar melodioso. Vestía con andrajos, siempre descalza y apenas probaba bocado; dormía en el establo al calor de las vacas; era afable y cariñosa y, aunque apenas sabía hablar, lo que dice siempre son vulgaridades pero tienen un halo de misterio que gustaba al personal. Cuando se le preguntaba, nunca afirmaba ver de nuevo a la Virgen pero sí aseguraba que la oía y por las noches veía su establo iluminado tres horas antes del alba.

La prensa del momento consideró a esta pobre mujer como una deficiente mental, producto de su escasa alimentación y miserable vida, dotada de ciertas cualidades imaginativas, unidas a una mal digerida educación religiosa que entiende necesario el martirio para la salvación de su alma.

Lo que yo ya no he podido saber es a dónde fue a parar el dinero recaudado por la suscripción popular "para buscar el tesoro del cerro" y qué fue de los cuatro hijos de la tal iluminada Isabel; porque a lo mejor ella estaba loca pero dejó a los hijos bien "iluminados". Y es que a veces la ignorancia de muchos sirve para enriquecer a unos pocos; pon la tele y verás a cuánto iluminado/a se le ha aparecido la Virgen.

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