pasado con presente incluido

José G. Ladrón de Guevara: El búho incorregible

  • Poeta y periodista, vive desde hace 20 años en Almuñécar retirado de casi todo

  • Fue senador por el PSOE durante doce años, autor de varios poemarios y del ensayo en tono de humor sobre la malafollá granadina

  • Con 89 años, a lo único que aspira es a levantarse y que no le duela nada

José García Ladrón de Guevara, el pasado martes en El Puente.

José García Ladrón de Guevara, el pasado martes en El Puente. / reportaje gráfico: Á. C. y archivo.

Hay poetas que eligen la poesía para adentrarse en el examen acendrado de sus experiencias íntimas, pero José García Ladrón de Guevara la eligió por motivos más prosaicos. Dice que se hizo poeta porque no era alto ni guapo y de alguna forma tenía que hacer algo para que las niñas se fijaran en él. Si bien otros estados de su vida han ido apareciendo y desapareciendo conforme ha pasado el tiempo, siempre le ha sido fiel a la poesía. José García Ladrón de Guevara, Pepe Guevara como le llaman los amigos, ha sido periodista, político (fue senador por el PSOE entre los años 1979 y 1990) y aún se siente poeta. Su último verso lo escribió hace relativamente poco y en él habla de ese día que llega y que te tuerce el camino. Ese día en que la vida se pone cuesta arriba. Ese día en el que todo ha sucedido: la infancia, el amor, la alegría, la muchacha que tanto nos quería, los amigos y parientes que se han ido. Además se está quedando ciego y sin referentes en la vida. "Cada día voy viendo como no voy viendo. Ya solo distingo sombras y el contorno de las personas, pero no veo sus rasgos. Y si un escritor ya no puede mirar…". A estas alturas de su existencia (tiene 89 años) Pepe Guevara arrastra su inherente pesimismo vital como un condenado arrastra sus cadenas. "A mí recordar tiempos felices me deprime enormemente, me dan ganas de llorar y de morirme. Por eso creo que hay momentos en la vida en que lo más decente y sensato que uno puede hacer es morirse". Ha pasado por esta vida sin darle rodeos y ahora intenta no ingresar lastimosamente en un decorativo crepúsculo. En cuanto al pasado, todo depende de la memoria. "Hay momentos de mi vida que parece que se los ha inventado mi mente. A veces recuerdo a niñas que sin haberlas tocado siquiera las recuerdo como novias mías. Y es que creo que lo que no conseguiste en tu vida te lo proporciona la imaginación. Hay que tener cuidado con la imaginación. Tengo cosas muy claras porque hay algo o alguien que las puede corroborar, pero otras pasan por mi cabeza sin saber si han sucedido o no".

Huérfano con 9 años

Uno de los placeres veraniegos que desde hace años me niego a renunciar es a quedar con Pepe Ladrón de Guevara para echar un café o lo que se tercie en el bar El Puente de Almuñécar, donde él recala regularmente para sorprenderse de que aún está vivo y de que, si hay alguien que esté dispuesto a escuchar, aún tiene muchas cosas interesantes que decir. Algunos de mis trabajos periodísticos y literarios de estos últimos años lo han tenido a él como protagonista, bien como personaje de entrevista o bien como maestro al que hay que acudir siempre que se quiere pasar un rato memorable hablando de todo aquello que es capaz de fluir en una conversación de amigos. Yo siempre he sido partidario, incluso muy partidario, del temple estilístico de su prosa y de sus columnas periodísticas, de ese humor que tira a sarcasmo, de su elegante prosa y de su sagaz manejo de los adjetivos. También de esas anécdotas que cuenta de su pasado que hacen al interlocutor emitir una sonrisa, cuando no una risa abierta, y acaso una mota de envidia por no haber estado en el lugar de los hechos. Por eso siempre que quedo con Pepe Guevara anida en mí esa animosa inquietud del que piensa que dentro de poco va a pasar un rato agradable con alguien a quien quiere y admira.

La cita, como casi siempre, es en citado bar El Puente. Viene hacia mí apoyado en el brazo de Concha, su mujer, con su eterno sombrero y sus gafas de sol. Paco, el camarero nos prepara una mesa y nos sirve el pedido: un café y un zumo de naranja. Nuestras charlas ya no tienen guion y están cosidas por el deseo de mantener una conversación en la que nos contamos las novedades de nuestras vidas. Hablamos de lo que pensamos, de lo que ha ocurrido y de lo que está ocurriendo. Cuando le digo que posiblemente nuestra conversación sirva para la entrevista que hago los domingos para este periódico, pone una mota de ironía en su rostro y exclama:

-Bueno, lo que quieras. Pero tú ya sabes de mi vida más que yo.

Pepe nació en el año 1929 y tenía nueve años cuando fusilaron a su padre por rojo en las tapias del cementerio. Fue un amanecer del mes de octubre del año 1938.

Con lo fotógrafos Enamoneta y Ricardo Martín Morales. Con lo fotógrafos Enamoneta y Ricardo Martín Morales.

Con lo fotógrafos Enamoneta y Ricardo Martín Morales.

-Como no tenían de qué acusarlo al final lo juzgaron que por no tener cuadros religiosos en mi casa y de alentar a sus hijos a ir contra la Iglesia. Una barbaridad. Pero así eran las cosas.

Para colmo de males, después de la ejecución a la familia le embargaron todos los bienes. Su madre, Josefa Ladrón de Guevara, se las vio y se las deseó para sacar a sus hijos adelante. Así que tanto Pepe como su hermano Horacio se vieron obligados a trabajar muy pronto. Pepe entró a los 14 años en la Azucarera del Carmen, de la que era administrador un tío suyo.

-Tengo totalmente olvidada la Guerra Civil. A veces me surgen destellos en memoria, como cuando participé en la célebre 'desbandá' con mis padres y mi hermano huyendo de Málaga o cuando de muy niño veía desde la azotea de mi casa cómo quemaban las iglesias y los conventos del Albaicín. Recuerdo que aquello me impresionó mucho, aunque no sospechaba en la tragedia en la que iba a desembocar tanto desbarajuste. Soy de los que piensa que hay que olvidar todo aquello y por eso veo algo inútil esa ley sobre la Memoria Histórica. Mira, mi padre fue fusilado por los nacionales y al padre de Adela, la mujer con la que me casé por primera vez, lo mataron los rojos. Algunas tardes mi madre y la de Adela se juntaban a conversar tranquilamente en el patio de mi casa. Sus respectivos maridos habían sido fusilados por los dos bandos y sin embargo en ellas no había odio ni rencor, solo querían olvidar. Así entiendo yo la reconciliación. Por cierto, tanto hablar de la Memoria Histórica y aún no han dicho nada de los bienes que confiscaron a las familias de los que perdieron la guerra.

Por los andurriarres poéticos

Ahí, sentado frente a mí, Pepe Ladrón de Guevara tiene aire de viejo marinero que tiene varada la barca en la que no se volverá a subir. Como dice en su último poema, sigue viviendo paso a paso, a sabiendas que la vida acaba en un fracaso. Está con los brazos acodados sobre la mesa y su rostro muy cerca del mío porque quizás intenta saber si me ha crecido la barba. Yo le hablo en un tono por encima de la media porque es así como se debe hablar a un hombre que está cerca de los noventa.

En su casa de Almuñécar en 1995. En su casa de Almuñécar en 1995.

En su casa de Almuñécar en 1995.

Siendo estudiantes del Padre Suárez, se aficionó a la poesía. Un profesor de literatura llamado José María Aguilar le metió el gusanillo de la escritura. Sus primeros poemas aparecerían así en las revistas Don Alhambro y Molino de Papel. Después, ya pasada la adolescencia, se enrolaría en el grupo Versos al aire libre, que pretendía sacar la poesía a la calle, rompiendo el silencio impuesto sobre ella en Granada desde la guerra civil y la muerte de García Lorca. Era un amplio colectivo de amigos que aportaron a la cultura granadina una nueva manera de vivir y de beber, porque eran innumerables las quedadas para leerse lo que habían escrito en un tiempo en el que el vino llegaba a ser más largo que el día.

-Éramos un grupo sin pretensiones de ningún tipo. No soñábamos con ser los más vendidos, ni los más premiados, ni los más brillantes. Solo queríamos vivir al margen de esa opresión ambiental y oscura que existía en la Granada de la posguerra. Además el grupo era muy heterogéneo, había gente de derechas, de izquierdas, ateos, curas y maricones, porque por entonces no se decía lo de homosexuales. Y no éramos ajenos a nada. No estábamos en la inopia. Recuerdo el ahínco con el que buscábamos las obras de los poetas prohibidos como Neruda, Alberti o León Felipe. Íbamos a la trastienda de una librería que había en Puentezuelas y allí nos los vendían. Los libros nos los daban con una sobrecubierta de Santa Teresa para despistar. Pero yo creo que aquella librería era de un policía o de alguien muy cercano porque siempre se acababan enterando de quienes comprábamos aquellos libros.

Después fundaría con su amigo del alma Rafael Guillén la colección de poesía Veleta al Sur, cuyo primer número, una Antología de la actual poesía granadina (1957), incluía poemas de algunos de sus más destacados componentes, a saber: Julio Alfredo Egea, José Carlos Gallardo, Juan Gutiérrez Padial, Elena Martín Vivaldi, Miguel Ruiz del Castillo y los dos responsables de la publicación.

-Con Rafael siempre he mantenido una amistad a prueba de maledicencias. Y nunca ha habido competición entre nosotros. Han sido muchas las cosas que nos han pasado juntos.

Muerto ya Franco, Ladrón de Guevara formó parte de la 'Comisión de los 33' encargada de organizar el primer homenaje público al poeta granadino en su localidad natal de Fuente Vaqueros, que se celebró el día 5 de junio a las 5 de la tarde, coincidiendo con la fecha en la que Lorca habría cumplido 78 años.

-Yo fui el que presenté aquel acto. Horas antes, estando reunidos nos llegó una carta que decía que si seguíamos con el empeño, tendríamos que atenernos a las consecuencias. Yo dije que adelante y me postulé para presentar el acto. Yo creo que fue porque era el que más vino había bebido. Cuando estaba finalizando el acto alguien me pasó otro sobre con otra nota. Yo me acojoné. Pero la nota decía que, por favor, antes de acabar dijera por el micrófono el número de una rifa en la que sorteaba un jamón. Joder, qué susto.

En el periodismo y en la política

Fuera del campo de la poesía, Pepe Guevara es autor del libro más vendido en Granada, pues lleva ya treinta y tantas ediciones. Se trata del ensayo de humor sobre la malafollá granaína, una forma de ser del granadino a la que él ha dedicado una teoría que hasta ha sido estudiada en la Universidad. Su labor de crítica periodística la llevó a cabo primero en el diario Patria y luego en Ideal, en el que tuvo durante muchos años un artículo semanal en tono de humor que se llamaba Columna del Búho. De ahí que como mote muchos amigos le llamaran El Búho. También es considerado uno de los mejores quintilleros que ha tenido Granada. En el citado periódico había una sección en el que él redactaba una caroca y Guillermo Soria le ponía el dibujo. Todo un referente del granadinismo que encierra este arte.

Con su esposa Concha. Con su esposa Concha.

Con su esposa Concha.

Pepe Ladrón de Guevara también ha tenido tiempo para la política. Estuvo afiliado al PSP de Tierno Galván y cuando este partido se integró en el PSOE, fue senador durante tres legislaturas.

-La política ha ido de mejor a peor. Se ha envilecido mucho. Estamos viviendo el ocaso de las ideologías. Ahora lo que hay es una lucha permanente por el poder personal. Yo ya no sé si soy de izquierdas o de derechas porque ahora no hay referentes. Lo que me sorprende mucho es la facilidad con que cualquier mediocre puede llegar a ser presidente de un gobierno.

Pepe Ladrón de Guevara vive desde hace 20 años en Almuñécar, después de casarse con Concha en 1994. Dice que le gusta vivir cerca del mar porque de alguna forma también es muy poético. De palabra fluida y retranca fácil, habla de su vida como de algo muy lejano y dice que ahora a lo único que aspira en esta vida es a levantarse cuántos con menos dolores mejor.

-El hombre ya no es él y sus circunstancias como decía Ortega y Gasset, es él y sus dolencias. Yo me levanto todos los días y a lo único que aspiro es a que me duelan cuanto menos cosas mejor. A estas edades el dolor es muy hijoputa, nunca se va, lo que hace es cambiar de sitio. Pero sentir dolor está bien porque es señal de que todavía estás vivo.

Con una procacidad inteligente, ese talante entre malafollá y dicharachero, algo de erudito que tiene ya las cosas claras, Pepe Guevara me mira con sus ojos opacos y no es capaz de ver los rasgos de mi cara. Este Pepe Ladrón de Guevara, mítico, pesimista, cascarrabias, angelical, perverso y tierno, sigue estando detrás de cualquier mesa para dar lecciones de vida. Yo quiero un montón a Pepe Ladrón de Guevara.

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