Granada

Juan Bustos, cronista de Granada

  • Se ha cumplido el décimo aniversario de su muerte y el vigésimo de su nombramiento como Cronista Oficial de Granada. Pero Granada es muy poco agradecida

Me parece que se está cometiendo un inmerecido olvido al que los granadinos ya estamos acostumbrados. Apenas se oye hablar de nuestro último (y verdadero) cronista oficial de la ciudad, nombrado en 1995 y fallecido en 2005; el periodista sevillano Juan Bustos nacido en 1930 y del que en 2015 se ha cumplido el décimo aniversario de su muerte y el vigésimo de su nombramiento como Cronista Oficial de Granada. Es verdad que muchos compañeros lo recordaron con cariño en 2008 con la obra Ayer y siempre. Pero yo, como granadino, agradezco a todo aquel que nos haga "viajar al centro de Granada" como lo hizo Bustos.

Esperaba que plumas más sonadas que la mía repicaran en su aniversario alguna campana. Sus méritos son de sobra conocidos por los que tuvimos la oportunidad de oírle en las ondas de la Cadena SER y Canal Sur; de leerle en Patria e Ideal; de recrearnos con sus múltiples colaboraciones, pregones y conferencias; de ilustrarnos con sus numerosas obras sobre Granada, de la que era un enamorado. Premio José María Bugella en 1980; Premio Ondas en 1996. Pocas veces hablaba de sí mismo; era Cronista de Granada. Muchas veces compartí con él mesa, frío y calor en la hemeroteca de la Casa de los Tiros; a otros "cronistas" nunca los vi por allí. Pero es que Juan Bustos procuraba beber agua de las fuentes documentales más que cerveza de los grifos de sus amistades.

Le recordamos hoy reproduciendo algunas de las curiosas anécdotas con las que el periodista salpimentaba con arte sus escritos; y rastreando en su prolífica obra escrita, porque la hablada se cuenta por miles, nos contaba, por ejemplo, lo ocurrido en el antiguo Gobierno Civil en la Gran Vía cuando un gobernador fue sorprendido haciendo el amor con una sirvienta en el cuarto de baño; el escándalo en aquella Granada puritana fue mayúsculo; o cómo las Hermanitas de los Pobres salían en parejas por Granada con sus cestillas de palma pidiendo por las casas, acompañadas de algunos ancianos llevando un carrito para recoger ropa y alimentos. Valiéndose de sus lecturas en El Defensor de Granada nos recuerda el nombre de algunos comercios granadinos instalados en lo que hoy es la calle Reyes. Como estaba de moda lo francés, las tiendas fueron bautizadas así: La Ville de París, Palais de Nouveautés, Maison Doré, El Louvre, etc, aunque se mantuvieron las joyerías La Purísima y Romera. Nos cuenta el día de la inauguración del Teatro Isabel la Católica en 1952. Una aglomeración de gente esperaba a las puertas cuando desde el ático del edificio apareció un paracaidista de nombre Jans Will (Julián Zamarriego) que se lanzó al vacío; dice que el paracaídas se abrió poco antes de rozar las copas de los árboles de la Acera del Casino. Menos mal.

Cuenta Bustos el curioso sistema que empleaba el conserje de la Biblioteca Pública del Salón, que antes fue Casino, para criar a sus gallinas. Las echaba por la mañana a las orillas del río Genil y las recogía por la tarde mediante una cuerda y una cestilla que deslizaba por el pretil izándolas una a una. Aquello era un espectáculo diario para la chiquillería del barrio. Pero lo que terminó de mala manera fue lo de la duquesa de Terranova, camarera mayor de la reina María Luisa, esposa de Carlos II. La reina trajo de Francia un loro que hablaba francés; solo sabía decir "gorda" en Castellano. Como quiera que la camarera era muy gorda, interpretó que el loro se cachondeaba de ella y le retorció el pescuezo. El loricidio, dice Bustos, fue la causa de que la reina le diera a la camarera una tremenda bofetada y se organizara en la Corte un gran escándalo. Lo curioso es que el rey le dio la razón a la camarera. Sirva este modesto recuerdo de invitación a leer su extensa obra sobre nuestra Granada y sirva para lamentar lo que otros olvidan sin yo saber por qué.

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