Cancionero para una crisis

Lágrimas en el Cielo

  •  El periodista al que no pudo doblegar ETA ha caído por el ataque cruel de un virus "que no mira de frente"

Lágrimas en el Cielo

Lágrimas en el Cielo

En la muerte de José María Calleja, encerrados en el laberinto de la cuarentena hemos puesto rostro y tono de voz a esta tragedia. "Empezaremos a calibrar la dimensión real de esto en el momento que alcance a uno de los nuestros, de la familia, del círculo íntimo de nuestro entorno", me dijo un día de los primeros de esta reclusión alguien a quien ayer trataba de recordar una sentencia de autoría tan triste y premonitoria como la realidad ha demostrado. Todas las víctimas de esta pandemia tenían nombre y apellidos, una vida, un pasado, un futuro al que el virus ha puesto cruel fin. Esa fría estadística de los números, que ya había golpeado a quienes hayan perdido estos días a alguno de los suyos, nos ha llevado más allá de las cifras a partir de este martes en que José Mari ya no está con nosotros. 

 El periodista al que no pudo doblegar ETA ha caído por el ataque cruel de un virus "que no mira de frente", como sí miraba Calleja, que tal vez por eso "no lo vio venir", según escuchaba en la radio matinal entre la vorágine de comentarios laudatorios y merecidos que en las últimas horas recaen sobre su persona, vehemente y vitalista en la defensa de sus ideas y razonable para el respeto de las de los demás. 'Arriba Euskadi', uno de sus libros, publicado en 2001, es el mejor tratado de resistencia civil ante la violencia desatada en el País Vasco donde con valentía ejerció la profesión vocacionalmente elegida. Mucho antes que fabulaciones basadas en hechos reales, como 'Patria', este 'Arriba Euskadi' era un dibujo real, una visión global en primera persona de quien sufría de forma tangible la amenaza de los asesinos que desplegaron por todo el País Vasco la diana con su fotografía. Esta paz de ahora en aquella zona del norte de España es debida a él y otras muchas personas como él, que finalmente doblaron el pulso a aquella banda de asesinos. 

 Aquello no era un chiste, pero Calleja no cambió de ideas ni de postulados ni de formas. Ahora, que su figura imprescindible no podrá intervenir en el relato de estos tiempos, hemos empezado a añorar a él y otros como él que con su muerte nos trasladan a la dimensión real de esta catástrofe. Nos queda el dolor y este cancionero apela a Eric Clapton y su 'Tears in Heaven' ('Lágrimas en el Cielo'), la respuesta en forma de balada con la que el músico inglés dio salida a su tragedia personal, la muerte de su hijo de 4 años de edad, al caer por un balcón en 1991. Cuando la muerte golpea así solemos decir, entre las varias musitadas frases de condolencia, que no hay palabras. Y algo de ello debe ser verdad, porque el Diccionario, que sí ha apuntado el sustantivo 'huérfano' para quien pierde padre o madre, no ha sido capaz de acuñar la palabra que califique al padre o madre que pierde un hijo. 

 Ese dolor que atraviesa la balada de Clapton en la inconsolable espera de reunirse en el Cielo, "wolud you know my name / if I saw you in Haeven?" ("¿Sabrías mi nombre / si te viera en el Cielo?"), esas invocaciones a la incierta reunión, "si te viera en el Cielo, / ¿me tomarías de la mano?, / ¿me ayudarías a pararme?, / ¿sería todo lo mismo?". Una canción que se sitúa al otro lado de la puerta simbólica que separa este mundo del Cielo al que van los justos, "beyond the door / there's peace, I'm sure, / and I know there'll be no more / tears in Heaven" ("Más allá de la puerta / hay paz, estoy seguro, / y sé que no habrá más / lágrimas en el Cielo". 

 La balada de Clapton remite a afrontar con fortaleza de ánimo la continuación del camino a pesar de un tiempo que "puede derribarte, / doblar tus rodillas, / romper tu corazón". Un tiempo como este, de tragedias colectivas y compartidas, pero también personales como la de José María Calleja y tantos otros a quienes, desde el desconocimiento de sus anhelos y vivencias individuales, sin embargo estamos obligados a perpetuar en nuestro recuerdo. 

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