Granada

El Liceo artístico y literario de Granada

DURANTE el siglo XIX surgieron en Granada diferentes asociaciones o sociedades, de orden cultural y filantrópico, que se alimentaban de los prohombres de la ciudad y de todos aquellos viajeros e intelectuales que por uno u otro motivo habían decidido residir en la ciudad. Así, sociedades artísticas y literarias como Las Delicias, Lope de Vega o la famosa Cuerda; dinamizaron la vida cultural de la ciudad con recitales, conciertos, conferencias, cursos, juegos florales y publicaciones que mantenían el alto nivel de una ciudad como Granada en la que, paradójicamente, las tasas de analfabetismo se encontraban entre el 60 y 70%.

Granada, por esas fechas, era un importante reducto liberal que se manifestó varias veces con motines y sublevaciones, a partir del fin del reinado de Fernando VII. Sería precisamente en 1833, fecha final de la Década Ominosa, cuando surgiera en la ciudad una asociación literaria que desembocaría en 1839 en una de las instituciones que más longevidad e importancia han tenido en la vida granadina: el Liceo Artístico y Literario. Se dividía en tres secciones: artes, letras y música; pero también poseía un órgano de comunicación, tan importante como la publicación La Alhambra, periódico de Ciencias, Literatura y Bellas Artes, que se fundó en 1839 y que rápidamente entró en el círculo del Liceo, haciendo una creciente apología sobre la ciudad musulmana e incluso cierto nacionalismo, frente al hipotético pasado romano y, ante todo, frente a la ciudad posterior a 1492. El Liceo, además, tenía una singular peculiaridad para la época, como era el acceso libre a las mujeres, que podían ocupar cualquiera de las tres modalidades de asociados: profesores, socios normales o corresponsales.

Así las cosas, el Liceo abrió sus puertas con una gran sesión, en la que no faltaron los discursos y la música, hasta el punto de que un periodista de la época escribía: "Podemos decir con orgullo que el Liceo de Granada posee hombres de ciencia profunda, de exquisita erudición, y de una magia en el decir tan irresistible que comunican a todos su convicción y su doctrina". Estas elogiosas palabras pronto se pondrían a prueba práctica, pues en 1842 unos hallazgos fortuitos en el pago del Marugán en Atarfe, dieron a la luz una importante necrópolis, que fue rápidamente saqueada por los necesitados jornaleros que intentaban vender los anillos y otros exornos en las platerías de Granada, por lo que el Liceo, según nos cuenta La Alhambra, decidió comprar todos estos alfileres, aretes, hebillas, cuentas de ámbar y cristal, etc., con la intención de que no se desperdigara la colección, permitiendo su paso al Museo Arqueológico que hoy la custodia. Era el comienzo del descubrimiento de Medina Elvira.

La sociedad del Liceo mantuvo su pujanza durante unos cincuenta años, desde su sede en el desamortizado convento dominico de Santa Cruz, compartiendo espacio con otras instituciones como la Real Sociedad Económica de Amigos del País, el Museo Provincial o la Academia de Bellas Artes. Era allí donde el Liceo tenía sus salones y donde se celebraban las veladas musicales, en las que se llegaron a interpretar óperas de Verdi, como en la del 18 de noviembre de 1850. Al entrar en los años ochenta del siglo XIX, el impulso inicial parecía abocado a su defunción y, solamente, los actos del segundo centenario del fallecimiento de Calderón de la Barca, permitieron al Liceo lucir un poco, editando una biografía políglota del dramaturgo, encontrándose entre los idiomas utilizados el árabe granadino. Pero en 1888, el Ayuntamiento consiguió que viniera a Granada un Colegio de instrucción militar, que se pensó instalar en el ex convento de Santo Domingo, con lo que el Liceo, junto al resto de instituciones, quedaba desahuciado en uno de sus peores momentos.

Sería en esta fecha de 1888, cuando se realizara un cambio de la Junta directiva, en la que entró a formar parte el director del diario granadino El Defensor, Luis Seco de Lucena, sevillano de nacimiento; al que se le ocurrió relanzar la imagen del Liceo con una espectacular acción a nivel propagandístico. Esta acción no fue otra, más que la de realizar un gran homenaje nacional a José Zorrilla y coronarlo como rey de los poetas, en el Palacio de Carlos V, a finales de junio de 1889. Para comprender el impacto de este acto, hay que recordar que la llegada de delegaciones de toda España, más el público que no se quería perder tan magno suceso provocó graves problemas de alojamiento en la ciudad y, por otra parte, revistas nacionales como La Ilustración de Barcelona o El Resumen de Madrid hicieron amplios reportajes gráficos del acontecimiento.

Por estas fechas, la Diputación pasó a asignarle una cantidad fija al Liceo para que pudiera mantener una sede digna en los bajos del Teatro Cervantes, a donde llegó hasta la demolición del coliseo granadino en 1966. Fue aquí donde se hizo más popular la institución, fotografiada mil veces su fachada con corrida galería de cristales que daba a la plaza del Campillo y en donde, durante el verano, se sacaba una especie de porche soportado con pies derechos y zapatas gótico-mudéjares, en las que los asociados se refrescaban bajo los centenarios árboles de la plaza.

Después, estuvo languideciendo en la plaza del Campillo Bajo durante unos años, hasta su desaparición definitiva, aunque en su haber dejó su preocupación por la cultura y la simiente para el surgimiento de otra institución que aún permanece: el Centro Artístico.

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