Granada

Luminoso guardián de los marinos

  • Francisco García Morón trabaja desde hace casi 30 años en el mantenimiento y control de los faros de Granada y la incorporación de la informática a las linternas no ha mermado sus funciones

Los fareros: una especie en extinción. Éste fue el presagio que los más apocalípticos emitieron con la llegada de las nuevas tecnologías a las linternas de los faros.

Contra tan pesimistas hipótesis -y por suerte para los profesionales del sector y para los melancólicos de las tradiciones-, los faristas o fareros (según la zona) continúan desarrollando su exclusiva labor retirados en sus recónditas torres.

Éste es el caso de Francisco García Morón, un motrileño que lleva casi tres décadas encargado de la vigilancia de los faros que existen en la costa granadina (el faro de La Herradura, el de Castell de Ferro y el de Sacratif). Es más, el farero no sólo no ha desaparecido, sino que sus tareas se han multiplicado. "Cuando se introdujeron los sistemas informáticos a finales de los noventa, la gente creía que no iban a hacer falta fareros y, sin embargo, ahora tengo que hacerme cargo del mantenimiento y limpieza de los cristales y focos y llevar el control de lo equipos técnicos. Trabajo más", bromea Francisco.

Para el gremio, los sistemas informáticos se han convertido en un aliado más que en un enemigo. "La monitorización de los faros viene muy bien porque te avisa si se ha fundido una bombilla o se ha parado el motor", comenta Francisco, una alarma que antes daban los vecinos de los faros, al percibir el cese del monótono e intermitente haz de luz. No obstante, asegura que él siempre ha podido controlar los tres faros desde Sacratif, sobre el llamado Cerro del Chucho, donde habita junto a su mujer y sus hijos desde 1989.

A sus cincuenta y ocho años, Francisco se considera un privilegiado por vivir en un enclave especial: desde su hogar puede ver las provincias de Málaga y Almería y el impreciso horizonte azul del mar Mediterráneo. "Lo mejor de vivir aquí es la tranquilidad que hay", explica Francisco, un estado que sólo se ve quebrantado por la inesperada visita de las cabras montés que habitan en la zona, debido a su debilidad por las plantas del exterior del faro. "He tenido que poner rejas alrededor del recinto porque las cabras entraban y se comían los geranios", comenta entre risas el farero, aunque confiesa que le encanta contemplarlas mientras escalan por los acantilados.

No obstante, Francisco reconoce que no todos son ventajas. "El faro está alejado de los núcleos urbanos por lo que realizar tareas cotidianas, como ir al supermercado, supone un esfuerzo extra", alega.

Pero ni las nuevas tecnologías, ni las' injerencias caprinas', ni la lejanía de la civilización, ni los 68 peldaños de la escalera de caracol que separan su vivienda de la cúpula han mermado el entusiasmo de Francisco. De hecho, ha conseguido reciclarse y adaptarse a los programas informáticos, de los que habla con maestría.

"Los tres faros tienen un encendido automático gracias a una tarjeta electrónica con fotorresistencia", de modo que cuando el sistema detecta la falta de luz se enciende el foco, aclara en la calurosa linterna de Sacratif, el más importante de los faros granadinos. Este faro de segunda categoría tiene un alcance de 25 millas -cuando hay 0,7 grados de transparencia en la atmósfera-, frente a las 14 de Castell de Ferro y las 15 de La Herradura.

Creado en el año 1863, el faro de Sacratif es el primero de Andalucía que cuenta con una estación de monitorización costera, mediante la que se obtienen cada tres horas imágenes por cámara del mar, que sirven para controlar, entre otras funciones, la existencia de pateras en la zona, aunque su instalación -en la punta del mirador de Sacratif- ha disminuido las vistas de Francisco.

Además, la linterna que se erige entre Carchuna y Torrenueva es la única cuyas instalaciones fueron totalmente construidas, mientras que en Castell de Ferro, en 1992, se recicló la Torre de la Instancia (una torre vigía árabe sita en la Punta del Melonar) como base y en 1992, se instaló la linterna sobre otra atalaya denominada Torre de Xarfa, ubicada en la Punta de la Mona, en La Herradura. No obstante, la linterna de Castell de Ferro situada a 237 metros de altura, se convierte en el segundo faro más alto de la península.

Pese a lo que la mayoría piensa, los faros no sólo sirven para advertir a los navegantes de la cercanía de la costa, sino que también indican a los marinos dónde se encuentran gracias al 'sistema de apariencias'. Esto supone que cada luminaria tiene un único y exclusivo modo de iluminar, explica Francisco García Morón, farero de Granada. Así, el giro del foco de Sacratif dura 10 segundos, que se dividen en 0,2 segundos de luz, 2,3 de oscuridad, 0,2 de luz y 7,3 de oscuridad, un código que se repite con cada vuelta. Mientras, el faro de La Herradura cuenta con una apariencia más simple, consistente en un segundo de luz y cuatro de oscuridad, mientras que el haz de luz de Castell de Ferro se divide en un segundo de luz, dos de oscuridad, otro de luz, otros dos de oscuridad, uno más de luz y seis de oscuridad, invirtiendo en total trece segundos por giro. Para conseguir estos códigos, cada luminaria cuenta con una disposición distinta de los cristales, como si de las huellas dactilares se tratara.

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