"Mamá, me voy de casa, no me busques"
Los menores que se fugan dan mucho trabajo a la Policía, que suele hallarlos en menos de 48 horas · Muchos se ríen cuando son localizados; pero su 'travesura' no tiene gracia.
Revolución hormonal, enamoramiento precoz, coqueteo con las drogas y el alcohol, fracaso escolar, falta de comunicación con la familia, separación de los padres, progenitores demasiado autoritarios o excesivamente blandos, embarazo no deseado... Las razones que pueden llevar a un adolescente a marcharse de casa son de lo más variadas, pero cuando un menor de edad toma una determinación tan arriesgada, todo apunta a que existe una peligrosa grieta en su educación, con independencia de que sea brillante en los estudios o una calamidad con los libros, de que pertenezca a una familia bien o a una familia desestructurada.
En la capital, a los seis miembros que integran el Grupo de Menores (GRUME) de la Brigada Provincial de Policía Judicial de Granada, los menores que se fugan no les dan tregua: desde enero hasta primeros de septiembre ya habían tenido que seguir el rastro a 79 adolescentes, 55 de ellos chicas. Y los han encontrado a todos, la mayoría en menos de 48 horas. Sólo permanecen abiertos tres expedientes de tres menores extranjeros fugados de diferentes centros de protección.
Uno de los últimos episodios que han pasado por sus manos y se han resuelto con éxito ha sido el de las dos primas, una de La Zubia y la otra de la capital, que finalmente fueron halladas en Cenes de la Vega. Casi no habían terminado de completar esta investigación cuando otros padres desesperados formulaban otra denuncia por la desaparición de su hija. En este caso, se trata de una chica de 16 años de la capital multirreincidente, pues ya se ha escapado en cinco ocasiones anteriores de forma voluntaria.
¿Qué se les pasa por la cabeza a estos jóvenes para abandonar su hogar? ¿No saben que tarde o temprano van a ser localizados? ¿No se dan cuenta de que son especialmente vulnerables ahí fuera? ¿No son conscientes de los peligros que les acechan en la calle? Pues, parece que no.
Para conocer más a fondo estos casos, el jefe del GRUME, Rubén Sánchez, nos presenta al subinspector Jacob Prados. Por sus manos han pasado la mayoría de los expedientes de fugas de chavales en la capital y es la persona del grupo que probablemente sepa más sobre estos comportamientos.
Perfil variado
El subinspector es tajante: "No hay un perfil concreto". Son edades difíciles y hay de todo. Está el típico niño bien, buen estudiante, con una familia perfectamente estructurada, con una socialización apropiada y buena situación económica. Luego está el chaval conflictivo, con una familia rota y graves problemas. "Muchas veces el problema no son ellos, son las familias, por la educación, la atención y los cuidados que han recibido esos niños", señala, aunque reconoce que reciben más casos de 'niños bien' que de chavales de raíces más humildes. Un apunte: también están protagonizando fugas últimamente niños adoptados. Por sexo, se marchan de casa "más chicas que chicos" y la franja de edad suele estar "en los 14 a 16 años", detalla Prados. El menor de más corta edad al que el GRUME ha tenido que buscar tenía solo 12 años.
Los motivos
Detrás de gran parte de las escapadas de los adolescentes está "una familia desestructurada". A partir de ahí, también influyen el bajo rendimiento escolar, el consumo de las mal llamadas drogas blandas, como el cannabis y, claro está, el amor. "o lo que creen amor", matiza el investigador policial.
Alto riesgo
Buscar a un menor fugado supone mucho esfuerzo y mucha tensión. En 2009, la Secretaría de Estado y Seguridad emitió una instrucción sobre personas desaparecidas para "de alguna manera, agrupar esfuerzos en torno a la investigación y tratamiento de la desaparición de menores", comenta Prados, a la vez que explica que a partir de ahí se creó una base de datos sobre personas desaparecidas y restos humanos sin identificar, y se introdujo la figura de Alto Riesgo, que en el caso de menores siempre lo son a excepción de los que se fugan de los centros de protección. Luego ya, una vez iniciada la investigación policial se acota el riesgo en cada caso. Cada plantilla, en cada provincia, se ocupa de sus casos, pero en Madrid hay una unidad central que coordina todas las desapariciones a nivel nacional. Esta unidad envía a cada grupo, a través de un sistema específico denominado SADAR (Sistema de Alertas de Desapariciones de Alto Riesgo), unas alertas cada cierto tiempo para que informen de cómo va cada caso. Gracias a este sistema, las busquedas se extienden a nivel nacional desde el minuto cero.
La búsqueda: un no parar
Las primeras gestiones que realizan los investigadores policiales tras recibir una denuncia son indagar en su entorno familiar y su entorno más próximo. "Hay que valorar el caso; no es lo mismo un chico que se escapa por primera vez que otro que tiene antecedentes de fugas previas", aclara el jefe del grupo. Así, hablar con los padres, con los amigos y con el centro educativo para tratar de esclarecer qué ha movido al menor a irse de casa son los primeros pasos a dar en la investigación. Normalmente los amigos suelen ser claves para dar con el paradero del chaval, pues "a veces tienen más información que los propios padres".
Agrio o dulce reencuentro
Aunque parezca mentira, cuando acaba la 'aventura' de un joven fugado, su reacción suele ser de risa. Sí, suelen reírse, aunque lo que han hecho no tenga ninguna gracia. Los policías que los localizan y los conducen a las dependencias del GRUME tratan de completar el puzzle de su fuga hablando con ellos, pero no suelen sonsacarles toda la verdad. "Nos dicen que están hartos de sus padres, que no les hacen caso, pero no nos dicen todo, entre otras cosas porque casi siempre ha habido sexo, droga y rock and roll". La mayoría se refugia en casa de algún amigo, aunque hay quien decide pedir limosna en la calle y luego dormir en un cajero, en una estación, en un garaje, en un sótano, a saber. El reencuentro es otro de los momentos álgidos de cada fuga. Hay padres que se deshacen al ver a sus hijos sanos y salvos, y los besuquean y los envuelven en abrazos repetidamente. Otros los reciben como miuras, a veces con 'cachetazo' incluido, como antesala de la reprimenda que les espera en casa.
La prensa, no siempre
Cuando la Policía necesita la colaboración de los medios para localizar a un menor desaparecido, acude a ellos. Pero la mayoría de los casos no trasciende, pues puede suceder que por comunicar una desaparición a la prensa se perjudique a la investigación. Y no porque el menor vaya a huir más lejos, sino porque "se multiplican las líneas de investigación" y la gente, por ayudar, puede dificultar la búsqueda. En el caso de las primas de Granada localizadas recientemente, ocurrió que, al hacer los medios pública su desaparición, una señora de Madrid comunicó a la Policía que las había visto paseando en Móstoles, cuando las niñas no se movieron de la provincia.
"Ser papás, no policías"
En este tipo de casos, los padres tienen que limitarse a ser padres, no hacer de policías. Para eso ya está el GRUME en la capital, y la Guardia Civil y la Policía local en los pueblos. La Policía comprende la desesperación que entra a muchos de los progenitores, pero les recuerda que guardar la calma es crucial y que las acciones precipitadas -como acudir a los medios a la par que a la comisaría- puede ser contraproducente. Los niños. afortunadamente y, hasta ahora, siempre acaban apareciendo. "Muchas veces la intención de los padres es ayudar, pero lo que hacen es entorpecer", advierte el jefe.
Se van con lo puesto
La estampa que viene a la mente cuando se habla de un menor que se fuga es, para mucho, la de un joven con una mochila a la espalda. Nada más lejos de la realidad. Casi todos se van con lo puesto y casi sin dinero. En época lectiva, suelen aprovechar las idas y venidas al colegio. Se van de día. En verano, a cualquier hora. Algunos dejan incluso una nota comunicado a sus padres su marcha. Así lo hicieron, por ejemplo, dos hermanas, de 13 y 14 años, que hace unos dos meses se fugaron a Málaga. En ella les decían que no se preocuparan, que tenían alojamiento. "Dejen nota o no, nuestra obligación es la localización y reintegro de los menores", recalca el subinspector.
Lo más lejos, Quito
Quito, capital de Ecuador, es el lugar donde más lejos ha llegado un menor fugado en la capital. Normalmente, estos jóvenes no llegan muy lejos, lo más a alguna provincia vecina. En cuanto al escondite más raro donde han encontrado a un desaparecido: dentro de una chimenea de un cuarto piso.
Ningún trágico final
Afortunadamente, ninguna escapada voluntaria ha acabado en tragedia, aunque el riesgo siempre está ahí fuera. Los padres temen por la integridad de sus vástagos, una preocupación lógica si uno se pone a pensar: violadores, pederastas, proxenetas... Hay, por contra, otros padres que, sabedores de que sus hijos son conflictivos, están más preocupado por los actos ilícitos que éstos pudieran cometer durante su 'aventura', ya que los responsables civiles son ellos. Lo cierto es que lo que le puede ocurrir a un menor fugado "no depende de la pericia de la investigación ni de la pericia de la Policía, depende de la suerte", recuerda el GRUME. "Las desapariciones son todas voluntarias, pero nosotros las abordamos como si no lo fuesen". Cabe destacar en este punto que sus miembros se ponen manos a la obra inmediatamente cuando tienen constancia de una nueva denuncia; dejan todo lo que están haciendo -el grupo investiga también todos los delitos cometidos por menores en Granada- y se vuelcan en cuerpo y alma en cada búsqueda.
Redes sociales
No somos todavía suficientemente conscientes de lo peligrosas que pueden resultar las redes sociales. La Policía cree que existe una relación directa entre el aumento de casos de fugas de menores y su uso. "¡Tuenti nos trae locos!", exclama Prados, que advierte a los padres del riesgo de no controlar las amistades cibernéticas de los adolescentes. Casi todos los casos que han investigado últimamente están de hecho relacionados con citas cerradas en la red. Existen, además, episodios de adultos que inducen a los chavales al abandono del hogar, lo cual es un delito tipificado.
Fiscalía de Menores
¿Y qué ocurre cuando se cierra un caso tras localizar al adolescente? El menor fugado no tiene castigo penal alguno. No es un delito dejar el hogar. El castigo lo tendrá probablemente en casa. Lo que sí ocurre es que se da traslado de su caso a la Fiscalía de Menores a fin de que lo examine, estudie sus circunstancias y ordene que se abra, en caso de que lo considere necesario, un expediente de protección.
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