Martín Sánchez, el padre de la mancebía

Juana la Loca reguló el trato a las mujeres públicas frente a los abusos del regente de la mancebía · Certificado médico, comida, cama y ropa limpia · Los inspectores eran los "deputados"

José Luis Delgado

06 de marzo 2012 - 14:39

Cuando Rafael de León escribió en su copla Ojos verdes aquello de "Apoyá en el quicio de la mancebía", situó la escena precisamente en Granada, porque una de sus estrofas dice: "Vimos desde el cuarto despertar el día y sonar el alba en la Torre la Vela". Y es que esto de la mancebía no tiene enmienda, aunque por lo menos los antiguos parece que la tenían mejor regulada.

El 12 de agosto de 1539 hubo que pregonar en la Plaza de Bibarrambla unas ordenanzas municipales para acabar con los abusos que Martín Sánchez y su mujer, padre y madre de la mancebía en Granada, cometían con las pobres mujeres que tenían en su casa. La situación y el maltrato que estas "mujeres públicas" sufrían fueron denunciadas y obligaron a Carlos V y a su madre Juana la Loca a emitir una serie de normas u ordenanzas para poner orden en el asunto, siendo que eran rey y reina por la Gracia de Dios y parece que estarían obligados a hacer las cosas "como Dios manda".

El padre de la mancebía, como así era considerado el tal Martín Sánchez, cobraba cara la posada, daba mala comida y ropa en mal estado a las mujeres. Y esto "iba en deservicio de Dios nuestro Señor y en daño y perjuicio de las dichas mujeres", dice la ordenanza.

Para eso se dictaron normas que regularan la situación sin dejarse ningún cabo suelto so pena de severas multas que incluían pagos en efectivo y azotes en público.

Se dice expresamente que se ha de dar buena comida a las mujeres que vinieren a la mancebía; para ello han de comer cada día dos libras de pan, una libreta de carne, mitad carnero, mitad vaca o cerdo; medio cuartillo de vino, berzas, nabos, berenjenas y un rábano, ensalada y fruta; todo guisado y aderezado al precio de 25 maravedíes diarios. Y si no se cumple esto se obligará al padre de la mancebía a pagar 2.000 maravedíes. Se permite que las mujeres puedan traer de sus casas cabrito o aves y, para los días de vigilia, pescado.

Guardar el ayuno en los días de vigilia debía ser importante para no caer en pecado.

Se obliga también a que el padre de la mancebía disponga para cada mujer de una habitación o botica en la que haya una cama, dos vasos, un jarro, un jergón de paja, un colchón de lana, dos sábanas, una manta, una almohada, una colcha de lienzo, una silla y una vela cada noche. Y si no se cumple tendrá que pagar el padre 2.000 maravedíes. Y si reincide recibirá 100 azotes y no podrá ejercer más su oficio.

Se ordena que cada mujer pueda lavar su ropa, pero si la lava el padre de la mancebía no podrá cobrar más de 4 maravedíes incluyendo lavado y enjabonado.

Se prohíbe admitir en la mancebía a otras mujeres que quieran venir a ganarse la vida, mientras no haya sido previamente avisada la Justicia y visitadas por el médico para que certifique que no tienen ni han tenido bubas ni otras enfermedades venéreas. Dicho certificado lo firmaba Rodrigo de Medina, cirujano de cámara de sus "cesáreas y católicas magestades"

El horario establecido de apertura y cierre del negocio sería desde que saliera el sol hasta que cerraran la puerta de la Plaza de Bibarrambla.

Tales ordenanzas fueron expuestas en la propia puerta de la mancebía que estaba extramuros de la ciudad. Casa de lenocinio que era periódicamente inspeccionada por unos funcionarios denominados "deputados" en la ordenanzas.

No he querido averiguar la etimología de la palabra "deputado", pero la expresión "ir de putas" suena fatal y no creo que tenga que ver con los diputados, porque yo no lo puedo saber todo.

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