Granada

Martín Vivaldi sentada al sol

SENTADA al sol y en pleno julio parece que medita esto: Entre ti, soledad, me busco y muero / en ti, mi soledad, mi vida sigo, / vencida por tus brazos voy contigo / y allí te aguardo donde ya no quiero. Era Elena Martín Vivaldi una mujer frágil y sensible, de aspecto soñador, melancólico y un tanto enfermizo, muy poco cuerpo para tanta alma, según un retrato que de ella hizo el entonces joven pintor Manuel Maldonado.

Su vida y su obra están mil veces referidas. Aquí no hace al caso, si no es para recordar algunas anécdotas tal vez menos conocidas.

Yo en mi vida apenas la traté un par de veces y sólo cuando frecuentaba la modesta biblioteca instalada en la Sala de Profesores del Instituto Ángel Ganivet; era tan parca en palabras que apenas la oí hablar y sólo lo hacía al oído de su hermano, el inolvidable y eterno jefe de Estudios D. Victoriano.

Resultaba que Elenita, como le llamaba su hermano, era hija del doctor Martín Barrales, el médico ginecólogo que vivía en las afueras de Granada, en la Punta de Europa, al final del Carril del Picón, precisamente en la misma casa en la que también vivió Francisco Ayala; allí nació en 1907, hija de Elena Vivaldi, que fue madre de siete más.

Fue su padre catedrático y decano de la Facultad de Medicina, presidente de la Diputación y primer alcalde republicano de Granada, aunque por poco tiempo. No pudo ver a su hija Elena sentada y meditando eternamente en la Avenida de la Constitución, pensativa y con el alma "serena de amarillos".

Dicen sus biógrafos y certifican algunas fotos que Elena fue una joven guapa y atractiva, aunque de difícil trato con los pretendientes; y es que para las mujeres muy sensibles no todos los hombres somos aptos. Su desengaño con aquel medio novio que se llamaba Pepe Martínez, simpático y alegre, según dicen, pero que se casó con otra, la marcó para siempre. Al tal Pepe parece que van dedicados los versos de desamor de su obra El alma desvelada, en la que se puede leer esto: Tú puedes unir todas tus caricias / y formar una cadena sola /que rodee y acaricie el cuello que es de ella… / puedes reírte y decir "pobre Elena".

En sus poemas se habla de lunas, mares, lluvias, verdes, amarillos, esperanzas, soledades, desengaños y amores fingidos.

Cuentan, y será verdad, que tras sacar las oposiciones de Archivos, Bibliotecas y Museos, ganaba tan poco que apenas podía comprar pasteles y hasta se entusiasmó con un pan blanco que le regaló su hermano Victoriano, comprado de estraperlo en las panaderas de la Plaza de la Trinidad. Así lo hemos leído en la semblanza que le hace Gil Craviotto.

Los años y sus problemas de espalda le fueron encorvando la columna, que no la mente. Puesto que llegó lúcida hasta los 91. Tampoco los años han encorvado su recuerdo y por eso es Hija Predilecta de la ciudad, Medalla de la Real Academia de Bellas Artes y Bibliotecaria de la Universidad; el Aula de Letras y Artes de la Facultad de Farmacia, de la que también fue Bibliotecaria, le dedicó un entrañable acto de homenaje y placa. Por tanto mérito figura en la Avenida de Granadinos Ilustres, obra que esculpió José A. Castro Moreno y que donó para todos nosotros CajaGranada.

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