Mira mi nieto, ¡qué guapo es!

Los niños de mi quinta sólo fuimos fotografiados tres veces: el día que celebramos la primera comunición, en el retrato del libro de escolaridad y para conseguir el carnet de familia numerosa

1. Antiguamente los niños sólo eran fotografiados en tres momentos de su vida: en la comunión, para conseguir el libro de escolaridad y el carnet de familia numerosa. 2. El colmo es cuando los abuelos llevan a la nietecilla en el salvapantallas del móvil. 3 y 4. Los hay que hasta se imprimen la foto en el chándal. /Fotos: J. Luis Delgado
Por José Luis Delgado

26 de enero 2009 - 01:00

Debe ser verdad. Todos parecen estar de acuerdo. La experiencia de disfrutar de los nietos es algo fantástico porque no veas lo que presumen los abuelos, sobre todo los primerizos. Tanto que ya no se conforman con enseñar esas doce fotos, una por cada mes de vida, sino que algunos llevan un álbum portátil muy completo con instantáneas del niño en todas las posturas y hasta haciendo pipí.

Los niños de mi quinta sólo fuimos fotografiados tres veces: el día de la primera comunión; el retrato del libro de escolaridad y la foto del carnet de familia numerosa.

Sin embargo hoy se le hacen al nieto en cuestión trescientas mil fotos cada día. Cualquier pretexto es bueno y si no, se lo buscan como sea para hacerte ver lo hermoso que está ya el niño y lo guapa que es la niña. Claro, dicen que se parece mucho a la abuela, que es la que luce las fotos.

No tiene pereza en enseñar a la nietecilla; sobre todo la foto en la que está vestida de gitana el día de la Cruz; porque la niña con el clavel y la peineta está para comérsela. Además el vestido y la mantilla se la compró ella con la paga extraordinaria de su jubilación. La enseña a la pescadera, al frutero de la esquina y hasta al conductor de la Rober cuando saca el bono para coger el 11, que es el autobús que da la vuelta entera a Granada y permite mayores oportunidades de conversación con los pasajeros, a los cuales también le saca las foticos antes de que se bajen en la Caleta.

Siempre advierte que ya la niña ha crecido y que en esa foto estaba malilla porque alguien le había pegado algo en la guardería. Como siempre los que pegan las enfermedades son los otros.

El niño es más feillo; se le parece más bien al yerno; y esas orejas tan grandes y la nariz "porrua" son de la otra abuela. Ya se sabe que la consuegra Mama Chon es más fea y además sólo le regaló a la niña los zarcillos rojos de pasta comprados en un todo a cien.

O sea que con el pretexto de la dichosa foto nos viene a decir, como el que no quiere la cosa, que la pobre Asunción además de fea es tacaña.

El colmo es ya cuando el abuelo se empeña en llevar a la nietecilla de salvapantallas en el teléfono Nokia. Cada vez que saca el móvil se acuerda de enseñar a su Conchi Pili que está preciosa. ¡Mira mi nieta! Y tenemos que averiguar que esa figurilla medio desvaída que aparece en la micropantalla del teléfono resulta ser su nieta con cuatro meses, cuando ya la niña estudia la ESO.

No se da cuenta de que la mayoría necesitamos gafas y que todos los piropos que le proferimos a "aquello" que se columbra en el móvil es puro cuento. ¡Está lindísima! Cuando en realidad se necesitaría una lupa y encima, cuando empiezas a adivinar la figura con forma de cabecita de bebé, se apaga la luz del móvil… y vuelta a empezar.

Pero lo que ya resulta grotesco y casi había que prohibirlo es cuando al abuelo, que se empeña en que le llamen "Yayo", se le ocurre la imaginativa idea de colocar una fotillo del nieto impresa en la espalda del chándal azul marino para lucirla con orgullo cada vez que va de footing al Llano de la Perdíz.

A su Pepito ya lo conocen hasta los guardas forestales. El problema es que no quiere lavar la prenda para evitar el descolorido y tiene ya tanta mugre que el niño parece llevar barba de tres semanas.

La obsesión de algunos abuelos con sus nietos puede que esté justificada porque, según dicen, es algo especial. De acuerdo. Pero de ahí a ir pescando pardillos para martirizarlos todos los días con las dichosas fotos y con lo de ¡Mira mi nieto, qué guapo es! hay un abismo.

A pesar de todo lo que aquí se dice y de lo ridículo que parezca, haz lo que quieras con tu nieto y enséñalo mil veces que para eso es tuyo; y a mí… no me hagas ni caso.

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