Motril, 15 años sin Balduino

Rosa Fernández / Motril

27 de julio 2008 - 01:00

En el patrimonio de los motrileños están los recuerdos del rey Balduino de Bélgica que se comportó como un 'vecino' más durante los quince años que residió en la ciudad en sus periodos vacacionales. Forman parte de la memoria colectiva sus paseos corriendo por la playa, sus baños en Playa Granada (o playa "de la Fabiola", como era más conocida), así como su asistencia a la iglesia de las monjas nazarenas en los oficios de Semana Santa. Poco podían imaginar muchos de los motrileños a los que daba la mano con sencillez, que este hombre estaba librando batallas políticas internas en un país donde había grandes tensiones nacionalistas entre flamencos y valones, o se enfrentaba a la violenta descolonización del Congo. Pero eso estaba reservado a su faceta de rey.

El monarca belga fue tratado con naturalidad también por los motrileños, en una relación que se basó en el respeto mutuo. No se le molestó para hacerle reverencias ni pedirle autógrafos. Había encontrado el lugar perfecto para sus vacaciones.

Balduino fue de esas personas que no se sabe cómo les ha dado tiempo a cosechar tantas anécdotas positivas entre las personas con las que se cruzó. Por eso, después de 15 años de su muerte, los motrileños le recuerdan y añoran.

El quinto rey de Bélgica y con más permanencia en el trono en Europa en el momento de su muerte, dedicaba la misma atención a todos por igual. "Conmocionaba su capacidad de tratar a los más humildes con igual interés y respeto que podía tener con un alto cargo", señala José Rubia, que fue agente de la Guardia Civil y prestaba servicio en la garita de su residencia, Astrida.

Rubia recuerda que una Navidad, el mismo rey Balduino en persona bajó a llevarles a los guardias chocolate, tabaco y coñac. "Pensó en que nosotros estábamos ahí afuera, se acordaba de todo el mundo".

En otra ocasión, hubo un problema con el equipo de radiodifusión y el monarca también se acercó a preguntar qué pasaba. El agente le comentó, fruto de su desesperación, que aquellos aparatos eran "una mierda" y el rey, lejos de sorprenderse por la respuesta, ordenó cambiar todo el equipo. "Al día siguiente habían instalado uno nuevo".

El fotógrafo José Antonio Maldonado también reseña esa cercanía que formaba parte de la personalidad de aquel hombre delgado y con aire tímido. "En un aniversario del santuario de la Virgen de la Cabeza, llegó el matrimonio real y la escolta, esta última nos pidió a los periodistas que nos apartáramos. Él les dijo que podíamos acercarnos". En su dilatada carrera, recuerda multitud de ocasiones en las que el rey demostró ser "llano y tranquilo", como en una visita al Club Náutico, donde estaba amarrado su yate (que comentaban que era pequeño para el rango que tenían sus dueños), "se acercó a hablar con nosotros, con aquel acento tan peculiar", o en las visitas de los Reyes de España o de la Princesa de Japón.

Otra de las facetas que recuerdan los motrileños era la de esposo enamorado de la española Fabiola de Mora y Aragón, cuya boda sorprendió al mundo en 1960 después de un año de noviazgo en secreto. Muchos vecinos de Motril estaban ya acostumbrados a ver a la reina Fabiola de Bélgica caminar sola por el centro de la ciudad, siempre provista de su inseparable pañuelo a la cabeza. Lo que pocos saben es que se los compraba a Pepe Baena, uno de los comerciantes con más solera de Motril, que también es conocido por ser pintor. "Recuerdo que en una ocasión, en la que sí iba acompañada por un guardaespaldas, yo tenía a una chica muy salerosa de dependienta, y no se qué le contestó que el de seguridad le dijo que aquella señora era la reina, a lo que la muchacha le respondió con ese deje que tenemos los motrileños: ¿Que esta mujer es la reeeeina?, con aire de incredulidad. Aún así, siguió comprando en mi tienda durante bastante más tiempo".

"Lo que chocaba era la manera de mirarse que tenía ese matrimonio", señala Eulalia, una asidua a la iglesia de las monjas nazarenas, sobre todo, en Semana Santa. Los reyes también acudían cada año a esta tranquila y pequeña parroquia. "Llegaban con el tiempo casi justo y llenaban la iglesia, entre los sobrinos y los guardaespaldas, que se colocaban detrás; a mí me dieron la paz más de un año", comenta. "Eran como los demás", añade. Sin embargo, en el momento de la comunión sí se apreciaba su tratamiento real al darles la comunión el padre Pío, entre otros, también con el vino.

Una de las monjas de clausura se hace eco de los comentarios que los padres agustinos hacían sobre su persona. "Decían que les esperaba sentado en el escalón para oír su misa diaria, que era un hombre santo, un hombre de Dios, alguien extraordinario".

El padre Epi fue su confesor y el que le dio la extremaunción. Este agustino recoleto protagonizó hace dos años una anécdota con una productora belga que vino a Motril a filmar el último episodio de la historia de su vida, con actores motrileños. Cuando la firma local Trapiche encontró al actor que iba a dar vida al padre Epi y lo puso delante de él, fue tal su extrañeza que exclamó: "pero si es igual que yo cuando tenía su edad". Y le regaló a su doble la cruz de oro que llevaba en la sotana el 31 de julio de 1993.

Aquel día hacía mucho calor. Motril saltó a la primera plana de las páginas del mundo por ser el lugar del fallecimiento de Balduino de Bélgica, que moría en su residencia Astrida a los 62 años. Poco pudo hacer Carlos Aguado, el cardiólogo motrileño que le atendió. Tras el traslado de su féretro por el aeropuerto de Granada a Bélgica, se celebró su funeral, en el que se interpretó la misa de J. S. Bach De gloria y esperanza y la reina Fabiola vistió de blanco. Los belgas y los motrileños lloraron su pérdida.

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