La colmena

Opinión. '5 de mayo: sigue la función'

LA era Torres Hurtado acabó el 13 de abril cuando los agentes de élite de la Policía Nacional 'tomaron' su casa. Dicen que buscaban unos cuantos millones y sólo se encontraron 1.650 euros en una pequeña caja fuerte de los que el ya exalcalde tenía una plausible explicación: acababa de vender el viejo coche de su mujer que tantos dolores de cabeza le habían dado. Nani todavía está afectada. No quiere ni salir de casa. Durante todos los años de vida pública de Pepe Torres, ella se ha entregado como 'primera dama' a la ciudad y la han expulsado sin explicaciones. Son los efectos colaterales de los que todos nos olvidamos cuando subimos el volumen de la radio y nos paralizamos ante la pantalla -¿sorprendiéndonos? ¿reafirmándonos?- viendo cómo les va a los otros. Son personas. Tienen familia. Hay un daño inevitable, y hasta necesario, pero hay otro que entra en la escala del puro espectáculo. Los límites entonces se ensanchan. Incluso hay momentos en los que los personajes se trasmutan y las víctimas hacen de verdugos. Sí, tampoco en la casa de Sebastián Pérez están siendo días fáciles...

¿Lo merecen? ¿Se lo han buscado? ¿Es el precio? ¿Para todos?

La política es implacable. Los medios somos implacables. La vida pública es implacable.

"Lo que diferencia al político del resto de especies es que es el único capaz de ahogar a una camada de pequeños gatitos por diez minutos de prime time".

Lo de la "vocación" y el "servicio público" viene en el manual, pero a lo que acaba llevando el empacho del poder es al filo de la navaja. A una caprichosa cuerda floja capaz de elevarte con la misma fuerza que te lanza al fango. Con efecto difusor. Con consecuencias incontrolables.

Quien hablaba de la camada de gatitos es el protagonista de House of Cards... El arrogante y soberbio presidente de Estados Unidos capaz hasta de asesinar con sus propias manos por el poder. Por aferrarse al sillón. En el capítulo que vi anoche lanza un mensaje desde su Ala Este de la Casa Blanca: "La política es espectáculo. ¡Demos la mejor función de la ciudad!".

En España es lo que estamos haciendo desde el 20-D. En Granada es lo que estamos haciendo desde el 24-M. Cuatro meses en blanco. Un año de insostenible rutina de supervivencia.

La nueva política requiere nuevos tiempos. Aparte de una campaña "austera", es urgente cambiar los actores y ajustar las reglas del juego. Cuatro meses para volver a convocar elecciones son una barbaridad. Lo son cuando sabemos que no es un tiempo necesario para negociar sino para conspirar. Lo son cuando sabemos que en todas las conversaciones hay dos cintas de rodaje: la se que desvela a la opinión pública a través de los medios de comunicación -manipulando, emitiendo información interesada y estratégicamente medida- y la que realmente transcurre al margen de los focos.

También los 10 días que contempla la ley para poder celebrar un pleno de investidura en un Ayuntamiento tras la retirada del alcalde son una eternidad. El pleno del pasado lunes fue puro formalismo: 33 segundos para fulminar 13 años de gestión. Lo que ha venido a continuación combina el postureo con los egos y el afán de protagonismo. Los partidos buscan su espacio. Se reparten su sitio en la foto. Su minuto de gloria.

No hay hechos, sólo declaraciones. Intenciones. Vacuidad. El concepto de verdad y mentira se difumina en las "circunstancias". En el contexto. Los periodistas no podemos más que interpretar y deducir. De lo que nos dicen y, sobre todo, de lo que nos ocultan. De lo que callan.

Les revelo la constatación. En las mesas de conversaciones, en estos últimos días, hay políticos que han llegado a confesar en privado que públicamente tenían que decir ante los medios que su postura es A -el juego obliga- pero que luego será B, que no se preocupen... Tanto es así que no sabremos quién es el próximo alcalde de Granada hasta la mañana del jueves. La plaza interesa a nivel regional; a nivel nacional... Tampoco sabremos qué modelo de ciudad y qué hoja de ruta diseñará el nuevo equipo de gobierno hasta el día siguiente de la investidura. Todo está pendiente del color de la Alcaldía que se refrende la misma mañana del pleno en la Plaza del Carmen y, sobre todo, de lo que se haya ocultado bajo las alfombras.

Si sigue gobernando el PP con Rocío Díaz de alcaldesa habrá sorpresas, pero menores. Controlables. Si son los socialistas los que por fin cogen el bastón de mando con el respaldo del resto de grupos de la oposición, tendremos asegurados titulares de infarto durante todo el mandato. Es seguro que la "herencia recibida" dará juego en urbanismo -las revelaciones del ex jefe del área Jacobo de la Rosa que hoy publicamos no son más que un anticipo- pero es la gestión de toda una década la que será inspeccionada con lupa. ¿Seremos comprensibles cuando nos suban los impuestos?

En Granada llevamos semanas haciendo de laboratorio de las disfunciones del tablero político nacional pero, en realidad, sólo hay un hilo conductor compartido: sobre nosotros recaerá lo que los partidos no han sido capaces de entender, de gestionar. Para solucionar la incapacidad de los políticos para llegar a acuerdos tendremos que volver a votar el 26-J; para resolver que el "usadme" de Pepe Torres haya sido una proclama de cara a la galería seremos testigos este jueves de una nueva sesión de investidura.

Desde Podemos, Pablo Iglesias ha situado el foco en los medios y se ha empeñado estos días en darnos lecciones de ética. No minusvaloro sus propuestas. Ni siquiera sus críticas. Pero podríamos empezar el debate recordando que no hay espectáculo sin actores. Que no hay espectáculo sin público. Regulemos lo que haya que regular y cambiemos lo que haya que cambiar. Pero pensando en la gente; no contando votos. Entonces sí podremos hacernos la foto el 3 de mayo defendiendo la libertad de prensa.

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