Entrevista

Pedro Arrojo: “El crecimiento urbano y el regadío de frutas tropicales desborda lo que Rules y los acuíferos pueden abastecer de forma sostenible”

  • El Relator Especial de la ONU para los Derechos Humanos al Agua Potable y a Saneamiento, aunque nació en Madrid, pasó toda su infancia y su juventud en Granada y veranea en La Herradura

  • Ha sido el primer español en recibir el Premio Goldman de Medioambiente en la categoría Europa

Pedro Arrojo: “El crecimiento urbano y el regadío de frutas tropicales desborda lo que Rules y los acuíferos pueden abastecer de forma sostenible”

Pedro Arrojo: “El crecimiento urbano y el regadío de frutas tropicales desborda lo que Rules y los acuíferos pueden abastecer de forma sostenible” / manuel fernández Minaya

Aunque nació en Madrid, pasó toda su infancia y su juventud en Granada. Además, tiene casa en La Herradura, donde viene a pasar el verano todos los años. Es doctor en Físicas, profesor de la Universidad de Zaragoza cuya investigación está centrada en la economía del agua. Pedro Arrojo Agudo ha sido el primer español en recibir el Premio Goldman de Medioambiente en la categoría Europa. En las elecciones generales de 2015 fue cabeza de lista de Podemos al Congreso de los Diputados por Zaragoza y resultó elegido diputado. Actualmente es Relator Especial de la ONU para los Derechos Humanos al Agua Potable y a Saneamiento.

–Usted es el Relator Especial de la ONU para los derechos humanos al agua potable. ¿Díganos en pocas palabras en qué consiste su trabajo?

–Los Relatores son expertos independientes de Naciones Unidas en diversas materias. En mi caso, fui elegido por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU para dar seguimiento a los derechos humanos al agua potable y al saneamiento. Represento por tanto a la ONU ante los Gobiernos, los medios de comunicación y la sociedad de los diversos países en lo que respecta al cumplimiento de estos derechos humanos.

–Cofundó la Fundación Nueva Cultura del Agua y sus investigaciones han estado centradas en la economía del agua. ¿Hasta qué punto el agua es su gran preocupación?

–Desde que empecé a trabajar en mi Departamento de Análisis Económico, en la Universidad de Zaragoza, sobre la rentabilidad y los impactos de los grandes embalses, y entré en relación con la gente cuyos pueblos iban a ser inundados y empecé a conocer los ríos que se supone debíamos ‘dominar’, quedé intelectual y emocionalmente enganchado por el drama que sufrían esas personas y por la complejidad socio-económica y ambiental de la gestión del agua.

"El derroche del agua es sin duda motivo de escándalo; pero lo realmente preocupante es el uso abusivo de caudales, en muchos casos al margen de la ley”

–¿Cómo se siente cuando ve en España un pantano casi vacío a causa de la sequía?

–En España y en cualquier país, un embalse vacío produce tristeza; a mí y a cualquiera. Pero también, cuando queda visible la iglesia o las casas de pueblos inundados, pienso en la gente que se vio obligada a dejar su casa bajo las aguas, que vio como su pueblo era borrado del mapa, y a la que ni siquiera dimos las gracias o pedimos disculpas, jamás.

–Hay un pensamiento muy extendido que dice que gracias a Franco tenemos muchos pantanos.

–A lo largo del siglo XX los grandes embalses fueron la espina dorsal de la planificación y de la gestión del agua en todo el mundo: desde luego en la España de Franco, que construyó las presas que se habían diseñado en tiempos de la República, en la Unión Soviética y en todos los países del bloque socialista, pero también en Estados Unidos, en Europa y demás países con sistemas parlamentarios. El desarrollo de la ingeniería civil, que arranca en el siglo XVIII en la Francia de la Ilustración, acabaría generando la posibilidad de desarrollar en plenitud el paradigma de dominación de la naturaleza, que el empirismo científico renacentista elevó al altar mayor de las políticas públicas; y esa posibilidad se hizo realidad en todas partes.

“Permitir la existencia descontrolada de más de un millón de pozos ilegales es un auténtico suicidio de cara a las sequías que el cambio climático incrementará”

–Cuándo ve a alguien que derrocha agua… ¿le dice algo?

–El derroche del agua es sin duda motivo de escándalo; pero lo realmente preocupante es el uso abusivo de caudales, en muchos casos al margen de la ley y a menudo con concesiones legales que desbordan los límites de sostenibilidad de ríos y acuíferos. En España se estima existen, y se permiten, más de un millón de pozos ilegales, que contribuyen de forma decisiva a la sobreexplotación de acuíferos en zonas sumamente vulnerables a los ciclos de sequía. Pozos ilegales que no se puede decir en rigor que derrochen el agua, en la medida que suelen abastecer regadíos técnicamente eficientes. Pero, tengamos en cuenta que se puede secar “eficientemente” un acuífero o un río y, sobre todo, no deberíamos olvidar que con esos pozos se roban aguas y se pone en riesgo la sostenibilidad de abastecimientos urbanos y regadíos legales.

–Me imagino que usted visita muchos países en donde la verdadera tragedia es la falta de agua. ¿Hay solución a ese problema?

–Cuando oigo hablar de escasez de agua, y con la excepción de territorios áridos que el cambio climático puede hacer inhabitables, en muchos casos me pregunto si el problema es propiamente de déficit de agua o de excedentes de codicia, de ignorancia y de irresponsabilidad, a menudo por parte de los más ricos y poderosos. De hecho, desde la codicia de quienes más tienen, estamos haciendo escaso el planeta, estimándose que necesitaríamos ya dos Planetas Tierra para satisfacer las ambiciones de recursos naturales en curso.

"Proyectar una nueva oleada de grandes presas como alternativa para gestionar futuras sequías es una insensatez, tan ineficaz como cara”

–Los expertos en cambio climático auguran un futuro de mucho calor y poca agua. ¿Hasta qué punto hay que temer o preocuparnos por esta situación?

–El agua que habrá en la Tierra no cambiará con el cambio climático. Es más, con el crecimiento de temperaturas, habrá una evaporación más intensa en los mares y, dado que todo lo que sube baja, se incrementarán las precipitaciones, en media. El problema no está en cuánto lloverá sino en cómo lloverá y cómo está lloviendo ya de hecho. Con el cambio climático se incrementa la variabilidad pluviométrica, intensificándose los eventos extremos de sequía y de fuertes precipitaciones. En media, por tanto, lloverá más de lo que llovía, aunque la distribución cambiará. En la región mediterránea en concreto tenderá a llover menos, en media, mientras que en el centro y norte de Europa lloverá más. Sin embargo, la reducción esperada de caudales fluviales en las cuencas mediterráneas, que oscila entre un 20 y un 40%, se deberá principalmente al aumento de la evapotranspiración vegetal (consumo de las plantas, cultivadas o no) con la subida de temperaturas. Por otro lado, los incendios, junto con la creciente erosión de suelos por las tormentas, acelerarán la colmatación de los embalses. Las grandes crecidas reducirán, por otro lado, la posibilidad de usar caudales en tiempos de inundación, al tenerse que evacuar las aguas lo antes posible para reducir daños, sin alternativa viable posible. En suma, aunque seguirá habiendo en media la misma cantidad de agua en el planeta, se reducirá el agua disponible en muchas regiones, como la región mediterránea.

–Usted veranea en La Herradura… ¿Qué piensa de esa presa cercana de Rules que la construyeron sin conducciones para poder regar?

–La presa de Rules, como tantas otras situadas cerca de la desembocadura, afecta y afectará fundamentalmente a las playas turísticas, por cuanto bloquea el flujo de arenas que alimentan esas playas. De hecho, más del 90% de la arena y gravas de playa proceden de sedimentos fluviales y no de la erosión costera. Son los llamados flujos sólidos de los ríos que las corrientes litorales distribuyen luego a lo largo de las costas, alimentando las playas. En su día se pidió Rules y ahora, una vez construida, se piden espigones que retengan la poca arena que llevan las corrientes costeras… En todo caso, una vez hecha la presa, parece lógico y necesario aprovechar esos caudales, priorizando el abastecimiento doméstico con aguas de calidad. Pero, a mi entender, previamente deberían establecerse claros compromisos, desde la Junta de Andalucía, ayuntamientos y comunidades de regantes, de no crecimiento de demandas por encima de las disponibilidades previsibles en los escenarios previsibles de cambio climático. De hecho, hoy, el crecimiento urbano y del regadío de aguacate, mango y otras frutas tropicales desborda lo que Rules y los acuíferos costeros pueden abastecer de forma sostenible…

"En muchos casos me pregunto si el problema es de déficit de agua o de excedentes de codicia, de ignorancia y de irresponsabilidad”

–Siempre se habla de los embalses, pero me imagino que hay agua subterránea que también hay que cuidar.

–Proyectar una nueva oleada de grandes presas como pretendida alternativa para gestionar las futuras sequías es una insensatez, tan ineficaz como cara. Promover esa estrategia, suelo decir, es como regalarle un monedero a un pobre; el pobre ya tiene monedero, lo que necesita es dinero. A nosotros, en uno de los países del mundo con más embalses por habitante y kilómetro cuadrado, no nos faltan embalses en sequía, lo que nos falta es agua. Si construimos mas embalses, siendo que tendremos en los ríos entre un 20 y un 40% menos de agua, lo que tendremos será más embalses vacíos.

–¿Tampoco hay que promover nuevos trasvases?

–Promover nuevos trasvases sería igualmente tan caro e impactante como ineficaz. La razón está en que las sequías no suelen ser locales sino regionales. De forma que, cuando la cuenca del Segura entra en un ciclo de sequía, suelen padecer sequía también el Júcar, el Ebro y la cabecera del Tajo, con lo que la posibilidad de trasvasar aguas desde esas cuencas colapsa. Tenga en cuenta que los acuíferos subterráneos en todo el mundo representan la parte de iceberg que no se ve. De hecho, almacenan veinte veces más de agua que los caudales que vemos en ríos, lagos y humedales. Los acuíferos son los pulmones hídricos de la naturaleza en islas y continentes. Pero, además, bajo las perspectivas vigentes de cambio climático, deberían ser nuestras reservas estratégicas para los ciclos de sequía. Sin embargo, desgraciadamente, se cumple ese lema de ojos que no ven, corazón que no siente, a lo que yo añado, …y cabeza que no piensa. De hecho, lo que estamos haciendo es sobreexplotarlos, especialmente en las zonas y territorios más vulnerables. Permitir la existencia descontrolada de más de un millón de pozos ilegales en nuestro país, más allá de un escándalo inaceptable es un auténtico suicidio de cara a las sequías que el cambio climático incrementará en intensidad, frecuencia y duración.

"La sobreexplotación y la contaminación de acuíferos, acaba forzando llevar el agua desde fuentes más lejanas, encareciendo las tarifas”

–¿Hasta qué punto los que hacen pozos ilegales están contribuyendo a perjudicar nuestros recursos hídricos?

–Como he dicho, simplemente roban agua que necesitaremos y necesitamos ya para afrontar necesidades básicas, al tiempo que amenazan el futuro de los regadíos legales. Pero la culpa no es sólo suya sino de las instituciones competentes, ya sean Confederaciones Hidrográficas o Agencias Autonómicas que lo permiten. Por otro lado, la sobreexplotación y la contaminación (por nitratos y pesticidas) de acuíferos de los que se abastecen pueblos y ciudades, acaba forzando llevar el agua desde fuentes más lejanas, encareciendo las tarifas que pagan los vecinos y no quienes provocan el problema.

–¿Debe ser la ley más dura con aquellos que sobreexplotan los acuíferos?

–Los pozos ilegales, que de hecho se pueden identificar perfectamente, deben simplemente cerrarse, empezando por los de los productores más poderosos que no dependen para su subsistencia empresarial de ellos.

–Tal y como estamos, ¿deberían prohibirse aquellas instalaciones que necesitan mucha agua? Por ejemplo, los campos de golf.

Los campos de golf, en zonas sensibles a la sequía, son la escenificación de un escándalo que surge cuando vemos como unos pocos, generalmente ricos, pueden jugar a golpear una pelotita en una enorme extensión verde, regada a menudo, mientras la gente sufre escasez de agua para sus necesidades básicas. Pero, insisto, la mayor parte del agua que se consume de forma inmoral no se usa en los campos de golf, sino en regadíos ilegales o en desarrollos urbanísticos de corte especulativo, en los que el campo de golf representa una pequeña parte de la inmoralidad.

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