Pequeñas calles, hombres grandes

Suenan poco los nombres de López-Rubio y Julio Quesada porque siendo hombres grandes tienen en Granada calles ridículas. Pero cientos de obreros en paro les dieron las gracias ayer y nosotros hoy

El duque de San Pedro de Galatino tiene un monumento de  homenaje en los Jardines del Salón, mirando a Sierra Nevada, en agradecimiento de la ciudad a las iniciativas de futuro que abordó en su época, algunas de las cuales perduran. Juan López-Rubio fue otro hombre emprendedor cuya realización más visible es el trazado de la Gran Vía. En la foto inferior, Navas Parejo esculpe el busto del duque.
El duque de San Pedro de Galatino tiene un monumento de homenaje en los Jardines del Salón, mirando a Sierra Nevada, en agradecimiento de la ciudad a las iniciativas de futuro que abordó en su época, algunas de las cuales perduran. Juan López-Rubio fue otro hombre emprendedor cuya realización más visible es el trazado de la Gran Vía. En la foto inferior, Navas Parejo esculpe el busto del duque.

24 de febrero 2008 - 01:00

FUERA de algunas aulas universitarias o de entusiastas estudiosos de lo nuestro, apenas se sabe quiénes eran el onubense Juan López-Rubio y el madrileño Julio Quesada. Pregunten por la calle a chicos y grandes.

El primero tiene a su nombre una callecilla entre el Zacatín y Reyes Católicos, tan céntrica como escasa; él, que abrió la Gran Vía de setecientos metros de larga y veinte de ancha. El 27 de noviembre del año 1890 el farmacéutico Juan López-Rubio Pérez, siendo presidente de la Cámara de Comercio de Granada, suplicaba al alcalde Joaquín Durán que, dado el impulso que había tomado la industria y el comercio del azúcar de remolacha, hacía falta una "gran vía" que facilitara el tránsito de carros y camiones.

Para ello pensó hacer una "cala" por el centro histórico, donde existía, según él, "una zona de edificación pobrísima, de callejuelas estrechas llamada a ser gran vía pública adornada e higiénica por donde circule la luz y el aire y dé empleo a millares de obreros". Así lo refiere el profesor Martín Rodríguez y así se firmaba la partida de nacimiento de la Gran Vía, obra que llevaría a cabo la Sociedad La Reformadora Granadina hace ahora poco más de un siglo. Se quería inaugurar para el año 92, IV Centenario del Descubrimiento, y bautizarla como Gran Vía de Colón. Los primeros en darle las gracias fueron los centenares de obreros en paro, aunque a Ganivet maldita la gracia que le hizo.

Mucho interés tenía el de Huelva puesto que ya resultaba rentable la producción azucarera del Ingenio de San Juan que él fundó en 1882, siendo la primera de España. A la vista de la crisis cubana y dado que la Vega de Granada tenía más de 20.000 hectáreas aptas para el cultivo de remolacha, se trajeron semillas de Alemania y Polonia y se pobló la provincia de ingenios azucareros. Hasta entonces nos endulzábamos con el azúcar de caña que nos habían traído los musulmanes, aunque su origen estaba en Nueva Guinea; luego la mandamos a las Azores y Canarias y desde allí al Caribe, hasta que en el 98, con la Guerra de Cuba, las cañas se volvieron lanzas.

Juan López-Rubio Pérez llegó a ser además el primer presidente del Colegio de Farmacéuticos de Granada; y la Cámara de Comercio tenía instituido el llamado 'Premio Juan López-Rubio', que se otorgaba a aquellas empresas que se destacaran "en razón de haber realizado alguna significativa contribución a la economía de la provincia". Hoy sigue el premio pero ha perdido el nombre. A lo mejor don Juan hubiera merecido una calle más larga, aunque las calles, como los hábitos, no hacen al monje.

el duque de galatino

Para el nombre completo hacen falta un par de renglones: Quesada Cañaveral y Piédrola, Conde de Benalúa, Señor de Láchar y Duque de San Pedro de Galatino. Éste ya suena algo más, aunque sea por el monumento que en el Salón le levantó el Centro Artístico en 1923; aquél en cuyo pie queda grabado su deseo: "Fue mi anhelo abrir un camino a Sierra Nevada para disfrute de los granadinos".

Nació en Madrid en 1857. Vivió entre el Carmen de Benalúa de las Vistillas (Colegio de Santo Domingo) y su castillo alhambreño de Láchar, donde además de cazar recibía a ilustres visitantes como los mismísimos reyes Alfonso XII y XIII. Construyó el Hotel Alhambra Palace (1910), el del Duque, el tranvía de la Sierra y aquella carretera a la nieve que culminó el ingeniero Santa Cruz "acercándonos las nubes", como diría el amigo Manuel de Pinedo. En los ratos libres a don Julio se le ocurrió explotar las minas de serpentina del Barranco de San Juan. Murió en julio del 36 y fue enterrado en la Catedral, en cuyo altar está su retrato.

Algo hizo por Granada, ¿no? Deberían agradecerlo los miles de obreros que colocó ayer y los cientos de miles de esquiadores que disfrutan hoy. Una modesta calle de unos cien metros al principio de la Avenida de Dílar lo recuerda a duras penas. Menos mal que la Plaza del Duque, al inicio de la carretera de la Sierra, y el reciente nombramiento de Hijo Adoptivo de Granada le hacen más justicia.

A ver si desde las escuelas conseguimos saber de nuestra Granada, aunque sea grano a grano, y, además de amar a la ciudad, cambiamos de rebote los resultados del informe PISA (Programa de Evaluación del Estudiante).

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