El ayer y hoy

Pizarrines, baberos, ábacos... una cueva con mucha historia llena de recuerdos

  • La primera vez que Andrés Manjón vio a la maestra en la cueva del Sacromonte tan sólo tenía 10 niñas. A los pocos días, impresionado por la labor de la anciana, el padre le ofreció una cueva mayor y los alumnos comenzaron a aumentar.

La primera vez que Andrés Manjón vio a la maestra en la cueva del Sacromonte tan sólo tenía 10 niñas. A los pocos días, impresionado por la labor de la anciana, el padre le ofreció una cueva mayor y los alumnos comenzaron a aumentar. Tanto que Manjón compró un carmen debajo de la cueva y comenzó a crear una escuela de niñas –los niños acudían a clase a los sótanos de la Abadía–. El 1 de octubre de 1889 la clase contaba con 14 niñas. Cuatro días más tarde ya eran 45, al mes 70, a los tres meses 120 y al año 200 niñas. El aumento de alumnas creció a la par que la adquisición de cármenes en la zona. Además de para las niñas, el padre Manjón fundó una escuela de párvulos ya que muchas de ellas acudían a las clases al cuidado de sus hermanos pequeños, así, hasta que se estableció toda una red en Granada. Andrés Manjón fue el artífice de que las más de 25.000 personas que vivían más alejadas del centro tuvieran un campamento escuela cerca, de esta manera, a la Casa Madre, se le sumaron los centros del Ave María de La Quinta, del Triunfo y Las Vistillas, a los que se le sumaron los de San Cristóbal y San Isidro, en la capital.

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