Granada

"El Plan Bolonia puede suponer el final de los cursos de verano de la UGR"

  • La supresión de los créditos de libre configuración en el nuevo proceso europeo amenaza la continuidad de unas enseñanzas que cumplen más de 20 años y son demandadas por unas 2.500 personas al año

Entre los más escépticos con la implantación del Plan Bolonia en la Universidad, los hay que se agarran a los convencionalismos más banales y los que buscan respuestas a las grandes preguntas. Juan Francisco García Casanova pertenece, sin lugar a dudas, al segundo grupo. Este profesor de Filosofía de la UGR muestra un gran temor al proyecto europeo porque cree que ha hecho tambalear los pilares sobre los que se sustenta la universidad y porque, a día de hoy, pone en peligro la continuidad de los cursos de verano del Centro Mediterráneo, una institución que él mismo ha fundado y dirige desde hace doce años.

"El Plan Bolonia pretende poner fin a las asignaturas de libre configuración y eso supone que nuestros cursos ya no tendrán un valor curricular como hasta ahora", explica el docente. Cada curso que imparte el Centro Mediterráneo (de mayo a octubre) equivale a 3 créditos de libre configuración, así que un universitario puede obtener el mismo número de créditos con dos de estos cursos que una asignatura completa. "Dado que un 10% de la formación de un título puede realizarse con asignaturas de libre configuración, son muchos los que se apuntan a los cursos de verano para completar la carrera", dice García Casanova.

Aunque reconoce que el perfil de los casi 2.500 usuarios que asisten al año a los cursos de verano del Centro Mediterráneo es muy variado. "Los hay que vienen a completar su currículum profesional, la mayoría de carreras técnicas; los que asisten atraídos por la temática, principalmente de humanidades; extranjeros que se forman durante el año en Granada; usuarios que desean ampliar un hobby; y, cada vez más, profesionales no universitarios que desean reciclar su formación", detalla García Casanova. En este último grupo el director del centro ha encontrado un filón. Según las encuestas de opinión que realizan al final de cada curso, la demanda de estos usuarios es cada vez mayor. "La UGR debería incidir más en ellos -advierte el director-, ya que cuentan con el respaldo de los colegios profesionales, fundaciones, empresas o entidades bancarias, entre otros".

La organización de unos cursos de verano es muy difícil, porque precisa de la colaboración de la ciudad donde se desarrollan y "los ayuntamientos no siempre están receptivos". Inicialmente, el Centro Mediterráneo sólo ofrecía cursos en la costa, pero ya ha conseguido diversificar sus enseñanzas por toda la provincia: Granada, Almuñécar, Guadix, Lanjarón y Sierra Nevada. Un 80% de los usuarios son foráneos.

El Centro Mediterráneo trata de atender las preferencias que expresan los usuarios en los sondeos de opinión, pero también hace un seguimiento de los grupos de investigación de la UGR para elevar la calidad de la formación. "El éxito de un curso depende del director y de sus contactos", opina García Casanova. "Son ellos los que comprometen a profesores de prestigio o a profesionales mediáticos que aseguran la calidad del curso", concluye.

En total, son más de 500 los profesores que se implican en el formato veraniego de las enseñanzas universitarias, la mayoría desde un punto de vista jamás contemplado en los cursos reglados de invierno: la arquitectura y el cine, la aplicación comercial de la realidad virtual, los hijos felices de padres separados, los vinos del siglo XXI o las tendencias de la biomedicina en 2009, son algunas de las perlas que se puede encontrar en el programa del Centro Mediterráneo que, a partir de 2011, tiene un futuro incierto.

La universidad de Juan Francisco García Casanova es como la España de Ortega y Gasset. Preocupado por el rumbo que va a tomar este organismo con la llegada del Espacio Europeo de Educación Superior, y más aún por el cambio metodológico que va a suponer para los docentes, este catedrático se pregunta cómo podrá contabilizar el tiempo que dedique un alumno a leer uno de sus densos libros de filosofía y, lo que es más importante: "¿después de hacer un trabajo sobre el texto le quedarán horas para que pueda explicarle el resto de la materia?".

El cálculo, a su juicio excesivo, de las horas de formación que recibirá el universitario con Bolonia y su traducción literal en créditos está haciendo perder el rumbo del verdadero cometido de una universidad: "formar a los futuros líderes de una sociedad". El profesor opina que, con el planteamiento actual, la universidad sólo gestará "técnicos".

"Las clases magistrales tienen ahora muy mala fama", continúa el docente que cuestiona otro de los argumentos del proyecto europeo y que afecta directamente a todos los que enseñan humanidades. "Cuando un profesor da una clase magistral eso es impagable", sentencia este pensador, "pero ya la mayoría no son magistrales".

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