Prohibida la libertad de prensa
Ayer y hoy
Un Bando Real firmado en Granada el 18 de mayo de 1814 bajo el reinado de Fernando VII prohibía la libertad de imprenta. Acabado el Sexenio Absolutista aparecieron 25 publicaciones.
Fue hace exactamente 200 años, pero venía de antiguo. En otra ocasión comentamos en esta misma página el Real Acuerdo de la Chancillería de Granada firmado en 1766 prohibiendo la publicación de sátiras y versos que fueran ofensivos; o aquella otra prohibición en la época de Carlos IV que en 1792 clausuró el Diario de Granada. Se advertía que quedarían prohibidas todas las publicaciones que "atentaran contra las buenas costumbres o incluyeran expresiones injuriosas".
La prohibición a la que nos referimos hoy fue dictada el 18 de mayo de 1814; el Bando firmado por Pedro de Segura Cortés, Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos del rey Fernando VII, decía: "para evitar los males que produce el abuso de la libertad de imprenta… para que se ponga freno a las doctrinas revolucionarias y a los insultos contra el Gobierno… mando: que no pueda fijarse ningún cartel, ni anuncio, ni imprimirse diarios, ni escrito alguno… ni composiciones, ni representaciones dramáticas…" Así quedó el panorama, endurecido al año siguiente cuando sólo se permitieron tres periódicos en España: La Gaceta, El Mercurio y El Diario de Madrid, editados en la Imprenta Real y por lo tanto con el marchamo del "nihil obstat".
El efecto rebote que tuvo la prohibición de 1814 en Granada fue espectacular. Finalizado el Sexenio Absolutista en 1820, etapa que había supuesto la vuelta al absolutismo y la ruptura con lo conseguido en las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, se vuelve a un nuevo periodo liberal (Trienio Liberal, 1820-23). La euforia fue tal que llegaron a editarse en ese mismo año de 1820 hasta 25 publicaciones de todo tipo y de todos los colores. Es verdad que algunas tuvieron una vida efímera en el sentido etimológico de la palabra porque duraron solo un día, y otras se quedaron en unos cuantos números. Pero si sumamos todas las que se publicaron durante el Trienio, del 1820 al 23, resultan 54. Algunas de cabeceras ya conocidas como El Loco Constitucional o El Publicista, y otras con nombres tan curiosos como El Duende, La Beata Habladora o La Víbora; incluso alguna gratis, como El Exorcista, eran publicaciones que nacían al calor de una necesidad vital, la que provoca la propia libertad de expresión inherente al ciudadano libre que quiere expresar su opinión en voz alta tras un periodo de obligado mutismo. Periódicos semanales, folletos, hojas informativas de escasa tirada, algunas de las cuales llegaban apenas a la media docena de números que salían a la luz pública pregonados a veces en plena calle por los mismos editores. Nombres de imprentas conocidas en Granada como la de la propia Casa de Gómez Moreno, las de Juan María Puchol o Francisco Benavides que tenían que competir con las imprentas oficiales como era la Imprenta Nacional del Ejército.
Dado el elevado número de analfabetos granadinos a principios del siglo XIX y de la escasa capacidad adquisitiva de nuestros paisanos, resulta alucinante la cantidad de publicaciones que salían a la calle aunque algunas con escasa tirada y escasísimos lectores. Sin embargo, leyendo algunos de los periódicos de la época observamos una cuidada redacción, un depurado estilo por parte de los profesionales y una esmerada formación de los colaboradores, la mayoría de los cuales procedía de las cátedras universitarias o de los más prestigiosos seminarios eclesiásticos.
Si malas son las prohibiciones de las publicaciones, peores son las ignorancias de los lectores. Y mucho peor aprovechar la libertad para refugiarse cobardemente en el anonimato de las redes sociales. Hagamos buen uso de la libertad de expresión; no sea que aparezca otro Fernando VII y nos la meta en prisión.
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