Rabo de toro para una faena de 36 años

Montes Neiro hizo realidad ayer dos de sus promesas nada más salir de prisión: andar con sus hijas hasta perder de vista la cárcel y comer rabo de toro con toda la familia.

Rabo de toro para una faena de 36 años
Rabo de toro para una faena de 36 años
S. Vallejo / Granada

16 de febrero 2012 - 01:00

Rabo de toro. Eso es lo que comió ayer Miguel Montes Neiro en su primer almuerzo en libertad de los últimos 36 años. En todo este tiempo ha tenido otras comidas y fiestas familiares fuera de la cárcel pero no como hombre libre sino aprovechando los permisos o las fugas con las que, según él mismo volvió a repetir ayer, ha podido arañar días con los que asomarse a la vida. Una vida que le da ahora "la primera oportunidad".

Miguel Montes salió por fin libre de la cárcel de Albolote sobre las 11:30 horas. Desde muy temprano los medios de comunicación y la familia esperaban a que se hiciera efectiva la orden de libertad, que el director de la prisión firmó sobre las 09:30. Sus propias hijas, que desde el hall de la cárcel no apartaban la mirada de la puerta amarilla por la que salen los presos esperando a su padre, se reconocían cansadas pues estaban en pie desde las cinco de la madrugada para venir desde Málaga, por lo que habían podido dormir poco. Estaban tan nerviosas que no se lo querían creer hasta que vieran a su padre fuera. Quizás tenían la duda de que algo se pudiera torcer como había pasado en otras ocasiones en las que ya se les truncó la esperanza.

Mientras fuera los minutos se hacían horas, dentro, en la cárcel, Miguel seguía el protocolo que fija la prisión. Lo primero, y tras levantarse. recoger sus cosas de la habitación. Después pasar por el módulo de ingresos, firmar él su orden de libertad, pasar por la puerta giratoria, por la principal y finalmente llegar a la zona de accesos, adonde llegó con dos bolsas grandes de pertenencias, aunque también ha dejado cosas a sus compañeros.

La noche previa la pasó en vela. No podía dormir y se fumó dos paquetes de tabaco. Estuvo "como un león dando vueltas esperando que me dejaran salir". Tiempo de despedida que compartió con su compañero de celda del módulo I, aunque también pudo despedirse de otros presos antes de salir. "Querían sacarme a hombros. No me dejaban ni ir al servicio porque no querían que lo visitara más", dijo al salir. De hecho a sus compañeros y a todos los presos dedicará ahora en libertad parte de su tiempo porque además de volcarse en la cerámica (le encanta hacer bustos de Camarón, su pasión flamenca) y estudiar Bellas Artes para perfeccionar su técnica, "vamos a pelear por los compañeros que están dentro y que no tienen a nadie".

La calma tensa que había a las puertas de la cárcel se rompió cuando se vio aparecer la figura de Miguel pasando por la pasarela de cristal que conecta los módulos con la zona de salida. La cruzó saludando con la buena presencia que le daba el pantalón y chaqueta gris con camisa burdeos que se había puesto para el gran día de su salida, el más importante de su vida. Del pecho colgaban sus gafas y en su cara, con buen color pese a la huelga de hambre, se reflejaba la alegría del momento aunque también las arrugas del tiempo.

La familia echó a correr, las hijas ocuparon la primera fila de la zona acotada en el recibidor y estalló la alegría. Quizá demasiada porque hasta los funcionarios tuvieron que llamar la atención. Lo primero que hizo fue abrazar a sus dos hijas, a sus hermanos, sus sobrinas y los familiares que se habían desplazado hasta la prisión. Hasta los bisnietos de su hermana, de apenas cuatro meses, no faltaron a la cita. "Esto es la libertad. Estoy libre. Os quiero". Estas fueron las primeras palabras entrecortadas que dijo entre abrazos y en la intimidad a su familia justo antes de enfrentarse unos metros después a la marabunta de medios de comunicación que esperaban a hacerse eco de la noticia.

Ya en público dijo que estaba "flipando" y que iba a comenzar a "vivir". "No puedo expresar lo que siento. Lo primero que voy a hacer es irme con mis hijas andando hasta que pierda de vista la cárcel. No quiero ni mirarla". Fueron sus primeras palabras a los medios. Después tuvo un tiempo para su defensa: "La cárcel es muy negativa y yo estoy muy agradecido a todos porque no soy una alimaña. Me arrepiento pero para qué lo voy a decir si ya lo he hecho, pero puedo asegurar que he pagado 20 años de cárcel por un delito que no he cometido".

Sobre sus planes de futuro, lo tiene bastante claro: "criar a mis niñas. Soy ceramista autodidacta y daré clases si puedo. De eso quiero vivir y de lo que Dios me tenga, que algo habrá bueno porque no soy un bicho". Además, Antonio Izquierdo escribe ya una novela sobre su vida y se habla incluso de una película. "Ya narraré lo que sea posible narrar. Todo no se puede hablar para no hacerle daño a gente", dijo. Y es que, como la familia aseguró durante su tiempo en prisión, están dispuestos a denunciar las "injusticias" que han vivido en todo el proceso de su hermano.

Pero como era el día de la alegría y de disfrutar, Montes Neiro se dispuso a hacer realidad la primera de las dos cosas que prometió que haría cuando saliera de prisión, ir con sus hijas andando por la carretera hasta que perdiera de vista la prisión. Siempre dijo a sus hermanas en las visitas previas que llegaría hasta el Pantano de Cubillas. Al final se quedó un poco antes. No obstante, hizo correr a la prensa y con sus dos hijas de la mano y el apoyo de su familia recorrió, seguido de una caravana de unos 30 coches y escoltado por la Guardia Civil - hasta un agente le deseó "suerte" cuando se montó por fin en su coche-, los metros que le hicieron respirar la libertad que tanto esperaba y que asegura que va a cuidar. "Yo no voy a hacer nada. Eso jamás. Ya ustedes verán mi trabajo a diario. Ahora comienza mi primera oportunidad en la vida y voy a vivirla porque no he vivido. No he empezado a vivirla y ya se ha acabado", aseguró el ya ex recluso, de 62 años.

Tras abandonar la cárcel y sin querer echar la vista atrás se fue a comer con la familia a un restaurante de Alhendín. Miguel estaba en huelga de hambre (la cuarta de toda su etapa en prisión) y dijo que la rompería al salir tomándose un rabo de toro. Fue su segunda promesa y se la dijo a su abogado, Félix Ángel Martín, que la hizo realidad. Se juntaron unas 50 personas (la cuenta la pagó el abogado) y ya pudo relajarse un poco aunque allí tampoco pudo desprenderse de la presión mediática. Entre plato y plato y sin perder de vista a sus hijas, "mis diosas", que lo escoltaban en la mesa, también atendió a los medios. "Voy a disfrutar de mi vida día tras día. La salida de la cárcel ha sido muy fuerte y esto ahora es el cielo", reconoció a este periódico el preso, que no paraba de mirar a sus hijas, a sus hermanas y a sus sobrinas en una fiesta en la que hubo hasta baile. Estos días habrá más cuando Miguel llegue a casa ya que piensa irse a vivir a Málaga, donde residen tres hermanos y sus hijas. "Mis niñas son lo más grande del mundo. El cielo es pequeño en comparación con esto", aseguraba para agradecer después a su familia y a sus hermanos su lucha durante tantos años. Unos hermanos que ayer se mantuvieron en un segundo plano ya que sabían que era el día de Miguel. También al margen su abogado, al que no le ha sido fácil conseguir esto. "Ha sido un caso muy duro ya que hemos tenido que mover muchas cosas", dijo.

Un final feliz para el primer día de una historia que comenzará a contarse ahora.

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