"El Realejo tiene personalidad, es un barrio humano y con gente auténtica"

Carmen Nestares posa en el Campo del Príncipe, junto a la sede de la asociación que preside.

19 de julio 2009 - 01:00

CUANDO habla, a Carmen Nestares se le nota que toda su vida ha sido profesora, en concreto de francés, porque se expresa con claridad y es didáctica. Un rato de charla con ella resulta bastante instructivo y del despacho que ocupa en la sede de la asociación, junto al Centro de Salud, se sale sabiendo bastante más de un barrio histórico, señero, de los de toda la vida, donde es un gustazo vivir.

Por ejemplo, que el Realejo es mucho más grande de lo que generalmente se piensa. Uno de sus límites es la iglesia de Santa Ana, junto a Plaza Nueva. En sentido descendente, la línea fronteriza sería la calle Reyes Católicos, hasta Puerta Real, lo que significa que dentro del barrio quedan, por ejemplo, la Plaza del Carmen y su Ayuntamiento; y por supuesto San Matías, otro de sus templos emblemáticos. Siguiendo el curso del río Darro, el Realejo giraría a la izquierda y bajaría por la Carrera de la Virgen, pasando junto a Las Angustias, y en la confluencia con el Genil dobla de nuevo a la izquierda, sube por el Paseo del Salón y el de la Bomba y, al llegar al Puente Verde, da otro giro y sube hacia lo que ya todo el mundo identifica como Realejo: calle Molinos, Campo del Príncipe, iglesias de San Cecilio y Santo Domingo, convento de Santiago...

Pero más que por sus dimensiones, Carmen Nestares está orgullosa del lugar donde nació porque es "un barrio muy humano, donde hay gente auténtica, que se conoce de toda la vida y se respeta. Es un barrio con personalidad", resume.

La asociación que preside se formó en 1987, o más bien cabría decir que se refundó. "La que existía había desaparecido, pero había muchos problemas y también mucha gente con inquietudes, así que decidimos montar una gestora", recuerda, para añadir que el sistema de votación utilizado por entonces fue muy curioso: "Partíamos de cero y dejamos votar a todo aquel a quien reconociéramos como del barrio". Unas cien personas se acercaron a las urnas, lo que constituyó el inicio de un movimiento vecinal ahora plenamente consolidado. Un ejemplo de esto lo aporta la propia presidenta: "En las últimas elecciones, en 2006, votaron 500 personas. Y eso que era el día de San José, llovía y televisaban un partido del Real Madrid".

Ese día comenzó su segunda etapa al frente de la asociación, que ya había presidido entre 1993 y 1996. Ahora dirige un colectivo con 1.240 inscritos y con una sede más que decente. El local se lo cedió el Ayuntamiento y está al lado de un Centro de Salud por el que, recuerda, "luchamos durante más de diez años" y que funciona como un reloj. Es un sitio donde si te dicen que te atienden a las once, realmente lo hacen. Y no está en Suiza.

Del barrio habla maravillas. De lo mucho que le están aportando los jóvenes -locales y también foráneos, en parte gracias a el Centro de Lenguas Modernas-, o del auge comercial, aun en plena crisis, que se traduce por la apertura de varios locales de ocio en los últimos meses.

Eso último lo asocia con las obras, aunque en principio parezca difícil de casar lo uno con lo otro. "Las obras suponen una molestia, pero están revitalizando el barrio. Es un barrio antiguo y por eso está en continua rehabilitación, tanto los edificios como las calles. Pero eso es bueno, a la vista está", insiste.

Algunas obras son polémicas no sólo por lo que molestan. Nestares tampoco esquiva esa cuestión: "Los que se quejan de que se sustituya el pavimento a lo mejor no ven que, además de que los adoquines provocan más ruido y son peores para el tráfico, el cambio beneficia a las muchas personas mayores que viven aquí y que necesitan moverse. Eso es más importante que los adoquines", finaliza.

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