Granada

El Rey Felipe I está en Granada

  • Felipe I está enterrado en la Capilla Real; penoso fue su traslado desde Burgos a Granada Su nieto Felipe II fue engendrado en la Alhambra y al nuevo rey le encanta nuestra Sierra

Dicen que el nombre Felipe viene del griego y significa "amigo de los caballos" (filo-amigo, hipos-caballo). A partir de ahora el nombre de Felipe resultará más familiar al oído de los españoles al nombrar como rey a un Felipe que hace el número VI de los que con ese nombre lo han sido del reino de España.

Resulta curioso que el primer Felipe, el conocido como Felipe el Hermoso, naciera en Brujas, muriera en Burgos y acabara siendo enterrado en Granada tras un penoso viaje; muerto después de caer enfermo, no guerreando valientemente contra el enemigo sino tras un frívolo juego de pelota y posterior regreso acalorado a lomos de su caballo. Felipe I, amigo de los caballos. Cuentan los biógrafos que sudando bebió agua fría, cayó enfermo y murió tras una cruel agonía que lo dejó muy desfigurado. El llamado Felipe el Hermoso acabó muriendo como Felipe el horroroso. No pasará a la Historia como un rey glorioso para los españoles. Seguro que no. Este archiduque flamenco maleducado y mujeriego alcanzó su efímero reinado por su casamiento con la heredera de la corona de España, Juana la Loca; dio lo que diríamos hoy un "braguetazo" uniendo dos ilustres Casas europeas, la de Habsburgo y la de Trastámara, y se convirtió en rey de España de la noche a la mañana; lo que pasa es que su reinado duró diez minutos, pues nombrado en julio de 1506 murió a los tres meses.

Conocida es la macabra aventura del traslado del cadáver de Felipe I desde la Cartuja de Miraflores a Granada, contada con detalle por el humanista italiano Pedro Mártir de Anglería que recoge en su Opus Espistolarum cómo Juana la Loca acompañaba al féretro con una comitiva que tuvo que soportar largas caminatas, duras inclemencias del tiempo y celosos caprichos de una reina desconsolada, desconfiada, irascible y para colmo embarazada; vigilante día y noche de un cadáver embalsamado al que dicen saludaba durante meses abriendo el féretro, antes de ser el cuerpo definitivamente sepultado en caja de plomo bajo el túmulo de mármol que, esculpido por Bartolomé Ordoñez, se conserva en la Capilla Real de Granada, tal como quedó fijado en el testamento. Allí reposa todavía acompañado de Juana la Loca y de sus suegros los Reyes Católicos.

En la carta 316, fechada el 26 de septiembre de 1506, que Pedro Mártir dirige al Conde de Tendilla le dice: "¿Lo cuento o lo callo? ¡Ha muerto el rey Felipe!...Presa de profundo dolor o por ya no sentir lo que es el dolor [Juana] no derramó jamás ni una sola lágrima". A pesar del dolor de pésame que quiere recoger el cronista italiano, no deja de deslizar alguna nota de humor en sus cartas, pues llega a decir que el humo de las antorchas que iluminaban de noche a la comitiva "da a los rostros de los acompañantes color de etíopes". Nada dice del olor de las ropas, pero yo me lo imagino.

Otro Felipe, el II, resulta también muy vinculado a Granada, pues si es verdad que está enterrado en El Escorial después de haber nacido en Valladolid, tal nacimiento se produjo a los nueve meses de haber pasado sus padres, Carlos V y la guapa Isabel de Portugal, su luna de miel en Granada. Joven matrimonio que alternaba sus encuentros amorosos más románticos entre el respetable Monasterio de San Jerónimo y las estancias más divertidas junto a los palacios de la Alhambra. Felipe II es así granadino de gestación aunque luego se olvida de Granada y cambia el panteón proyectado para la Casa de Austria en nuestra Catedral por el del Monasterio de El Escorial.

Dadas las vueltas que da la vida quién no nos dice que al actual Felipe VI no le da por enamorarse de nuestra Sierra Nevada y enterrarse en Pradollano o en los Lavaderos de la Reina. Los caprichos de los reyes, como los caminos del Señor, son inescrutables.

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