Robles en la última frontera

Una de las señas de identidad de la provincia de Granada es la riqueza natural que atesora, con el Parque Nacional y Natural de Sierra Nevada como auténtica joya de la corona medioambiental. La preservación de este entorno y la previsión de las necesidades que pueden surgir en un incierto futuro son dos de las claves que fundamentan uno de los proyectos que se están desarrollando en la actualidad, la gestión adaptativa al cambio global de los robledales de Sierra Nevada.

Según explica el conservador Ignacio Henares, Granada es la región más meridional donde pueden hallarse ejemplares de roble melojo -quercus pyrenaica-, "los nuestros son los robles más al sur", explica, al tiempo que resalta la importancia de los proyectos de adaptación de estos árboles.

Según los datos recopilados por el conservador, esta especie, junto a los enebrales y sabinares, "se encuentran en una situación de estancamiento, e incluso de degradación" a causa de "unas condiciones ambientales cambiantes y en gran medida desconocidas".

La gestión de esta especie pretende precisamente "eliminar o mitigar" las amenazas, relacionadas en buena medida con el cambio global, es decir, los cambios ambientales que derivan de la actividad humana, una cuestión mucho más amplia que el más mediático cambio climático, que se refiere "al efecto de la actividad humana sobre el sistema climático global".

Uno y otro obligan a las administraciones a trabajar en la predicción de qué escenario puede darse en el futuro y, a partir de ahí, comenzar a trabajar para preservar especies como, precisamente, los robles de Sierra Nevada.

Esta especie se sitúa en cotas medias, entre los 1.000 y 2.000 metros de altitud, en el límite más meridional y sometida a unas presiones cambiantes en los últimos tiempos, sobre todo por la falta de agua. Esto contribuye al debilitamiento de las masas que, además de perder capacidad reproductiva, son más vulnerables a las plagas. Todo esto ha hecho que el número de ejemplares haya descendido. Ante esto, el Parque ha apostado por introducir elementos nuevos que permitan a esta especie obtener los recursos necesarios para subsistir en el futuro, aunque desde ya se acepta que, a consecuencia de los cambios que se están produciendo en el medio, desaparecerán en algunos lugares.

Al análisis de cómo está la situación en la actualidad, el Parque Nacional y Natural de Sierra Nevada ha puesto en marcha un modelo de gestión adaptativa de esta especie. Así, se emplearán especies espinosas en la siembra. Las espinas ayudarán a proteger a los plantones de la voracidad de los herbívoros. Además, se pondrán en servicio acequias tradicionales y se protegerán las fuentes naturales de agua, elemento fundamental para que esta especie no desaparezca. Por otro lado, se buscarán los lugares en los que se den las condiciones idóneas para su crecimiento y será en esos puntos donde se siembren nuevos ejemplares. Para facilitar el desarrollo de los plantones se eliminarán las especies oportunistas mientras que se propiciará la siembra de especies acompañantes que mejoren el hábitat.

La plantación de ejemplares se hará en "núcleos de dispersión", enclaves que facilitarán precisamente la dispersión de las semillas. Cada ejemplar se rodeará de un "cinturón protector" con otras especies. Con una densidad de 300 árboles por hectárea. En las zonas en las que haya ganadería, además, se protegerán los plantones con malla.

Todo este trabajo, afirman desde el Parque, es necesario para conservar y mejorar las masas de robles en la Sierra "para que puedan adaptarse a los efectos del cambio global". Los conservadores apuntan a un futuro muy negro para aquellas especies que no consigan adaptarse a las nuevas condiciones. "Su pervivencia en la tierra peligrará".