Primera docente con discapacidad intelectual en España

Rocío León, la maestra granadina que nunca dijo no puedo

  • Comenzó dando clase a sus peluches y ya ejerce en un centro público gracias al cariño de su familia y profesores y su tesón

Rocío León es maestra de la especialidad de Pedagogía Terapéutica.

Rocío León es maestra de la especialidad de Pedagogía Terapéutica. / Carlos Gil

A Rocío León (México, 1980) le gusta contar que nació con el pie derecho. Literalmente. Salió primero un piececillo. Luego el resto. Las dificultades en el parto dejaron al bebé sin oxígeno y la niña nació con una lesión cerebral. Ahora trabaja como docente en el IES Vicente Aleixandre de la localidad gaditana de Barbate. Entre una cosa y la otra, Rocío León, la pequeña de cinco hermanos, tiene su historia de superación y, sobre todo, de cómo la correcta gestión de los recursos pueden ser la clave para que la atención a la diversidad y la inclusión real no sean sólo palabras bellas de discursos huecos. Lo cuenta todo con una sonrisa sincera, luminosa. Recién llegada de la peluquería, explica que ha pedido venirse a Granada el próximo año. Ha pedido el concurso de traslados y su preferencia es entrar a dar clase a un Centro de Educación Permanente (Ceper). Aspira a dar clase “a los pequeñitos o a los adultos”. “Creo que las personas tenemos siempre que aprender”.

"Siempre he querido ser maestra, de pequeña sentaba a los peluches y les daba clase”

Nació en México porque hasta allí se desplazó toda la familia por motivos laborales. Viene a Granada con 10 años. Su madre quiso matricularla en un colegio en el que se tuvieran en cuenta las características de Rocío. Entró en el Sierra Elvira, un centro en el que la ya maestra estudió en un aula ordinaria. Únicamente tuvo apoyos en las asignaturas de Lengua y Matemáticas. Allí cursó desde cuarto hasta octavo de EGB, equivalente a la actual Primaria. Entró en Salesianos en tercero de la ESO. Recuerda aquellos años y su paso por el sistema educativo con rigor. Asoma el cariño que aún guarda por dos de los docentes de sus años de Instituto, Antonio Molinero y María José Muñoz, con los que cursó, durante dos años, un Programa de Garantía Social –lo que luego se convertirían en los PCPI–. Entró en un Grado Medio de Administración. Con 20 años, se matriculó en Bachillerato de Ciencias Sociales. Con 22 lo terminó con cuatro asignaturas suspensas para septiembre. “Dijo mi madre ‘vamos a hacer la prueba de acceso para Grado Superior’. Vale, muy bien. Me presenté. Y dijo mi madre, ‘pero ahora a la academia para sacar las cuatro de Bachillerato’. Muy bien, me las saqué en septiembre. Y dijo mi madre, ‘como tienes fresco el Bachillerato y las asignaturas, te presentas a Selectividad’. Y lo aprobé”. Su madre, Mari Carmen López Linde, recibe estudiantes extranjeros que vienen a Granada a estudiar español. “Me gusta mucho. Es un trabajo cansado, pero descubres mundo. Ahora tenemos un chico japonés desde marzo. Se queda hasta enero”, cuenta Rocío. La próxima meta de esta maestra es enseñar español a extranjeros. Consiguió el título del Instituto Cervantes y espera optar a una de las plazas que se convocan para enseñantes españoles en otros países. “Me gustaría volver a Estados Unidos”.

Se confiesa enamorada de Chicago, ciudad en la que pasó una estancia para mejorar su inglés. Ahora quiere prepararse el B2. “¿Qué que le digo a alguien que dice que no puede hacer algo? Ay, le digo que sí puede, que aunque tardes más, puedes intentar otros caminos...”.

"Gracias al apoyo de mi madre y de todos los profesores que han confiado en mí he podido llegar”

Tras Selectividad entró en un grado superior de Administración y Finanzas. A los 24 años entró en la Universidad de Granada para diplomarse en Magisterio. Tardó un año más. “Después hice Psicopedagogía y un máster de Estudios de América Latina. Estuvo muy bien”. Otro grado superior –éste de Animación Sociocultural– y con 34 comenzó a preparar oposiciones. En la primera falló, en 2017. En 2019 se presentó de nuevo por la especialidad de Pedagogía Terapéutica (PT). Se las sacó después de prepararse en la Academia Tecnoszubia, con Isabel Padilla y Ana Belén Arribas. Antes también estudió con Juan Manuel García. Se las sacó. Le dieron el resultado el “día del santo de mi madre, el 16 de julio. Le dio mucha alegría y luego me pidió perdón por haberme exigido mucho”.

Ahora da clase en el Vicente Aleixandre. “Son niños muy buenos, muy buenos. Tengo alumnos con diferentes discapacidades”. Allí se brega con el resto del claustro para buscar el mejor camino a sus estudiantes. Exigirles y adaptar tanto los recursos como la metodología para que esos niños puedan avanzar en el sistema educativo. “Siempre he querido ser maestra. De pequeña le daba clase a los peluches. Los ponía sentados encima de la cama para darles clase”, recuerda sobre su vocación. Ayer, expuso en su ponencia en la duodécima edición de las Jornadas Educativas del Consejo Escolar de Andalucía, bajo el título La Educación es el Camino, que “gracias al apoyo de mi madre y de todos los profesores que han confiado y han creído en mí, he podido llegar hasta donde estoy”. Trabaja en lo que le gusta “para nunca cortarle las alas a mis alumnos y transmitiéndoles que pueden llegar donde quieran, aunque dando pasitos más cortos”.

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