Santa Paula y el Santo Ángel

La Gran Vía se convirtió en un eje de manifestaciones que casaba mal con el silencio necesario de las órdenes religiosas La apertura de la calle también afectó a templos y conventos

Santa Paula y el Santo Ángel

01 de septiembre 2013 - 01:00

AL comienzo de esta serie, sobre los edificios derruidos por la apertura de la Gran Vía, dijimos que el trazado proyectado buscaba, entre otras cosas, tocar el mínimo de edificios religiosos posibles. No obstante, ya vimos cómo cayeron el Colegio Eclesiástico, el de San Fernando, la casa de los Seises de la Catedral y las casas de la Inquisición. Está claro que la idea era que no desaparecieran ni templos ni conventos, pero la verdad es que también se vieron afectadas algunas de estas construcciones; unas de forma inmediata y otras como consecuencia indirecta de la apertura de la calle.

De forma inmediata, quedó afectado el monasterio de Santa Paula, compuesto por un gran claustro del siglo XVI -que hoy pervive como centro de un hotel-, un conjunto de casitas árabes o moriscas, de las que aún pervive una dentro de la actual explotación hotelera y la capilla, con acceso desde la calle homónima. Pues bien, para poder trazar la alineación correcta de la Gran Vía, fue necesario arrasar una parte de esas edificaciones moriscas que quedaban interceptadas por la nueva línea y, aunque no hay muchas descripciones al respecto y no se les dio demasiada importancia durante el derribo, puede servir como muestra de su interés la que sobrevivió por estar fuera del trazado: una casa con patio central, columnas nazaríes reaprovechadas, zapatas antropomorfas, canecillos labrados, alfarjes, armaduras de par y nudillo, etc. Es decir, todo el repertorio tradicional de una casa de comienzos del siglo XVI. La constatación de que se produjo un derribo de las construcciones que rodeaban el núcleo del convento, es que hubo que hacer una nueva fachada dando vista a la Gran Vía, diseñada por el arquitecto Juan Montserrat en estilo neogótico muy simple, que también se ha visto modificada en la actualidad por el nuevo uso del edificio. Para tener un mejor conocimiento de esta casa superviviente hay que remitirse al estudio del arquitecto Antonio Orihuela: Casa morisca del ex monasterio de Santa Paula, Granada, publicado en el número 29-30 de los Cuadernos de la Alhambra (1993-94).

De forma indirecta, desapareció el convento del Santo Ángel y, decimos indirecta, porque la realidad es que el templo había desaparecido durante la ocupación francesa en Granada, a comienzos del siglo XIX, ya que fue demolido, quizás por ruina, despojándolo de buena parte de sus obras de arte que, probablemente, viajaron a Francia. La importancia del edificio se debe a que había sido trazado por Alonso Cano y su desaparición nos ha privado de contemplar su pericia arquitectónica para un espacio cerrado. No obstante, las monjas recuperaron su convento tras la marcha de las tropas francesas y, entre 1819 y 1830, reconstruyeron una iglesia, al parecer sin ningún mérito más allá de haber integrado, en su portada e interior, parte de las obras de arte no expoliadas. Este nuevo templo llegó hasta las fechas de apertura de la Gran Vía, como se puede apreciar en diversas fotografías de la época y, junto a él, consiguió sobrevivir el claustro primitivo, con sus arcos, columnas y pequeña fuente central.

La cuestión es que los derribos para hacer la Gran Vía no afectaron al conjunto más allá de que, al echar abajo unas casillas adosadas, quedó una fea medianería con la nueva calle y las propias monjas pidieron permiso para rehacerla, confiriéndole un aspecto neo-románico muy curioso. Así, la comunidad de franciscanas recoletas fue subsistiendo hasta que la Gran Vía comenzó a convertirse en un magnífico escenario de manifestaciones extremistas durante la II República, que ponían en riesgo las vidas de las monjas y la integridad del edificio, con manifestaciones anticlericales y amenazas de incendio. Ante lo cual, en 1932, las monjas accedieron a permutar su antiguo edificio por uno más apartado, en la calle San Antón, propiedad y sede del Banco de España que, por su parte, buscaba instalarse en una zona más comercial y espaciosa. En 1933 fue demolido y, a partir de 1934, se comenzó la construcción del edificio actual que ya tampoco es del Banco de España, pero que así lo conocemos los granadinos.

Como hemos visto, desde el punto de vista arquitectónico, parece que no fueron grandes las pérdidas, salvo quizás la clausura, de la que sólo se conservó la fuentecilla, instalada delante del Palacio de Bibataubín en 1933, donde se mantiene, aunque casi abandonada y sin agua. Las obras de arte más importantes pasaron, con las monjas, a su nueva sede en San Antón y allí se pueden contemplar todas, salvo la magnífica escultura en mármol del Santo Ángel Custodio, obra de Alonso Cano, que se conserva en el interior de la clausura y las cuatro excepcionales esculturas de Cano y Pedro de Mena, que se encuentran en el Museo de Bellas Artes de Granada, en el Palacio de Carlos V.

Este es un ejemplo de cómo una transformación urbanística del calado de la que se realizó en el centro de Granada, altera fundamentalmente los usos de la ciudad y sus posibilidades. La Gran Vía se convirtió, y aún hoy día lo es, en el eje de todas las manifestaciones reivindicativas de la población, y esto casaba mal con el necesario silencio de las órdenes religiosas que, además, se veían presionadas por las plusvalías generadas y el negocio del capital que consiguió hacerse con sus solares. Incluso, Santa Paula siempre tuvo comercios en los bajos hasta su cierre definitivo. En resumen, se trazó una calle, en principio, respetuosa con los edificios religiosos pero que, indirectamente, fueron desapareciendo paulatinamente.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último