medio ambiente | el tratamiento de los residuos

Toallitas húmedas, el colesterol de las tuberías

  • El residuo encarece cinco millones de euros la gestión de los vertidos

  • A lo largo del pasado año se recogieron 130 kilos de textiles de la red de saneamiento

Los restos de toallitas húmedas conforman tapones como éste.

Los restos de toallitas húmedas conforman tapones como éste. / Emasagra

130 kilos recogidos sólo a lo largo del pasado año. Es el volumen de toallitas húmedas que Granada capital y parte de su Área Metropolitana arrojó al wáter -y después tiró de la cadena- y Emasagra ha 'recuperado' de las tuberías de saneamiento en sus tres plantas de tratamiento. El dato, publicado recientemente en el último balance anual de la empresa suministradora de agua, da que pensar. Pese a recordarse continuamente a través de campañas específicas y en redes sociales que no deben tirarse al inodoro, los granadinos desechan cada vez más este producto por la vía más rápida, el wáter. La más rápida y la más perjudicial, sobre todo para la red. El dato de 2016 supone que el volumen de toallitas, textiles y absorbentes que han atorado el sistema de saneamiento de Emasagra -que presta servicio a más de 231.000 clientes en quince municipios, según el último balance- es un 27% superior al dato de 2015, cuando se recogieron 95 kilos de este residuo en las estaciones de tratamiento de Emasagra. Del total de toallitas húmedas sacadas de la red en 2016, el desglose indica que 40 kilos de absorbentes y trapos se extrajeron de la Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) Sur, otros 35 de la de Los Vados. El resto, 55 kilos, proceden de la Estación de Tratamiento de Aguas Potables (ETAP). Otro dato, que también aparece en la memoria, es que Emasagra trató a lo largo del pasado año más de 23 millones de metros cúbicos de agua.

La toallita es un residuo sólido que debería ser desechado en la papelera. Se han convertido en un elemento más de la higiene personal con múltiples aplicaciones: para desmaquillar, para bebés, para el baño y hasta para la limpieza del hogar. Sin embargo, esta utilización entraña una seria dificultad cuando en lugar de tirarlas a la papelera se opta por el inodoro.

La cantidad de toallitas del pasado año es incluso mayor que en 2015, con 95 kilos

De la red doméstica pasan la red de alcantarillado, donde la toallita no se desmenuza, lo que provoca serios problemas en los pozos de la red de saneamiento. A diferencia de lo que ocurre con el papel higiénico, al contacto con la presión del agua las toallitas no se deshacen sino que se estiran y llegan a formar una masa. Se componen de una fibra sintética y el sistema tradicional de vertidos no es capaz de digerir fácilmente dicho material, por lo que el residuo se convierte en permanente a lo largo de toda la red. Es lo que se ha venido en denominar el colesterol de las tuberías que, además, tiene un importante coste económico. Un reciente estudio de la Asociación Española de Abastecimiento de Agua y Saneamientos (AEAS) establece que el tratamiento de las toallitas por dichos entes supone un sobrecoste medio de cinco euros al año por habitante. AEAS advierte de que las "toallitas generan atascos que pueden provocar vertidos de aguas residuales sin tratamiento, e importantes sobrecostes de explotación y mantenimiento a los gestores del saneamiento".

La única gran ciudad que, por el momento, ha aprobado una ordenanza sobre el uso de las toallitas húmedas ha sido Valencia. Por otro lado, en AENOR (Asociación Española de Normalización) se ha creado un grupo de trabajo para establecer una norma estatal que impida a los fabricantes de las toallitas incluir etiquetados que no estén avalados por ensayos reales. En Granada, Emasagra mantiene una campaña informativa entre sus abonados para sensibilizar a la población sobre el problema en la que se pide que no se arrojen absorbentes al retrete.

También se trabaja con fabricantes y distribuidores para convencerles de que las toallitas se fabriquen con material desechable. En España se comercializan al año 9.000 toneladas de este producto, de las cuales el 94% no son degradables, ya que no se disuelve cuando entra en las redes de saneamiento, donde acaba acumulándose.

El problema de los desechos que llegan a las plantas depuradoras no se alimenta únicamente de toallitas. A la red llegan toneladas de residuos. Los datos de Emasagra así lo indican. A lo largo de 2016, se recogieron residuos de todo tipo. El informe de la compañía los desglosa en contaminantes y no contaminantes. Dentro del primer grupo, destaca el volumen del aceite usado que llegó a los colectores de Emasagra, 2.041 kilos. Este volumen es notablemente superior al registrado el pasado ejercicio de 2015, con 1.573 kilos de aceite usado. En cuanto al resto de elementos contaminantes que se pueden encontrar en las cañerías, hay envases de plástico (81 kilos), metálicos (181), filtros de aceite (172 kilos), aerosoles (34 kilos, y que, cabe señalar, no aparecen en el balance de 2015), e incluso reactivos de laboratorio, 30 kilos.

Dentro de los no contaminantes, se computaron 358 toneladas de arenas, 652 de basuras y 25.870 de fangos. Son restos arrastrados por las lluvias o que llegan al alcantarillado en la limpieza de las calles. Otros elementos menos naturales -y que no deberían llegar a las plantas de Emasagra- los cartuchos de tóner (20 kilos en la EDAR Sur), los envases de plástico (337 kilos), papel y cartón (520 kilos entre las dos EDAR), grasas (87 toneladas) y maderas (410 kilos).

Emasagra indica que todos los residuos considerados peligrosos fueron tratados por un gestor autorizado por la Consejería de Medio Ambiente. "En el caso de otros residuos, algunas empresas han llegado a acuerdos con entidades que trabajan para la inclusión social de colectivos en riesgo de marginación", indica la suministradora. En su caso, mantiene un acuerdo con la ONG Madre Coraje, a la que se le hace entrega de residuos como "pilas convencionales, aparatos eléctricos y electrónicos, tóner de impresoras y tintas".

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