Toda la nieve por 125.000 pts

Los neveros subían a lo más alto de Sierra Nevada para bajar a la ciudad el hielo, que durante siglos fue un bien casi de primera necesidad y un negocio regulado

Toda la nieve por 125.000 pts
Toda la nieve por 125.000 pts
Lola Quero Granada

09 de diciembre 2014 - 01:00

Un bien de primera necesidad, imprescindible para los hospitales y la conservación de alimentos, objeto de un negocio sometido a régimenes de concesión o monopolio, a veces público y otras privatizado, gravado con impuestos públicos... Hoy podríamos pensar que hablamos de la energía eléctrica o, incluso, del agua de suministro. Pero se trata de la nieve, un elemento que hoy se asocia al ocio o al deporte, pero que durante siglos fue el principal conservante, refrescante e ingrediente medicinal con el que contaban los hombres.

Sierra Nevada ha sido siempre una gran reserva de ese valioso bien, tanto en invierno como en verano, y hasta dio lugar a una estirpe de hombres. Aquellos que dedicaron su vida a subir a las cotas más altas del macizo y bajar con arrobas de nieve en las alforjas de sus mulos para suministrar a una ciudad que los esperaba como agua de mayo, especialmente en lugares tan sensibles como los hospitales.

"No era un producto de lujo pero tampoco estaba al alcance de todo el mundo; además era una señal de distinción, pues en función de la escala social del personaje había derechos preferentes sobre la nieve que se bajaba a la ciudad. Algunos incluso la tenían gratis". El historiador Manuel Titos Martínez, profesor de la Universidad de Granada, acaba de publicar un libro, Los neveros de Sierra Nevada. Historia, industria y tradición, que es el primer estudio en profundidad sobre un fenómeno tan importante en otro tiempo como fue el uso y la explotación de la nieve de este macizo montañoso.

En una entrevista a este periódico, el escritor explicó que en Granada, pese a su estrecha vinculación con la nieve, nunca se han hecho las investigaciones sobre un asunto que en otras zonas de España abundan por la importancia que tenía aquel recurso natural para la vida de las personas. Tampoco han quedado restos en esta ciudad de pozos para la conservación de la nieve que se bajaba de las cotas altas, algo que sí se conserva en otras zonas como Málaga o Jaén, donde eran muy importantes esos lugares para mantener un bien que en esos parajes era más escaso.

De lo que sí ha quedado huella, aunque sea de boca en boca, es de esa tradición de los neveros, aquellos hombres que agrupados en acarretos tenían como misión recorrer la Sierra para encontrar los ventisqueros (incluso en agosto), cargar las alforjas de sus animales y bajar durante la noche a Granada para abastecer de este bien necesario. Cuanto más calor hacía, más alto tenían que subir para encontrar nieve, llegando incluso a recorrer distancias próximas a los 50 kilómetros entre la ida y la vuelta.

Además eran especialistas en el arte de conservar la nieve para llegar a Granada con la mayor cantidad de carga posible sin haberse derretido. El secreto estaba en el prensado de la nieve y luego envolvían esos bloques con un revestimiento vegetal y mantas para aislar todo lo posible. Hoy nos ha quedado el Camino de los Neveros, en recuerdo de aquellos hombres y su arduo trabajo.

Manuel Titos reproduce una entrevista publicada en 1972 en el diario Patria a Juan de Dios Sánchez Morales, conocido como El jabonero, que posiblemente fue el último nevero de Sierra Nevada.

- "P'arriba llevaba señoricos y p'abajo las seras de La Española llenas de nieve cogida de los ventisqueros de Sierra Nevada. La Española era una yegua torda de muy buen ver. Fuerte y dura, porque no vaya usted a creer que el trabajo de traer nieve desde los ventisqueros de Sierra Nevada a Graná era cosa fácil. Claro que le hablo a usted de principios de siglo", relataba El jabonero al periodista Pedro Sagrario en aquella entrevista.

La nieve fue un recurso natural necesario para el hombre hasta que a principios del S. XX se comenzó a hacer hielo artificial. Y como bien demandado, fue objeto de negocio, explotación y hasta de pleitos.

Manuel Titos hace un repaso de la historia de la explotación de la nieve de Sierra Nevada desde la época árabe. Aunque no se conservan documentos escritos sobre la nieve de este macizo, salvo las alusiones líricas a su belleza y grandiosidad, es conocido que los árabes utilizaban este bien como refrescante, conservante y elemento medicinal.

Su uso terapéutico y curativo tiene una larga tradición que comenzó entonces y continuó en la época cristiana. Está en los recetarios y tratados de la medicina musulmana, cuenta el historiador granadino, como remedio para torceduras, inflamaciones de dientes y pies, contusiones...

Desde que hay constancia documental del uso de la nieve de Sierra Nevada se sabe que su extracción y distribución siempre han estado sometidas a algún control. "Fue un comercio regulado desde el principio, pues las autoridades vieron pronto la oportunidad de cobrar impuestos", aclara Titos.

El rey Felipe II estableció un fuerte impuesto denominado El quinto sobre la nieve y los yelos del Reino, que como su propio nombre indica era un quinto del valor de mercado.

Más tarde Felipe IV obligó al Ayuntamiento de Granada a comprarle los derechos de la nieve de Sierra Nevada por 27.000 ducados con el argumento de que era un bien de los moriscos. Se vende la nieve (los ventisqueros), no los terrenos.

El Ayuntamiento comenzó entonces a hacer adjudicaciones anuales, mediante una especie de subastas, de los derechos de explotación. Así fue durante el S. XVIII y parte del XIX, hasta la desamortización de Madoz, con la que la nieve de Sierra Nevada salió a subasta y fue adjudicada en 1870 por 125.000 pesetas a un propietario particular. Desde entonces hasta hoy los ventisqueros de la Sierra han permanecido en manos privadas. Según los estudios y los cálculos de Manuel Titos ese dinero pagado equivaldría hoy a unos 580.000 euros.

A partir de ese momento la familia propietaria hacía contratos de abastecimiento de nieve a los pueblos de la zona. "El dueño organiza las cuadrillas, encarga las arrobas que se tienen que bajar y de dónde, emite autorizaciones, se encarga de la conserva y distribuye la nieve", cuenta el historiador. En su libro hay interesantes documentos con las hojas de cuentas que llevaban los propietarios, un material al que Titos ha tenido acceso gracias a la colaboración de la familia Carrera, que hoy día siguen siendo los propietarios de la nieve de Sierra Nevada, aunque sea un título interesante del que no obtienen beneficio actualmente.

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