La Torre de Babel como valor añadido

Algunos centros educativos de Granada, como el IES Cartuja, reúnen a alumnos de catorce nacionalidades

Clase de lengua, cultura y civilización rumana en un colegio.
Clase de lengua, cultura y civilización rumana en un colegio.
Arantxa Asensio Granada

12 de noviembre 2013 - 01:00

Los hijos de los inmigrantes tienen como modelo lo que ven en sus casas. Y en ellas lo que han aprendido es a sobrevivir, a enfocar todo su esfuerzo en buscar un trabajo y en salir adelante, con más o menos medios. Los estudios, para ellos y para su entorno, no son prioritarios.

El IES Cartuja de Granada conocen bien esta situación. En sus aulas comparten clase alumnos de catorce nacionalidades: Senegal, Vietnam, Rumanía, Chile, Pakistán o Siria son algunas de las nacionalidades del alumnado de este centro, en el que, como en el resto de la provincia, la procedencia más común es Marruecos. Fuentes del centro explican que cuando alguno de estos chavales consigue superar la formación obligatoria -hasta los 16 años- y sigue en el aula es un motivo de satisfacción. "Cuando llegan a Bachillerato los cuidamos, fomentamos que sigan, enseñamos a los demás su caso... son un escaparate para su propio colectivo".

El emigrante, el padre o la madre de ese alumno, ha venido a Granada a trabajar, normalmente en tareas de poca cualificación. "Cuando hay expectativas depositadas sobre el alumno, es más probable que éste siga estudiando, independientemente de las cuestiones económicas", explican desde el centro. Sin embargo, cuando esas expectativas se reducen a la necesidad de buscar un empleo para mantener la economía familiar, lo más probable es que ese alumno abandone su formación en cuanto le sea posible. "Hasta donde son capaces de llegar es algo que depende del entorno familiar".

La directora del centro Veleta (con un 38% de su alumnado extranjero), Eugenia Moreno, señala que los chicos que llegan a su centro "no suelen seguir". El suyo es un centro con notables particularidades, por cuanto que apenas tienen 80 alumnos pero es aquí donde se escolariza a los chicos menores de 16 años que llegan a España y residen en el centro de acogida. También tienen alumnos hijos de vendedores ambulantes, y otros han llegado a Granada después de años de separación con sus padres, que emigraron antes.

"Los recién llegados vienen a trabajar", explica la directora, que señala que a pesar del "empeño" con el que se trabaja con esos chicos éstos "a veces no vuelven" tras finalizar su estancia de tres meses en el centro de acogida.

La variedad de situaciones que tienen que afrontar y las necesidades del alumnado han determinado el organigrama del Veleta, que cuenta con dos aulas de apoyo al aprendizaje, una para los que acaban de llegar y la segunda para los que tienen algo más de nivel. "Consiguen lo básico para poder seguir" bien en escuelas taller, en la escuela de adultos o en el Programa de Cualificación Profesional Inicial (PCPI). "No les aseguramos ningún título, pero sí que se lleven una mínima formación", indica Moreno.

La continuidad en el sistema postobligatorio es uno de los retos de este colectivo, que en el día a día también tiene que asumir la dificultad que supone, por ejemplo, no hablar español.

En el IES Cartuja han solucionado los problemas comunicativos gracias a los ordenadores, básicamente a los programas de traducción simultánea, que también están disponibles para los teléfonos inteligentes. La ayuda tecnológica es fundamental cuando estos alumnos llegan, ya que se les tiene que explicar todo lo referido al funcionamiento del sistema, desde horarios, contenido de asignaturas hasta el diseño de las etapas educativas. "Los medios TIC cumplen una función importante como primer eslabón" para establecer una relación con el alumno y también con los padres.

Además, en este centro, como en el Veleta, cuentan con el programa ATAL (Aulas Temporales de Adaptación Lingüística) de refuerzo para salvar las deficiencias. Por lo demás, según explican desde el IES Cartuja -donde la mayoría de los 69 alumnos foráneos que tienen matriculados son marroquíes o latino americanos-, este alumnado no suele plantear problemas, "únicamente necesitan más atención para seguir las clases", especifican.

No sólo se deben salvar los problemas idiomáticos entre profesores y alumnos, también están los culturales. Así, si el Ramadán coincide con septiembre, es habitual que los alumnos musulmanes se incorporen a las clases más tarde.

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