Tragedia en el aeródromo de Armilla
ayer y hoy
Un 18 de abril pero de 1925 se estrelló el avión del comandante Luis Dávila, el hijo de Berta Wilhelmi
El aeródromo se llamaba 'Dávila' y hoy es la Base Aérea de Armilla
Abril es para vivir pero también lo fue para morir. La brillante carrera del que fuera director y promotor del aeródromo militar de Armilla, el comandante Luis Dávila Ponce de León Wilhelmi, se vio truncada cuando cayó a plomo el avión que pilotaba y precisamente sobre la misma base aérea que él tanto promocionó. En el accidente murió también el soldado Juan Jiménez Ruiz que, aunque de apellidos menos ilustres, también merece el mismo respeto. La tragedia ocurrió el 18 de abril de 1925, hace exactamente 92 años; el cementerio de San José guarda los restos y hoy esta página, su recuerdo.
Ya desde enero de 1922 Luis Dávila se sentía orgulloso de que el Gobierno hubiera librado medio millón de pesetas para acondicionar lo que sería luego escenario de su propia muerte, los Llanos de Armilla; terreno que fue adquirido para la posterior instalación del que sería aeródromo de Granada y que habría que agradecer a los municipios de Armilla y Churriana. Desde finales del siglo XIX aquellos llanos sirvieron para el vuelo de globos aerostáticos coincidiendo con las fiestas del Corpus. Pero ahora se pensaba en un verdadero aeródromo militar. Tendría una pista de aterrizaje de 1.000 metros de largo por 600 de ancho. Iba dotado de una hermosa entrada ajardinada con fuentes y árboles, hangares, talleres, almacenes y pabellones de soldados con moderno mobiliario y camas de acero con colchonetas. Pronto irían llegando a la base una escuadrilla de aparatos Bristol procedente de Cartagena, aviones de Cuatro Vientos, Madrid y el aeroplano Granada desde Londres; así se lo prometió el comandante Dávila a Corral Almagro, director del La Voz de Granada. Hubo que esperar al 20 de junio para la inauguración del aeródromo a la que asistió el general Echagüe, jefe de la Aviación Militar. La prensa de la época no se puso muy de acuerdo sobre la organización de la ceremonia inaugural; sí sabemos que al acto asistieron, entre otros muchos, el arzobispo de Granada Vicente Casanova y Marzol que bendijo el campo, hangares y pabellones, y el alcalde Germán García Gil de Gibaja, al que los granadinos castizos llamaban "el alcalde GGGG"; sabemos que hubo agobiantes atascos de coches en la carretera de Armilla hasta llegar a los llanos. Para algunos la inauguración fue apoteósica, para otros fue un desastre. La espectacular exhibición de los aviones evolucionando sobre los asistentes fue sorprendente; los aparatos Breguet, Potez, Bristol, Havilland fueron pilotados con maestría y aplaudidos con admiración. Aunque se quejaban las señoras de que al despegar los aviones levantaban tal polvareda que pusieron perdidos los vestidos y desaliñados los peinados. Pero es que además, a la hora del convite en uno de los hangares, muchos de los asistentes se arremolinaron en torno a las mesas con tal entusiasmo que acabaron enseguida con los aperitivos sin esperar a los de atrás. Costumbre muy granadina que aún perdura en los convites gratuitos. Menos mal que las autoridades estuvieron más tranquilas en el banquete para ellas preparado en el Hotel Washington, porque además hubo luego baile amenizado por los músicos del Regimiento de Córdoba.
Trágica muerte la del comandante, el hijo de la filantrópica Berta Wilhelmi; la que organizó en 1890 la primera Colonia Escolar en Almuñécar; la que levantara en 1926 el Sanatorio de la Alfaguara, uno de cuyos pabellones llevaba el nombre de su hijo 'Luis Dávila'. Hoy la Base Aérea ha perdido el nombre de Luis Dávila y es sede del Ala 78 del Ejército del Aire y de la Patrulla ASPA, dependientes del Ministerio de Defensa.
La historia de una ciudad se compone de pequeñas crónicas, por eso no está mal que, aunque enterrados bajo tumbas de diferente postín, Granada recuerde en este 18 de abril al soldado Juan y al comandante Luis.
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