Granada

Vía Crucis en la 340

  • A falta de que un año de estos se inaugure la Autovía del Mediterráneo, los vecinos del litoral y sus turistas viven con estoicismo los tradicionales atascos

Comienza el verano y conducir por las carreteras del litoral granadino se convierte en una dolorosa experiencia, marcada por una serie de estaciones de penitencia que no son otras que los puntos negros donde cada año informa la DGT de que existen las mayores retenciones de toda España. La Costa Tropical es uno de los pocos lugares del litoral peninsular que no está conectado por autovía. Y la A-7 ni está ni se la espera. A falta de fecha de finalización oficial, los rumores crecen hasta el punto de dar por bueno el dato de que en 2020 quizá podría estar lista, ante la indignación del PSOE y la justificación del PP de que este último partido, antes en el Gobierno, la dejó tan empantanada que casi no hay por dónde empezar a deshacer el galimatías. Mientras, el pobre conductor se prepara para enfrentarse a interminables días de calor en los que varias horas pueden pasarlos en uno de los ya típicos atascos de la Costa.

A los que ya han pasado por este trance, no deja de incomodarles, pero no les sorprende. Sin embargo, cada año acuden a las playas granadinas miles de turistas atraídos por sus múltiples encantos que, en muchos casos se sienten espantados por el horror de sus infraestructuras. "¿Hay algún accidente?", suelen preguntar a los oriundos como posible causa de las retenciones, mientras que con el gracejo costero siempre hay alguien que le responde con una medio sonrisa en los labios: "No, si esto es normal aquí, en verano". A continuación, el visitante se encoge de hombros, en una situación que se repite cada fin de semana, y espera, y espera...

Otra de las escenas típicas es la de los resignados viajeros que están tan contentos de haber pasado un magnífico día de playa que, aún con el bañador mojado (aunque con tantas horas, les da tiempo a que se les seque por el camino) se animan a salir del coche y montar su mesa y sus sillas para cenar, en paralelo al atasco.

La cena es, precisamente, uno de los temas que más preocupan a los atrapados en los embotellamientos de la Costa. "¿Dónde puedo tomar algo por aquí, mientras que se aclara un poco el tráfico?". De nuevo, otra sonrisa, esta vez al pensar en la ingenuidad del turista, a la que sigue la indicación de los muchos y buenos restaurantes y chiringuitos de la zona, sin duda, un lugar mucho más divertido que el asfalto, donde tan sólo se ve la mala cara del conductor de al lado y hay que soportar, en muchos casos, el empeño de algunos de que su música favorita (por lo general, rumbitas o regaetton) sea 'disfrutada' por toda la cola.

Y es que en los atascos suele pasar de todo: Desde ligar, en el caso de almas jóvenes y libres, que vienen acaloradas por el sol … Hasta salir y bailar, o continuar la fiesta en el coche, mientras que la adrenalina dura, porque llega un momento en el que por la noche todo decae y lo único que quieren los aguerridos forasteros es llegar a su casa y descansar. Además de que muchos apuran hasta últimas horas del domingo y tienen que trabajar al día siguiente (el que aún tenga pertenezca a la extraña especie que tiene empleo). Fundamental, por tanto, es elegir bien la hora de ida y vuelta.

Otros de los comportamientos típicos del 'homo atascus' es el de quedarse con cara de bobo cuando ve que todo el mundo tira por un camino que no sabe adónde va. Los vecinos de la zona, duchos en estos recorridos después de años de experiencia en colas en los mismos lugares, se los saben todos. Sin embargo, el de fuera debe decidir en segundos lo que dura su paso por esa opción desconocida, si aventurarse a tirar detrás de un coche (que puede ser que vaya a su cortijo, de la esquina) o quedarse quietecito donde está.

Importante en este caso es observar la vestimenta de los ocupantes del coche precedente. Si llevan bañador, es buena señal. Cuando es un rosario de coches los que se dirigen al mismo atajo, también. Y si ya pregunta y algún alma caritativa -de las muchas que hay en la Costa- se ofrece para guiarle, ya se alcanza la perfección. Con el tiempo, el propio turista será capaz de identificar cuál es el que más le conviene para llegar a su playa o cala favorita. Eso sí, tiene que estar dispuesto a sacrificar la limpieza y mejor conservación de su coche, u olvidarse de caminos polvorientos.

Los puntos calientes

Una de las reglas máximas en los atascos de la Costa es que no sólo se suelen dar en la vieja y denostada N-340, sino que también pueden aparecer en cualquier otro lugar en dirección a la playa, aunque sus localizaciones suelen ser casi siempre las mismas, como el kilómetro 180 de la A-44, hacia Motril. En este punto, desde su construcción, suele haber obras porque la montaña se desmorona, aunque un muro de contención hace que cada vez sea más seguro pasar por allí. A pesar de que Fomento no proporciona desde hace tiempo datos de lo que ha costado estar constantemente arreglando esta irregularidad en una autovía tan joven, las primeras actuaciones ya alcanzaban una cantidad igual a lo que costaría un tramo de A-7 nuevo.

Otro de los puntos más conflictivos es el de la confluencia de la A-44 (que pierde su nombre a la altura de Lobres para convertirse en N-323) con la N-340, a la altura de Salobreña. Aquí no hay escapatoria. Si Fomento hubiese habilitado el hasta ahora inútil viaducto de la A-7 de Lobres-Guadalfeo (por no conducir a ninguna parte), para unirlo con la carretera secundaria que conduce desde Molvízar hasta Jete y Almuñécar, existiría una magnífica opción para tomar una ruta alternativa. Aunque, por ahora, nada de nada.

Debido a este cuello de botella, la impaciencia de los conductores es tal por llegar al mar, que Playa Granada, la más cercana, y Salobreña, han cobrado fuerza frente a otras opciones, que los ocupantes de los vehículos saben que llevarán aparejado más tiempo de espera.

Desde Playa Granada, también es posible el acceso a la Playa de Poniente, o al resto de las de Motril.

En dirección a Almuñécar, el arreglo del firme de la N-340, a la altura de la urbanización Alfamar, y el vergonzoso estado de la propia carretera nacional, también se convierte en otra ocasión en la que parar o subir el pie del acelerador, en caso de tráfico fluido, bajo riesgo de quedarse sin tapacubos.

En la recta desde Salobreña hasta Torrenueva, también éstos suelen salir disparados, debido al mal estado del asfalto, el cual se ha anunciado por parte de Fomento que se arreglará, aunque aún no han comenzado las obras en este tramo.

Y, precisamente, hacia la localidad torreña, es donde está uno de los cuellos de botella más espeluznantes. El presidente de la Entidad Local Autónoma, Manuel Carrascosa, que tiene una pancarta en la mitad del pueblo reivindicando la autovía, ha manifestado que espera que este verano las autoridades le "ayuden" a que el atasco sea menor. La regulación semafórica de la travesía urbana es de lo peor del 'vía crucis' por las carreteras de la Costa, con varios kilómetros habituales de retención a ciertas horas.

En dirección Almería, el mal estado del firme de esta vía que soporta tanto tráfico, las habituales paradas para el arreglo del asfalto y para evitar deslizamientos, y las peligrosas curvas, se convierten en un cóctel difícil de digerir por los conductores, incluso por los que están más acostumbrados. Si además, tuvieran la esperanza de que se trata de una situación transitoria, les ayudaría a sobrellevar mejor su penitencia, pero es que además, para estros tramos de autovía, desde Carchuna hasta Adra, no hay ni siquiera esperanza de que se terminen en muchos años y la actividad de las obras es prácticamente nula.

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