La Alhambra viva: los jardineros que moldean el monumento

Los jardineros mantienen con esmero el 50% de la Alhambra, sus jardines

Estas semanas se está terminando la poda del ciprés, que se realiza en otoño

El trabajo de poda en la Alhambra, en imágenes

Gabriel López, José Antonio Rodríguez y Manuel Triviño, junto al seto de arrayán en el Patio de Comares. / Jorge Guerrero / PICWILD

Visitar la Alhambra es una experiencia para los sentidos. Y esa experiencia la conforman tanto la vista del imponente monumento como de todo lo que lo rodea, la atmósfera que se crea y que permite meter al visitante en ese mundo, que se abstraiga y parezca vivir en su época. Y buena parte de esa sensación la aportan los jardines de la Alhambra, que en contraste con la rotundidad arquitectónica del recinto, es en sí un monumento vivo, delicado, que con sus formas, colores y olores completan la visión del conjunto. Y es el jardín monumental más antiguo. Por eso su conservación es tan importante dentro lo monumento. Porque, ¿qué sería de la Alhambra sin sus jardines? Pues otro concepto distinto, sin duda. Y conscientes son en el Patronato y en el servicio de Jardines del monumento, que con mimo, pasión y mucho trabajo se encargan de que todo esté perfecto y que de hecho sea referente internacional en jardinería monumental. Cada planta, calda especie, cada color, todo en la Alhambra está seleccionado y tiene su por qué.

Manuel Triviño y José Antonio Rodríguez son "los mejores recortadores de toda la Alhambra", reconoce Gabriel López, técnico de mantenimiento que nos hace una ruta por los jardines. Y no suelen contar su trabajo, por lo que aprovechamos este recorrido para conocer este arte y valorarlo. "Tenemos un dicho que conocer es querer. Divulgar nuestro trabajo es muy importante por eso mismo, para que se aprecie", insiste Gabriel López, que reconoce que los jardineros son una "ficha más" a lo largo del tiempo para mantener el monumento para generaciones futuras. Pero una ficha, como especifica el director del Patronato, Rodrigo Ruiz-Jiménez, "que es la que se crea hoy, la del momento, y son los mejores jardineros del mundo".

Talla, cosido, peinado... son palabras que parecen de otras artes pero que se emplean en el trabajo de los jardineros de la Alhambra, que siguen trabajando para "trasladar" a la época nazarí a los visitantes. Con tanto trabajo, el personal de jardinería está dividido en tres tajos principales: Secano, Generalife y Partal. Y cada uno tiene su cuadrilla.

Estos días el servicio está con uno de los trabajos más particulares, la poda. Al inicio del otoño los cipreses de distintas partes del monumento se recortan, así como setos. Un trabajo de precisión que deja un ejercicio perfecto de topiaria en el que hay personal especializado que lleva décadas destinado a este trabajo y conoce los ejemplares del monumento al detalle.

Cipreses del paseo de la Rauda. / Jorge Guerrero / PICWILD

José, que lleva ahora tres años en el servicio aunque ya estuvo en la Alhambra en el año 2000, acaba de podar varios ejemplares de cipreses junto a la iglesia de Santa María de la Alhambra y en el acceso al Partal, en el paseo de la Rauda. Los "puros", que así los llaman por la forma que adquieren, se llevan un duro trabajo de cortar las ramas que sobresalen y hasta "coser" el ejemplar, que es cuando hay que ir cubriendo o "abrigando" manualmente y con ayuda de alambres los huecos de ramas que se quedan con la poda en algunas zonas o los desperfectos del propio crecimiento del ejemplar. Un trabajo además tedioso porque hay que hacerlo en altura con el movimiento de la grúa y la tensión de las herramientas y que luego hay que hacer con experiencia para que quede bien visto desde abajo. Y hay veces que hay que engañar al ojo para crear un efecto óptico porque "no todos crecen parejos, según les de el sol, el riego ,...". Todos los detalles se cuidan.

Lo mismo que en el mismísimo Patio de Comares, donde Manolo acaba de podar el seto de arrayán tan característico que se extiende a ambos lados de la acequia principal. No en vano se le conoce también como Patio de los Arrayanes. Y parece que está hecho con escuadra y cartabón. Un corte perfecto que hace además que la mesa superior del arbusto parezca una auténtica alfombra. Y hay que mantener una altura, una anchura, una proporción áurea. Da sensación de equilibrio y también da olor. Manolo cuenta con pasión cómo se hace ese trabajo, en el que cuentan con niveles fabricados de cuerda para ir cortando el seto. En el trabajo de ese patio se tarda unos cuatro días. Y queda tan perfecto que es difícil resistirse a la tentación de tocarlo, algo con lo que se le ponen los pelos de punta a los jardineros: "No hay que tocarlo porque el paso de miles de manos también afecta a la planta. Cuando vemos a la gente tocando las plantas nos ponemos de los nervios", dice Manolo mientras aprovecha para quitar unos restos de arrayán seco del arbusto, que como reconoce Gabriel López, es un "deleite de los cinco sentidos", recordando que en su día cada especie tenía un significado y que del fruto del arrayán se llegaba a hacer licor.

Manuel Triviño en el Patio de Comares. / Jorge Guerrero / PICWILD

El año que viene se hará un corte más intenso en este patio ya que se quiere rebajar la altura del arbusto unos diez centímetros. Y para esto todas las decisiones están estudiadas y autorizadas. "La arquitectura tiene que estar en concordancia con la jardinería y las decisiones son del departamento de jardines con conservación", explica López. Aunque después es el área de jardines el que decide cuándo atendiendo también a la mejora época para la planta tanto de poda como de plantación. Por ejemplo, si se poda el seto de arrayán en una época u otra la diferencia es entre revitalizarlo o cortarle el crecimiento, por eso también los momentos son clave en el tratamiento de las plantas. "Este en primavera te pide que lo recortes y te sale con una alegría...", matiza Manolo, que lleva "casi 19 años en jardines". "Es una satisfacción trabajar aquí pero lo que pasa es que el trabajo luce poco porque no hay suficiente personal para tenerlo todo controlado y la gente lo ignora, llega y pone las manos en lo que está recién cortado, lo toca, se apoya y el trabajo te dura bien cinco minutos, eso también duele mucho después de lo que te ha costado dejarlo en condiciones, el esfuerzo que has hecho para que después venga una persona y en un minuto te ha roto la línea, el esquema", dice.

Setos de ciprés. / Jorge Guerrero / PICWILD

Triviño recuerda en su décadas de trabajo uno de los que más le ha costado. Muy cerca de Comares, en el Patio de Machuca, nos adentra al trabajo que más dolores de cabeza le trae, las paredes de cipreses de este patio, afectadas por las colonias de gatos de la Alhambra, que utilizaban las almenas creadas con topiaria en estas paredes de ciprés como cama y como csa, lo que deformaba las formas y afectaba al crecimiento del propio árbol. Y en esto también trabaja la innovación porque cansados de probar todo pero sin efecto para alejar a los felinos, están probando un remedio: orina de lobo, que traen de centros de recuperación, que parece que está funcionando, por lo que será ejemplo para la jardinería a nivel mundial. El afán por apartarlos es por preservar también estos cipreses, que tienen 96 años y están muriendo "poco a poco", pero con el cuidado que le dan hacen un tapiz vertical con arcos y almenas superiores que completa la arquitectura del patio. Manolo dice que "te vuelves loco" intentando igualar todas las partes, con unos salientes y entrantes muy acusados que tienen que tratar y ahí juega la experiencia y el efecto óptico. "Tú venías y veías a los gatos durmiendo arriba, peleándose, lo que afectaba ya que te lo tumban todo, sacaban las ramas". Y por ahora han conseguido una pantalla de ciprés perfecta y mantener las formas. "Tuvimos que hacer hasta una especie de encofrado de la obra para mantenerlo", dice dando una clase magistral sobre las líneas de corte señalando las "costuras" que tiene el seto para mantener las formas. "Si quieres sacar el nivel así como está es imposible, y ahí estúdiatela para que la gente venga, mire y lo vea más o menos a nivel. Esto no es un ladrillo que pones uno encima del otro, es flexible", relata con pasión de su trabajo. Un conocimiento único que está transmitiendo también a los más jóvenes del servicio para mantener el legado. Porque muchos de los recursos son propios e inventados, improvisando para buscar soluciones a problemas puntuales.

Trabajo en el paseo del secano con cipreses plantados en época de Torres Balbás. / Jorge Guerrero / PICWILD

Esas herramientas caseras las emplean estos días también en el paseo del secano, donde están dando forma, peinando, el seto de ciprés también con arte topiario haciendo arcos y almenas. Un ciprés de nada menos que unos cien años que se plantó en la época de Torres Balbás, el gran conservador de la Alhambra, por lo que cuando se conocen estos datos la responsabilidad de su cuidado es aún mayor. Con palos de madera como si fuera una regla y hasta provistos de niveles, se realiza este trabajo, que como indican también se tiene que acompasar con la visita pública, que no se interrumpe. Desde la dirección del Patronato de la Alhambra, tienen claro este cuidado y especialización de su equipo de jardinería. Su director, Rodrigo Ruiz-Jiménez, ha dicho que "la cuidamos con todo el cariño y lo único que podemos hacer es mantener lo que hay. Y los jardineros es la Alhambra del siglo XXI, que la crean, la moldean, la esculpen todas las temporadas. Es la parte viva de la Alhambra"

Ahora en septiembre y octubre es la época de poda del ciprés. El resto de especies se van acompasando a sus épocas. Otros compañeros están con los cipreses del secano, junto al edificio administrativo de la Alhambra. José Terrón es el encargado del tajo del secano. Arriba, en la grúa para llegar a la parte alta del ciprés están Antonio Gutiérrez y José Alfonso Aguilera, que hacen gran esfuerzo en la parte superior por la altura superior a 20 metros y el esfuerzo de sujetar la maquinaria. "Se suele hacer una vez al año para darles forma, que no se vayan las ramas a lo loco", dicen, además de advertir desde abajo retoques: "Ya hemos visto desde aquí que hay que tocar en ese lado", señala. En un gran ciprés tardan unos dos días para dejarlo bien. Gutiérrez lleva ya 25 años en la Alhambra y muestra su satisfacción por el trabajo diario.

Trabajo en algura para la poda de cipreses. / Jorge Guerrero / PICWILD

Y luego está la plantación de flores, ya que también tienen un semillero donde van creciendo los nuevos ejemplares, principalmente de planta de flor estacional, para que la Alhambra siempre tenga flores en sus jardines. Cada especie tiene su momento para que luego siga bien su ritmo de crecimiento.

Adaptación al campbio climático

Y en esto, Gabriel incide en cómo está ya afectando el cambio climático. Por ejemplo ha aparecido pulgón en época que antes no hacía o hay que sustituir el boj del Partal por arrayán. Incluso la técnica de poda que tenían del rosal la han tenido que cambiar porque ya se comporta como de hoja perenne y no se le pueden ya dar esos cortes drásticos de antes. "Nos ha costado trabajo pero hemos tenido que cambiar nuestra mentalidad", dice. Y Manolo apostilla: "La planta te habla y ya te dice lo que necesita. Con el tiempo se aprende a leer el lenguaje de las plantas".

"Coser el ciprés y que se vea compacto es difícil, que no se vean las costuras. Tienden a caerse las ramas y de ahí a que tú veas una pared de ciprés es mucho trabajo. Le pasas la mano y parece una pared", dice Jose, que explica que le afectan y despeinan los cipreses los pájaros, el aire, el agua,... hay muchos factores. Y hay que ir, por ejemplo en el paseo de la Rauda, igualando la altura, la anchura, para que todos se vean iguales. Y cuando ya está arreglado aguanta sobre un año, que se vuelve a recortar, y cada vez queda mejor, más compacto. "Luego con las manos tienes que ir abrigando el árbol, cubriendo con las partes verdes las otras más secas donde el ciprés ya no brota", relata. "Hace unos días pasabas y daba pena y mira este hombre cómo te lo ha dejado, tiene alambres por dentro, lleva un gran trabajo". Un trabajo por cierto que se traslada a otros jardineros con cursos para no perder la experiencia.

"La Alhambra sin vegetación qué sería, o la vegetación sin monumento, la interconexión que existe entre una cosa y otra es importante. Y por eso todo se estudia antes de quitar una planta, de poner otra, nada está hecho a la ligera. Se ve cómo va a ser el desarrollo, cómo le va a afectar el clima, las plagas", dice López. Por ejemplo en la Rauda, que es cementerio en árabe, se utiliza el ciprés, la azucena, para que haya armonía entre el espacio y las plantas.

Y trabajar en la Alhambra también requiere esa sensibilidad hacia las plantas, experiencia, paciencia porque los resultados hay veces que se ven de un año para otro y hay que conocer las plantas. "Ni en los manuales de jardinería ni en la mayoría de los sitios encuentras las formas de trabajar que tenemos quí, la forma de recortar. La tradición oral es muy importante. Manolo por ejemplo llegó y aprendió con una gente y ahora él está con un compañero al que está enseñando todas las técnicas. Si lo dejas descuidado dos o tres años luego meterlo por vereda es muy commplicado y hay que hacerle intervenciones muy drásticas", dice Gabriel.

Además, por ejemplo, en el Generalife se ha empezado un sistema de guiado de plantas, un esqueleto, para hacer las formas y que pueda cubrir. Un sistema de arquitectura que es el primero que se ha hecho.

Un trabajo diario y continuo para mimar el 50% de la Alhambra, sus jardines, todo un referente internacional que merece su cuidado y el valor a los aproximadamente cuarenta jardineros que lo hacen posible.

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