El amigo que le "colmó de placer" y el maestro que le marcó: Los recuerdos granadinos de Juan Carlos I en 'Reconciliación'

Don Juan Carlos selecciona en sus memorias a don José Garrido Casanova, el "amable andaluz" que fue clave en su formación, y la fiesta flamenca que le ofreció otro granadino por su 85 cumpleaños en Abu Dabi

La ciencia granadina estrecha lazos con la industria

'Reconciliación', el libro de memorias de Juan Carlos I, ya está en las librerías.
'Reconciliación', el libro de memorias de Juan Carlos I, ya está en las librerías. / mariscal / Efe

Don Juan Carlos tiene una estrecha vinculación con Granada. Es bien conocida su intermediación para que los Mundiales de esquí se celebraran en 1996, en lugar de la fecha prevista, 1995, año marcado por una intensa sequía y falta de nieve. En la Sierra -donde practicaba uno de sus deportes favoritos, el esquí- llegó a alojarse en el Lodge, inaugurado con motivo precisamente de los Mundiales de Sierra Nevada gracias al impulso de Miguel Arias, empresario y esquiador, con el que el Emérito cuenta que tomaba el café de la mañana en Palma, entrenaba al squash y fue testigo de primera mano -estuvo en Zarzuela aquel día- del 23F.

Pero para el rey Granada ha sido mucho más que un destino deportivo o en el que desarrollar su labor de monarca. En sus memorias, tituladas Reconciliación, reconoce a dos personas granadinas. El Emérito se retrotrae a su primera juventud para hablar de la primera y a sus últimos años para dar su espacio a la segunda, dos granadinos a las que específicamente menciona en el libro firmado por Laurence Debray y que, además, quedan bien parados.

De uno de los granadinos se da el nombre, José Garrido Casanova, profesor del colegio de la Paloma e instructor del entonces príncipe. Don Juan, conde de Barcelona, acordó con Franco que Don Juan Carlos se formara en España. Jaime Carvajal Urquijo fue uno de los nueve alumnos seleccionados para el colegio que se creó en la finca Las Jarillas, a unos 20 kilómetros de Madrid. El escaso número de alumnos se explicaba por la circunstancia de que iban a compartir aula con el heredero. Fue el Conde de Barcelona el que se encargó de llamar a sus amigos para preguntarles si tenían hijos de la misma edad que Don Juan Carlos. Otros elegidos fueron Alonso Álvarez de Toledo, José Luis Leal o el infante don Carlos de Borbón-Sicilia.

Juan Carlos I en la inauguración de los Mundiales de esquí.
Juan Carlos I en la inauguración de los Mundiales de esquí. / Juan Ortiz.

Una única clase para un colegio que necesitaba de un director. Don Juan preguntó al duque de Sotomayor y éste le habló de José Garrido Casanova, un granadino que estaba al frente del colegio de La Paloma, un centro municipal, madrileño y que tenía de alumnado a menores sin hogar. La confianza del duque hacia Garrido era total.

El encargo era delicado. Así lo cuenta Don Juan Carlos en sus memorias cuando habla de su dislexia y de su "famoso instinto que me ha guiado en la política y en mi vida". Narra el Emérito que en superar esas dificultades en la escritura y la lectura "sin duda, me ayudó don José Garrido, el director de este internado creado de la nada en torno a mí y para mí".

"Don José era un hombre excepcionalmente bondadoso y progresista que había dirigido en Madrid el colegio Virgen de la Paloma, un centro de formación para huérfanos y niños en situación precaria", describe Juan Carlos I. "Este amable andaluz de Granada propugnaba una pedagogía avanzada, inspirada en la enseñanza del padre Andrés Manjón, basada en el juego y la enseñanza al aire libre. Para enseñarnos ciencias naturales, en lugar de dar lecciones repetitivas, abstractas y teóricas, nos llevaba a los campos de los alrededores. Nos hacía leer a los clásicos y, en lugar de obligarnos a aprender los textos de memoria, nos pedía nuestra opinión sobre ellos. Era una educación liberal, moderna, muy diferente de la que se impartía entonces en las escuelas franquistas, donde se profesaba 'la formación del espíritu nacional'", cuenta el rey en sus memorias.

A pesar del tiempo transcurrido desde entonces, Don Juan Carlos asegura que todavía recuerda a aquel granadino "entrando en mi habitación por la noche para charlar y hacerme la señal de la cruz en la frente antes de apagar la luz". No sólo está ese recuerdo de juventud. Su influencia se alargó durante años en el monarca. "Es un hombre que me marcó, que desempeñó un papel fundamental en mi educación hasta que cumplí los dieciséis años y aprobé el Bachillerato. Cuando he debido tomar decisiones importantes, a menudo me he preguntado qué pensaría él o qué me aconsejaría hacer".

Años después de estar bajo el cuidado de Garrido, aquel príncipe se convirtió en rey. Su reinado terminó en abdicación y con la decisión de establecerse en Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos. Allí Don Juan Carlos ha residido los últimos años con constantes viajes a España para, por ejemplo, practicar la vela. De esta afición también habla en el libro, así como de su interés por el esquí, deporte que ha practicado en Sierra Nevada, aunque no lo menciona y únicamente se refiere a sus vacaciones invernales en el Pirineo.

En Abu Dabi celebró hace tres años, en enero de 2023, su 85 cumpleaños. Para celebrar "la vida y los años que me quedan" un grupo de 30 amigos" de España y de Abu Dabi decidieron festejarlo con una fiesta sorpresa "viniendo a cenar a mi casa de la isla de Nurai". El variopinto grupo contaba con una amistad granadina. Don Juan Carlos no da el nombre, pero sí le agradece el detalle que tuvo y que hizo de aquella onomástica un momento especial.

Don Juan Carlos estuvo escolarizado en el colegio que dirigió el granadino José Garrido.
Don Juan Carlos estuvo escolarizado en el colegio que dirigió el granadino José Garrido. / archivo

"Me colmó de placer que un amigo de Granada viniera con uno de los mejores guitarristas de flamenco de España. Él y tres cantaores y bailaores nos ofrecieron un espectáculo excepcional. Unos acordes de guitarra, unas palmas, un zapateado y un braceo, y en cuestión de segundos me sentí en Andalucía", cuenta el Emérito.

Como si aquel espectáculo fuera la magdalena de Proust, el Emérito narra que "me emocionó volver a conectar con este ritmo, con esta fuerza que brota de esta música y de este baile. Siempre me ha gustado el flamenco, pero en aquella ocasión lo viví de forma especial".

"Me di cuenta de que la cultura popular española resonaba íntimamente conmigo y me llegaba al corazón. Más de lo que imaginaba. Fue como despertar, reanimado por un sentimiento de plenitud y familiaridad. Me sentí feliz de poder introducir a mis amigos emiratíes en esta cultura", asegura antes de poner un pero. "Me faltaba una tortilla de patatas, una ventresca o una buena ensaladilla para sentirme como en casa, en España".

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