Granada

500 años deFancelli en Granada

  • Nació en Settignano, cerca de Florencia, trajo el mármol de Carrara para hacer el sepulcro de los Reyes Católicos en 1517

  • Lo colocó en la calle que me vio nacer y muchos pasan sin saber nada de él

Ahí está, en la calle Oficios, viendo pasar el tiempo, ahí está. A un par de kilómetros al este de Florencia, en el corazón de Italia, nació en 1469 el escultor Doménico Fancelli, el autor del sepulcro de los Reyes Católicos conservado en la Capilla Real de Granada y del que se cumple ahora el 500 aniversario de su ejecución (1517). Aunque sea para conmemorar tan significativa fecha debería ser visita obligada y gratuita para todo aquel interesado en una de las obras escultóricas funerarias más sobresaliente del Renacimiento español. Cualquiera de las guías al uso dará cumplida información sobre su descripción porque la bibliografía sobre el tema es abundante. Con detalle leerán la disposición yacente que el escultor eligió para colocar las figuras idealizadas de Isabel y Fernando sobre un original túmulo troncopiramidal inspirado en el mausoleo de bronce del papa Sixto IV del Vaticano (Pollaiuolo, 1484), y unos años después (1511) en el que el propio Fancelli realizó para el príncipe don Juan del Monasterio de Santo Tomás de Ávila.

En el sepulcro de Granada, la reina va con túnica y manto, él con armadura y espada; las alegorías de Castilla y Aragón simbolizadas en Santiago y san Jorge; los santos padres, hornacinas con apóstoles, elocuentes temas cristianos como el bautismo y la resurrección, grifos guardianes en las esquinas, putti soportando escudos y cartelas con epitafio, leones vigilantes a los pies de los reyes, guirnaldas de frutas con las figuras de Adán y Eva, animales híbridos, el ave fénix; todo un programa iconográfico en mármol blanco traído de Carrara por una mano maestra para un monumento funerario dedicado a unos reyes en el interior de una iglesia. Nunca se vio tan claro el ayuntamiento Iglesia-Estado (Capilla-Real).

Es la España cristiana del Renacimiento; es una Granada que antes fue cristiana, ahora musulmana para de nuevo ser dominada por el cristianismo y por unos reyes que se dicen "católicos", una Granada visitada por el nieto Carlos V, emperador del Sacro Imperio, defensor fidei, que hace venir a los mejores artistas del mundo para gloria de sus padres (Juana la Loca y Felipe el Hermoso, también enterrados en la Capilla Real en 1525) y de sus abuelos Isabel y Fernando. Carlos V no hizo sino cumplir el testamento de su abuelo Fernando: "…E eligiendo sepoltura de nuestro cuerpo, queremos, ordenamos e mandamos, que luego que falleciéremos, sea llevado e sepultado en la Capilla Real de la cibdad de Granada…". Corría el año 1521 y en ese contexto histórico hay que situar los hechos. Vivimos en una Granada que se pone de moda en el siglo XVI y a la que acude la corte más importante de Europa presidida por Carlos V que viene a pasar aquí su luna de miel recién casado con la bellísima Isabel de Portugal; que le acompañan ilustres cortesanos humanistas como Garcilaso, Andrea Navagero, Baltasar de Castiglione… Aparecen por aquí los mejores arquitectos, pintores y escultores: Diego de Siloe, Pedro Machuca, Berruguete, Bartolomé Ordoñez, Felipe Vigarny…

Se instala la Real Chancillería en 1505 y unos años después la Universidad. Pero es también la Granada de la difícil convivencia cristiano-morisca en esta España del Quinientos; la de unas capitulaciones no respetadas; la del levantamiento de los moriscos del Albaicín contra Cisneros en 1499; una España sobre la que planea la negra sombra del Tribunal de la Inquisición que desde 1478 autorizó el papa Sixto IV; un tribunal que además del control religioso perseguirá con saña los delitos sexuales (fornicación, homosexualismo, lesbianismo, bestialismo) con atroces castigos; la expulsión de los judíos primero (1492) y los moriscos después. Es una España de "descubrimientos", de conquistas americanas, de insaciables guerras exteriores (franceses, protestantes, turcos) y de derroches cortesanos en castillos, palacios, bodas y bautizos. España de conversos que andan limpiando su sangre a duras penas.

También es una España de mendigos y vagabundos a las puertas de iglesias y hospitales; de pícaros y rameras; de esclavos africanos y canarios; y de presidiarios condenados a galeras para remar encadenados contra los turcos en el Mediterráneo. Salíamos de la España de Jorge Manrique y entramos en la de La Celestina y El Lazarillo de Tormes; antesala para el Guzmán de Alfarache, La vida del Buscón, Rinconete y Cortadillo…un siglo después. Una España que se va llenando de truhanes y monipodios hasta nuestros días porque aquí la picaresca goza de muy buena salud y hasta se hereda de padres a hijos.

Es también la España del gran humanista sevillano Antonio de Nebrija que en 1460 se marcha a estudiar a Bolonia para luego ser profesor en Salamanca y dejarnos en 1492 su obra magna, la Gramática castellana, la primera de nuestra lengua, en la que luego hablarían algunos catalanes y 550 millones de criaturas más; una obra que Nebrija dedica precisamente a la reina Isabel, la misma que está enterrada en la cripta de la Capilla Real de Granada, bajo el monumento que hace 500 años hizo Doménico Alessandro Fancelli. Y ahí está, viendo pasar el tiempo, como la Puerta de Alcalá.

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